Hacia las estrellas

  • Moroni Pineda
Gracias a Trump muchos dudan de la democracia, del sistema electoral y creen en fraude

 240 años le tomó a la democracia estadounidense consolidarse. Hasta hace solamente cuatro la gran mayoría de nuestros hermanos gringos confiaban casi ciegamente en ella. Cuatro años después muchos dudan, sumándose cada día más, de su sistema electoral y creen que es posible un fraude. ¿El autor de la tragedia? Un casi comediante, influencer setentero, sin ninguna credencial cívica ni intelectual, con muy poca moral como sus mismos allegados suelen describirlo y con cero congruencias personales. Alguien que ha dicho que podría matar impunemente en la quinta avenida y aun así seguir teniendo la confianza de su electorado.

En las antípodas se encuentran un Abraham Lincoln de un Donald Trump, y con todo y eso, el primero nunca gozó el grado de aceptación y popularidad fanática que tiene el último. Lincoln tuvo que dirigir a su nación en una guerra para defender un principio, cosechó por años una reputación formidable que goza aun hoy en día y al final, dio su vida por la causa que abrazó.

El empresario de casinos y figura de realty-show carece de algún registro en donde quede constancia de su generosidad, sin que hubiera de por medio una conveniencia. Y no solamente eso, el mismo presume esta actitud ante la vida en su libro que pretenciosamente llama el Arte a Negociar. Donald Trump se ve así mismo sentado en un inmenso monumento como el de Washington Mall, con la imagen apabullante del buen Abraham mirando hacia la democracia. Así se ve el actor, empresario despiadado, -palabra que por cierto le gusta-, y por momentos misógino declarado en la mente de sus conciudadanos; Sentado y dominando sus pensamientos, pero, sobre todo, sus emociones.

La raíz del populismo no se encuentra en la educación intelectual. La izquierda y la derecha han cometido el mismo error que cíclicamente nos ha puesto al borde del colapso social. La arrogancia progresista de unos y conservadora de otros, los ha hecho pasar años columpiándose entre los dos espectros del pensamiento político, tratando de impregnar en la mente de sus seguidores ideologías que han sido elaboradas en sesudas y largas sesiones de estudio y análisis. Han tratado de traducir estas verdades, tanto de izquierda como de derecha, en discursos públicos y libros inmensos que se han impreso para validar y accionar la reacción pública. Y no es que esto sea incorrecto o poco valioso, para nada, el problema es que tropezamos con la misma piedra una y otra vez en algo fundamental. Que el populismo no pertenece a ninguno de los dos. Que su raíz no está cimentada en lo que dijo Platón o añadió Voltaire. Que el populismo es intrínsecamente emocional y solamente en eso radica su poder. Que el temor y el odio son las herramientas más poderosas para construir o derribar, sin importar que sea el imperio de la ley. Izquierda, derecha y centro son rebasados en su ángulo ciego.

En la Alemania de 1930 existían personas que no imaginaron en menos de 10 años convertirse en asesinos sicópatas. Maestras decentes, empresarios laboriosos, obreros responsables, empleadas eficaces, madres, padres y todo el enjambre social de la normalidad que nos acostumbra, pasarían en un abrir y cerrar de ojos de ser amables vecinos a verdugos de sus propios hermanos. El populismo es un cáncer que en sus inicios pasa desapercibido, de ahí su peligro. Cuando las comunidades reaccionan, este ya ha hecho metástasis, destruyendo la libertad y todo lo decente que tiene la sociedad. Documentado está como hijos entregaron a sus padres guiados por esa ceguedad absoluta, -lealtad dirían algunos-, a la idea sembrada por el usurpador de las instituciones como sucedió con el Duce en Italia, y otras muchísimas veces más en la historia de esta nuestra humanidad. El populismo no tiene una ideología, porque su raíz está en el odio y la división. Por eso es inmune a la ciencia y la razón.

La libertad vive en el corazón de cada persona, y el resultado social que viene de ella, eso que llamamos democracia, también. Laten sin hacer mucho ruido ni demandar demasiada atención, pero están ahí. Hoy, que vivimos un momento surrealista por lo que le sucede a nuestras hermanas y hermanos del norte no debemos olvidarlo. Debemos unirnos para hacer un llamado a ese rincón que existe en cada persona. A no olvidar la tragedia que viene de ceder al impulso del odio descarnado y la forma en que este puede extenderse y escurrirse en nuestro mundo maravilloso. Estoy convencido de que estamos a las puertas de una nueva era de la humanidad, pero que los coletazos del populismo tratan de evitar. Vivimos en el umbral de un momento histórico en la que el respeto a los demás, el cuidado de nuestro mundo y la construcción de sociedades transversales e interconectadas pueden llevarnos literalmente a la conquista de las estrellas. 20 años nos separan de tener una colonia en Marte e iniciar ese viaje anhelado al universo.

Que esas luces en la bóveda celeste nos iluminen, recordándonos todo lo increíble y asombroso que hay en nuestra humanidad. Que esto guíe nuestro actuar, con la convicción poderosa de saber que en nosotros reside fulgurante el amor por los demás.

Al final, esta es la única cura para ese cáncer con todo su mal.

 

 

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Moroni Pineda

Activista permanente. Participa en Consejos de educación estatales y municipales, Fundación Paisano, La iniciativa bilateral México-Estados Unidos, UNETE, Mexicanos Primero, Presidente del Consejo de Participación Social