El fin de las ideologías

  • Héctor Olmedo
La importancia de la victoria borra los obstáculos ideológicos entre los partidos

La sorpresiva pero esperada coalición de partidos aparentemente antagónicos como lo es Acción Nacional, el Revolucionario Institucional y el PRD dibujó en el escenario político de México una nueva etapa, en donde la importancia del vencimiento de un enemigo común puede borrar los obstáculos ideológicos y transformar las agendas de los partidos. Es entonces donde la pregunta surge, ¿y los principios ideológicos?

Desde la concepción constitucional se describe en su artículo 41 que los partidos políticos son entidades de interés público y como organizaciones ciudadanas, hacen posible el acceso al ejercicio del poder público. En síntesis, deberían ser medios para que el ciudadano común acceda a un cargo de elección popular. Sin embargo, el surgimiento de los partidos políticos no siempre tuvo el mismo fin, por ello es necesario realizar un breve repaso histórico de su surgimiento.

Durante gran parte del siglo XIX México no contó con un sistema de partidos políticos como lo conocemos hoy en día, las logias masónicas fungían como entes políticos que promovían la discusión del pensamiento, y las ideologías políticas, pudiendo identificarse dos facciones las logias pertenecientes al Rito de York, que promovían un modelo republicano y las logias del Rito Escocés Antiguo y Aceptado que apoyaban la instauración de una monarquía en un régimen centralista. A mediados del siglo XIX los primeros partidos comienzan a emerger, de una manera un tanto clandestina, es decir no contaban con una regulación o algún tipo de registro, difundiéndose cientos por todo el país.

No fue sino hasta el siglo XX que el sistema electoral formalizó el registro de partidos políticos comenzando a dotarlos de derechos y obligaciones. Acción Nacional es un partido que se define como humanista y surge en 1939 como una oposición al régimen del entonces Partido de Revolución Mexicana antecesor del PRI, desde su creación se pronunciaron a favor de temas como la libertad económica, la defensa de la propiedad privada y la importancia de la familia tradicional como núcleo del quehacer del Estado. En contrapartida unos años más tarde surgiría el Partido Revolucionario Institucional que aglutinó los intereses de los caudillos de la posrevolución y que en sus inicios promovió el socialismo como forma de gobierno, modelo que en la práctica nunca fue instaurado de manera plena, teniendo tendencias hacia una socialdemocracia y promoviendo la creación de estructura sociales altamente corporativizadas. No es hasta 1989 que el Partido de la Revolución Democrática aparece en la escena política de México. La elección de ese año donde contendió Cuauhtémoc Cárdenas y perdió pese a la gran cantidad de señalamientos e irregularidades presentadas en la elección, generó una inconformidad social que se tradujo en la creación del PRD, unificando al Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y a los diversos movimientos de izquierda. Abanderando el progresismo, el socialismo democrático y la idea de una democracia participativa como forma de gobierno.

Ahora bien, que hemos realizado este brevísimo recorrido histórico es menester reflexionar que los partidos políticos han sido durante la mayor parte del siglo XX y XXI únicos vínculos que permiten el ejercicio del poder, y es precisamente esta función la que los ha dañado en el transcurso del tiempo, la monopolización del poder ha transformado a estos en grupos reducidos de intereses de los líderes, alejándolos de las bases sociales y del interés del pueblo.

Desde mi perspectiva la democracia se construye a través de un proceso permanentemente dialéctico, se encuentra siempre en una constante contradicción de intereses que van siendo superados a través de reformas paulatinas al sistema político, y es precisamente la lucha ideológica la que permite que la sociedad avance. Las recientes coaliciones que suman intereses es una demostración más de un proceso dialéctico en el que tres antítesis se unen para dar lugar a una tesis (PAN, PRD y PRI), la pregunta es, ¿cómo se conciliarán las agendas políticas de dos entes políticos tan ideológicamente distintos? ¿cómo se conciliará la visión revolucionaria con el conservadurismo?, ¿las bases netamente puras de estos tres partidos estarán dispuestas a dar el voto y movilizarlo a sus enemigos histórico? La lucha en este 2021 pareciera que va más allá de consolidar un escenario de victoria, la real victoria es eliminar del escenario político a la antítesis MORENA que representa el enemigo a vencer para estos partidos políticos.

Hablarle a Manuel Gómez Morín en aquellos de una posible coalición del PRI y el PAN hubiera sido una locura, o plantearle a Cuauhtémoc Cárdenas en 1990 una alianza con el PRI no habría tenido la menor cabida.

Nos enfrentamos ante partidos políticos que han abandonado las causas por las cuáles surgieron, que se encuentran en un laberinto ideológico que pareciera no tiene mayor solución que la derrota del enemigo común, ¿no será acaso este el principio del fin? ¿o tal vez será el comienzo de nuevas ideologías?

Como acostumbro dejo la reflexión abierta a mis queridas y queridos lectores.

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Héctor Olmedo

Licenciado en Administración Pública y maestro en Ciencias Políticas por la BUAP; especialista en Derecho Electoral y Cultura Política. Se ha desempeñado en áreas de la administración pública federal y en órganos electorales federales y locales. Miembro de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales.