La tienda de Pepe el gallo

  • Xavier Gutiérrez
Las tiendas tradicionales de pueblo casi se extinguen, aquí un caso que se le aproxima

Hay en los pueblos mexicanos un sitio tan indispensable como la iglesia o el palacio municipal. Un lugar al que concurren todos, pobres o ricos, siempre con alguna necesidad material. O simplemente a ver, a echar un vistazo. Ese lugar es la tienda.

Ahí no  se cobra por ver o preguntar, se escudriña todo, se hace un individual cálculo, operación doméstica breve que coteja lo que se tiene en el bolsillo con lo que se desea comprar.

Hoy las grandes tiendas, con el concepto de todo a la mano, casi han acabado con las populares tiendas. Me refiero a las famosas tiendas de pueblo, esos grandes expendios en donde había de todo, literalmente. Desde reatas hasta sombreros, lámparas y martillos, hachas o pinturas, charpes o frenos para caballo. Inclusive cervezas o vinitos de frutas.

No se han muerto aquellos pintorescos lugares mezcla de museo y bodega. Se resisten a morir, todavía los encuentra uno en remotos pueblos de la sierra. Sobreviven, por ejemplo, en Zacatlán, en Pahuatlán,  Zacapoaxtla y en otros sitios.

 Ha variado un poco el concepto, por la competencia de otros negocios que se han multiplicado, en algunos casos en exceso afeando horrorosamente el panorama de las calles.

Algún día recorriendo Texmelucan, por ejemplo, vi calles donde no había viviendas, sólo una tras otra  tienduchas con diez mil baratijas de pésima factura procedentes de Corea, China, u otros países exportadores de chatarra que devora febrilmente el pueblo mexicano.

Pero aquellas, las tiendas de pueblo mexicanas,  ahí están, como fuente de trabajo, espacio de comercio, lugar de sana convivencia pueblerina y cubriendo una necesidad importante en cada lugar.

Aquí en Puebla no hay alguna que mantenga aquel viejo modelo, pero existe una que se le aproxima y en donde uno puede encontrar desde una lata de chiles …hasta un camello!  Exagero un poco, es cierto, pero su surtido es extraordinario.

Me refiero la tienda de don Pepe El Gallo. Así se llama y así se define su dueño. Está en el corazón de la famosísima calle 3 Sur, entre la 27 y 29 Poniente. Como en Puebla las iglesias son un estupendo referente geográfico que hasta podrían  sustituir a la brújula, digamos que está a la vuelta del templo del auxilio eterno, o sea del Perpetuo Socorro para que usted me entienda.

Don Pepe y su hija Sarita tienen la vitalidad de un atleta. Y la disposición es otra cualidad no menos importante. Ahí están, prácticamente todos los días del año, resistiendo temblores, fríos y pandemias, desde hace muchos años.

Su tienda a veces parece competir en concurrencia y fidelidad de clientes, hasta con la feligresía de la  mismísima iglesia del Carmen. El surtido de lo que se ofrece es enorme. Casi podríamos decir que el más sofisticado chef o la más exigente y ortodoxa cocinera poblana ahí encuentran  lo que buscan.

El negocio por dentro guarda  el orden y la organización de un concierto. Todo bien colocado, con higiene, visible, ordenado, con nombres y precios. El ir y venir de sus dueños no para, con el auxilio de dos eficientes auxiliares que responden a la batuta de quien dirige la orquesta, don Pepe El Gallo.

Es un comercio, desde luego, pero las autoridades algo debieran hacer para conservar y estimular este tipo de negocios. Porque son  parte importante de la economía, del abasto eficiente de víveres, un ejemplo de trabajo y lucha de personas que han encontrado un loable equilibrio entre un modus vivendi y un servicio.

Algo similar he pensado siempre de negocios tradicionales de Puebla  como el restaurante El Cazador de la 3 Poniente. Este, en su momento, recibió ya el reconocimiento de ser parte del patrimonio gastronómico de Puebla.

Este de don Pepe es parte central de esa pequeña zona comercial que se extiende a lo largo de dos calles, la 3 Sur, de la 27 a la 31 Poniente, donde la variedad de giros es impresionante.

 Algo bien pensado podría hacer la autoridad para mejorar  integralmente esta zona, en cuanto a pavimento, aceras, fachadas, señalización visual y seguridad.

 Cuidar el paisaje, respetar el modo de vida de los luchadores comerciantes y brindar una  mucho mejor imagen a los poblanos que por miles concurren a diario a este singular escaparate multicolor de Puebla. Lugares como este merecen la atención, el cuidado y el estímulo de los gobiernos.

La tienda de don Pepe El Gallo me hizo recordar esa canción de inconfundible sabor y contenido jarocho, que describe precisamente  la inconmensurable variedad de artículos que entre cuatro paredes ofrecían a la cliente esta clase de expendios en el estado de Veracruz, y en otros lugares del país.

Echemosle ojo a los versos de este sabroso son veracruzano:

 

LA TIENDA.

Sin diligencia ninguna
he logrado mis intentos:
abrir un establecimiento
en la famosa laguna.

Soñé con esa fortuna
hace muchísimos días,
comprendí que yo sería
hombre de mucho poder
y que llegaría a tener
lo que ninguno creía.

Una tienda bien surtida
donde encontrara usted sal,
manteca, garbanzo, cal,
clavos de todas medidas;
de todo lo que usted pida:
cigarro, añil y tabaco,
hay sardinas machachaco,
cervezas de todas clases,
y si no le satisface,
pida otra cosa con taco.

Ajo, chile ancho y cebolla,
todo lo doy muy barato,
vendo botella de extracto,
yuca para carne de olla.
De oro bonitas argollas,
un gran surtido de aretes,
polvo por kilo y paquete,
navajas de rasurar,
y si se quiere pintar,
también tengo colorete.

Arroz, maíz, tractolina,
azúcar, licor, café,
licor del que pida usted,
encontrará en la cantina.
Muchísimas cosas finas,
entre ropa y Mercería,
mil flores de chuchería,
horquillas y pasadores,
vinos de todos colores
y una gran perfumería.

Si busca usted medicina,
encontrará de patente,
vino reconstituyente,
de todo ungüento y glefina,
también tengo hemoglobina,
sal de higuera y carbonato.
Cuento con un aparato,
de hilo de telegrafía,
para pedir mercancía,
donde me den más barato.

Si busca cafiaspirina,
encuentra usted y “cafrión”,
también tengo feligón.
lo mismo que roberina;
es buena la cibalgina,
para el dolor de cabeza.

De billar tengo tres mesas
de buchaca y carambola,
cartucho para pistola,
que en Tlacotalpan es rareza.

Tengo aceite de guisar,
aceitunas y alcaparras,
hacha, machete, tlalpala
y piedra para afilar.

Si desea un libro escolar,
lápiz, tinta, algún cuaderno,
no se vaya al quinto infierno,
visite usted mi surtido,
para que quede entendido
que mi comercio es moderno.

Toda clase de sombreros,
canicas y ligas de hule;
vendo petate de tule
y espejo de cuerpo entero,
cáñamo, trompo, balero,
muy bonita la diadema,
jabón de olor, talco y crema,
cepillo para los dientes,
hay preciosas plumafuentes,
para que escriba algún tema.

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.