El monumento receptor de la demanda social (2/4)

  • Elvia de la Barquera
El descontento reutiliza la escultura pública en objeto del descontento social

La semana pasaba hicimos un breve recorrido por la utilización del espacio público, el monumento, y la importancia y significado del momento histórico, para rememorar ocasiones en que nuestra escultura pública se convirtió en objeto de destrucción por descontento social, por lo que citamos olmecas y cholultecas en un significativo cambio social, político y estructural de Mesoamérica. Lo cierto es que no han sido los únicos casos, de hecho, la finalización del virreinato se había de vitorear con la destrucción de los escudos de armas de la corona española en la mayoría de nuestras ciudades y algunos monumentos dedicados a Carlos III.

A finales de la colonia, en la Plaza de Armas de la Ciudad de Puebla, el gremio de plateros levantó un monumento dedicado a Carlos III que se inauguró en 1783 y que fue desmantelado en 1825 y sustituido por un monumento que referenciaba a la Independencia con Armas de la República, demolida, a su vez, en 1842. Un año después se instaló una escultura ecuestre con la América de jinete en cuyo medallón estaba representado el busto de Santa Anna, lo que causó el derribo total del monumento en 1855 por el pueblo, quedando el zócalo de dicho monumento.[i] A diferencia de la Ciudad de México en cuya Plaza Mayor quedó el zócalo en el centro durante tres años para un monumento a Santa Anna que nunca llegó a erigirse. De ahí el nombre que popularmente se les dio a estas plazas.

A nivel mundial y a raíz del asesinato de George Floyd, la escultura pública ha dado varios vuelcos, ya que se están eliminando aquellas que denotan racismo y esclavitud o una mancha en la historia. La brutalidad policiaca y la evidente impunidad provocaron más cólera e impotencia, pero cuando ésta encontró cobijo social, se tradujo en violencia. La sociedad utiliza el espacio público para reivindicarse, lo hace con manifestaciones multitudinarias levantando el puño y la voz, pero también apropiándose del monumento, haciéndole más público que nunca. Un ejemplo representativo es el de la sustitución del traficante de esclavos del siglo XVII Edward Colston por una A Surge of Power de Marc Quinn en Inglaterra.[ii] A la par, en Estados Unidos se han destruido estatuas de Colón, misioneros, confederados y deportistas,[iii] casi sin distingo.

 

EL PASEO DE LA REFORMA

El siglo XIX fue un siglo conflictivo pero determinante para el devenir de la nación mexicana, por un lado la introducción de la litografía por Linatti en 1825, por otro las constantes guerras de intervención, donde el territorio se vuelve fundamental para la temática pictórica, en un intento de respaldar desde el lienzo la consolidación de un estado independiente y la defensa del territorio nacional. El XIX es un siglo en donde liberales y conservadores buscan la unificación, la homogeneización de la cultura, sin embargo hay pequeñas voces disidentes representadas en el Costumbrismo (La venganza de Gleba de Federico Gamboa o la pintura de Agustín Arrieta), del cual nace una tendencia indigenista, lo que queda evidenciado por los personajes como Ahuizotl, Izcoatl o Cuauhtémoc, obra de Alejandro Casarín, escultura de corte académico y con ropajes europeos.

Una de las avenidas más importantes de la ciudad de México, sin duda alguna, es la Avenida de la Reforma, que fue concebida, delineada y construida por momentos históricos determinantes. El primero en plantearla fue el emperador Maximiliano de Habsburgo, quien busca dotar de infraestructura al país, así como dar continuidad a proyectos empezados por la anterior República (como el caso de los ferrocarriles) y enriquecer la traza y desarrollo urbano. En este tenor concibe una amplia vialidad que conecte a la Plaza de la Constitución con el Castillo de Chapultepec, lo cual tuvo lugar cuando los combatientes de la Reforma habían huido hacia el norte, cuando se establece el Segundo Imperio, en un intento de emular a la Avenida de Campos Eliseos y a la que llama Paseo de la Emperatriz.

Posteriormente, al regreso de Juárez y, como es de esperarse, el presidente le cambió el nombre por la de Paseo Degollado, en honor a Santos Degollado. A la muerte de Juárez y en honor a éste, se le cambia el apelativo por el que se mantiene hasta nuestros días.

Al llegar Porfirio Díaz al poder (1876), retoma el desarrollo urbano, tecnológico y de infraestructura, y, sin dejar a un lado su inclinación por el afrancesamiento del espacio, ni su apoyo a los artistas de la época, dota de elementos estéticos al Paseo de la Reforma, cuya idea de fondo es rememorar a personajes que contribuyeron a la formación de nuestra nación, impulsando una “cultura nacionalista con pretensiones de modernidad”,[iv]  por lo que cada estado aporta esculturas de héroes, próceres o personajes eminentes de su respectiva localidad. Así, en 1877 se inauguran el Monumento a Cuauhtemoc y el monumento a Cristóbal Colón.

 

 

NOTAS

 

[i] Leicht, Hugo: Las Calles de Puebla, Gobierno del estado de Puebla, 2006, p. 474-480. De la Barquera, Elvia: “La Plaza Mayor y su contenido escultórico”, en Aristas de la Ciudad, en La Jornada de Oriente, junio 2012.

[ii] https://www.elcomercio.com/actualidad/estatuas-proesclavistas-eeuu-cambios-afroamericanos.html.

[iii] https://www.elcomercio.com/tendencias/inglaterra-estatua-traficantes-esclavos-racismo.html.

[iv] Velásquez, Roxana: “De la Academia al Porfiriato”, en Escultura Mexicana de la Academia a la Instalación, Zavala, M. y Escudero A. (coords), CONACULTA-INBA-Landucci Editores, México 2001, p. 24.

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Elvia de la Barquera

Egresada de Antropología UDLAP, Bellas Artes Universidad de Barcelona y Doctorada en Espacio Público: Arte-Sociedad UB. Artista, investigadora, docente y Crítica de Arte con publicaciones varias