Salvar el fuego, la novela de Arriaga

  • Víctor Reynoso
Salvar el fuego, presenta mundos sórdidos: el narcotráfico y las cárceles

“El mensaje de esa película es que, si te portas mal, te va a ir mal”, me dijo un amigo refiriéndose a Amores perros. Para él se trataba de una película moralista. El comentario me llamó la atención: es muy extraño considerar que esa cinta tenga un contenido moral.

Pero en algo puede tener razón. En las relaciones causa efecto. En lo que algunos conocen como karma. ¿Es cierto que malas acciones generan malas consecuencias? Quizá la pregunta sea más importante que las posibles respuestas.

Pregunta que viene al caso con la fascinante novela de Arriaga, Salvar el fuego. Nada más lejos del moralismo que este libro, ganador del premio Alfaguara 2020. En un tono que recuerda a Amores perros (de cuyo guion es autor Arriaga), Salvar el fuego presenta mundos todavía más sórdidos: el del narcotráfico y el de las cárceles mexicanas. Lo contrasta con la vida de gente que vive en San Ángel, tiene casas de lujo, con todo y caballos, en Tepoztlán, y se dedica a actividades artísticas como el cine y la danza.

El acercamiento a esos mundos es verosímil, y brutal en el caso de los dos primeros. Se trata ciertamente de ficción, pero de una ficción con sentido, que nos permite imaginar los terribles sufrimientos y el sin sentido de quienes han caído en esos mundos, el del narcotráfico y las cárceles.

Los mundos sórdidos se vinculan en la novela con el mundo elitista por el amor, o más bien dicho, por el enamoramiento. Ese es el fuego que hay que salvar: el de dos personas intensamente enamoradas, unidas por la mutua admiración, y desde luego por un vínculo sexual que podríamos calificar extraordinario.

La intensidad de ese fuego es tal, que el lector está tentado a pensar que la dinámica de Amores perros aquí señalada no está presente en Salvar el fuego. Que se pueden cometer errores graves (desde el punto de vista de los valores tradicionales) e irle a uno muy bien. Es una interpretación posible.

Pero no es la única. Sabiamente, el autor termina la novela con puntos suspensivos (es un decir) y omite decirnos el clásico “y vivieron felices para siempre”. Por lo que es posible imaginar que el amor de Salvar el fuego terminará igual los de Amores perros.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.