Urge salvar a México de la catástrofe de AMLO

  • Raúl Espejel Pérez
Utilizando bien nuestro voto, ataremos las manos al lópezobradorismo

No obstante que Andrés Manuel López Obrador asegura que gobernar al país “no es una ciencia”, pocas semanas hubieron de transcurrir después del día que tomó posesión de la presidencia para que diera la primera demostración que no sabe gobernar ni tampoco tiene idea de cómo hacerlo y lo peor, todavía, es que el enorme poder político que tiene, por haber obtenido la mayor votación de la historia electoral del país, le perturbó el cerebro, haciéndolo cometer los errores con los que está causando graves daños a México y a sus habitantes. 

Quienes disponiendo de un espacio en algún medio informativo, hemos asumido la tarea de criticar la mala actuación del presidente López Obrador, todavía no terminamos de escribir un artículo de prensa relacionado con su más reciente equivocación cuando ya tenemos a la vista la siguiente. 

AMLO comenzó su catastrófica labor cuando aún no tomaba posesión de la presidencia de la república. El 29 de octubre de 2018 anunció que cancelaría la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que empezó a edificarse en septiembre de 2015 y al concluir su primera etapa contaría con 743 mil m2 de construcción; 96 puertas de acceso; una torre de control de 90 metros de altura; una terminal de carga con capacidad para 2 millones de toneladas; 3 pistas con longitudes de 4 a 5 kilómetros para efectuar 3 operaciones de despegue o aterrizaje simultáneamente y espacio aéreo libre de interferencias.

López oficializó la cancelación de este importante megaproyecto el 3 de enero de 2019, día en que también anunció formalmente la construcción del aeropuerto sustituto en el predio que ocupa la base militar de Santa Lucía, sin que desde entonces y hasta el día de hoy haya dado a conocer detalles específicos de su improvisada idea e infundada ocurrencia. Lo único que se sabe, a ciencia cierta, que esa cosa que el lópezobradorismo llama aeropuerto tendrá el nombre del general Felipe Ángeles. 

Esta es la diferencia entre un megaproyecto bien planeado y una ocurrencia; entre un gobierno neoliberal y conservador y el gobierno de la 4T que, que según dice AMLO, primero está gobernando para los pobres y al último desgobernando para los demás mexicanos.

Su errónea decisión de cancelar el megaproyecto del aeropuerto de Texcoco, no sólo privó al país de contar con una de las mejores y más modernas terminales aéreas del mundo con la consiguiente pérdida de más de cien mil millones de pesos, sino también ocasionó la volatilización de más de dos mil empleos directos que ya se habían creado y también provocó que muchos inversionistas desistieran de su propósito de invertir en México debido a que el régimen lópezobradorista no otorga garantías jurídicas a sus inversiones productivas.

La cancelación del NAIM fue el principal factor que causó el desplome de la economía con la caída de tres puntos porcentuales en 2019. 

Desde entonces López Obrador ha ido de error tras error, de ocurrencia en ocurrencia y de tontería tras tontería. Ha demostrado, una y muchas veces, que es incapaz de gobernar adecuadamente y también que carece de honradez para reconocer los errores que ha cometido y de voluntad para corregirlos. La autocrítica no está en su agenda.

A la estupidez de cancelar la obra del aeropuerto de Texcoco, han sobrevenido más estupideces. Todas ellas realizadas en el tiempo récord de veintidós meses de su fallida administración gubernamental. Tales como eliminar programas sociales que funcionaban razonablemente y si acaso algunos requerían mejoría.

Otro error de AMLO consistió en legalizar la adjudicación directa de las obras públicas y efectuar las adquisiciones gubernamentales sin acudir al procedimiento de licitación que mandata la ley, incentivando con ello el crecimiento de la corrupción gubernamental que ahora es mayor que antes de la llegada de López a la presidencia de la república.

La enésima falla del presidente de la república fue cancelar el Seguro Popular que estaba bien estructurado y sustituirlo con una pésima ocurrencia llamada Instituto de Salud para el Bienestar (¿?). Organismo que trabaja sin reglas de operación y que con sus constantes desaciertos e improvisaciones acabó de convertir al sector salud en una tremenda zona de desastre que afecta la salud de millones de mexicanos ante la indiferencia del presidente López Obrador y la ineptitud del secretario de Salud Jorge Alcocer.

El desabasto de medicinas  es ahora, con López Obrador, peor que antes con los gobiernos neoliberales y conservadores. Hoy, hasta los escasísimos medicamentos anticancerígenos le roban al gobierno. Nunca habían faltado las vacunas, actualmente son inexistentes, no obstante que ya entramos a la época de la epidemia de la influenza y ambas plagas pueden interconectarse.

Terminará el sexenio de López Obrador sin que cumpla otro de los principales ofrecimientos que hizo a los mexicanos durante su campaña electoral. Proporcionarles una atención como la de “los países nórdicos”. Gratuita y de excelente calidad.

El más grave error cometido hasta ahora por el presidente López Obrador, es su actitud negligente, irresponsable y criminal, que asumida desde el 11 de marzo, día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) caracterizó como pandemia el brote del coronavirus que surgió en China.

Han transcurrido más de siete meses sin que el presidente, como jefe de Estado y responsable de la conducción del país, haya hecho nada para contener y controlar la propagación de la pandemia. Principalmente se ha dedicado a subestimar la gravedad del problema, al declarar, una y muchas veces, que ya aplanó la curva y a diagnosticar, junto con su cónyuge, que nada tiene que ver ni hacer con el Covid-19, que ya se ve la luz al final del túnel.

México es el país que menos pruebas diagnósticas ha efectuado en el mundo. Tampoco ha realizado tareas de seguimiento y es una de las cuatro naciones que peor han manejado el caso de la pandemia. Los otros países son Estados Unidos, Brasil y la India.

Con la intención ocultar su irresponsabilidad por el mal manejo del Covid-19, AMLO recurrió a la estrategia de presentar cifras adulteradas de los irrefrenables estragos que está ocasionando la pandemia en la población en materia de contagios y fallecimientos. Mientras el subsecretario de Salud y vocero presidencial informó, al día de hoy, que solamente han fallecido cerca de 90 mil personas, los especialistas en estadísticas médicas, indican que la cantidad real de decesos asciende aproximadamente a la cifra de 270 mil.   

La inseguridad pública y los delitos (feminicidios, robos con violencia, asaltos, crímenes de alto y bajo impacto, extorsiones y tomas de casetas de peaje) se han incrementado exponencialmente ante la tolerancia e ineptitud una Guardia Nacional. El inútil secretario de (in)Seguridad, Alfonso Durazo, ante su estrepitoso fracaso, en unos días más va a huir en busca de la candidatura al gobierno de Sonora. Pobres sonorenses no saben el mal que les espera si votan por él.  

Lanzar violentos y tóxicos ataques contra los órganos autónomos que, reconózcase o no, están contribuyendo a mejorar el funcionamiento del país y han costado esfuerzo y tiempo construirlos, es otra pifia más del presidente López.

Tarde se le hizo para arruinar a uno de los principales órganos independientes. Al imponer ilegal y arbitrariamente como presidenta de la CNDH a una mujer que además de estar subordinada a él, no reúne uno de los principales requisitos para cubrir ese importante cargo que tiene incumbencia en la  tarea de defender y garantizar los derechos humanos de los mexicanos. No tener afinidad ni intereses con ningún partido político.

Obrador  tiene gente suya infiltrada en la Comisión Reguladora de Energía, en el Centro Nacional de Control de Energía, en la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria, en los consejos nacionales para Prevenir la Discriminación y en el de Evaluación de la Política Social. 

A la Suprema Corte de Justicia de la Nación le incrustó dos puntas de lanza como ministras (Yasmin Esquivel y Margarita Ríos), susceptibles de ser manejadas por él. La primera de ellas es esposa del empresario de la construcción, José María Riobóo, vinculado a López Obrador desde la época en que ocupó la jefatura del gobierno del Distrito Federal. En ese tiempo AMLO, violando la ley, adjudicó sin licitación, cuatro contratos de obra pública por 171 millones de pesos al esposo de la ahora ministra Esquivel. Actualmente el contratista Riobóo es asesor del presidente López en la obra del aeropuerto de Santa Lucía e inventor de la teoría de que los aviones no chocan porque se repelen. 

Con la finalidad de concentrar en sus manos el poder, el errático López Obrador,  logró someter al ministro presidente de la SCJN, Arturo Zaldívar. Este servidor público, aprovechando el cargo que ocupa en la Corte, indujo a los ministros de ese órgano jurisdiccional a votar a favor de la consulta pública que promovió AMLO para que los expresidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña sean juzgados penalmente.

López  también influye en las decisiones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. 

Podría mencionar otros daños que AMLO está ocasionando al país, pero con hacer referencia de éstos, es más que suficiente para tomar la decisión de botarlo de la presidencia de la república.

Después de observar la forma desastrosa como Andrés Manuel López Obrador ha gobernado durante veintidós meses y ante la necesidad de evitar que siga dañando al país y a los mexicanos es tiempo de considerar la conveniencia de sacarlo de la presidencia de la república o revocarle el mandato constitucional que se le otorgó el 1 de diciembre de 2018.

No existen, a corto plazo, las condiciones necesarias para derrocarlo. Por ello, quitarle el poder antes que concluya su mandato constitucional no es tarea fácil de realizar. Sólo es posible lograr ese imprescindible y saludable objetivo, mediante el procedimiento jurídico de revocación de mandato que se efectuará hasta el lejano 21 de marzo de 2022.

La opción idónea, por pacífica y legal, es esperar a que se lleve a cabo el procedimiento de revocación de mandato, para expresar en las urnas el deseo de remover a López Obrador.  

Sin embargo, las elecciones del 6 de junio de 2021 ofrecen a los ciudadanos la magnífica oportunidad de dar el primer paso formal para sacar a López del Palacio Nacional, votando en contra de todos los candidatos a diputados que postulen Morena y sus minipartidos satélites, como el PVEM, PT y PES. De esa manera, utilizando bien nuestro voto, ataremos las manos a AMLO para impedir que continúe efectuando sus actividades depredadoras, al romper la fuerza hegemónica y avasalladora que tiene en la Cámara de Diputados.

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Raúl Espejel Pérez

Ha colaborado como articulista en la revista Jueves de Excélsior, El Universal de México, El Universal Gráfico, El Universal de Puebla, El Día, Nueva Era de Puebla y la revista Momento de Puebla (versión impresa y digital).