México libre de México libre

  • Juan Luis Hernández Avendaño
Debato la legitimidad de los ex presidentes a hacer política activa y buscar el poder

¿Usted estaría de acuerdo que López Obrador y su esposa, Beatriz Gutiérrez, iniciando el año 2025 se lanzaran a una campaña nacional por crear un nuevo partido político? ¿cuál debe ser el papel de los ex presidentes y sus familias en la vida política de México?

El priato creó el hiper presidencialismo mexicano. Krauze le llamó “presidencia imperial”, Carpizo enlistó las enormes capacidades constitucionales y meta constitucionales del presidente mexicano, antes de la alternancia. A fines del siglo XX y con la alternancia panista en la presidencia, el ejecutivo federal ya no controló las elecciones, ni a los gobernadores ni a otras instituciones nacionales relevantes. Sin embargo, el presidente de México, a diferencia de otros líderes latinoamericanos, siguió teniendo 6 años para hacer y deshacer aún con un margen de maniobra considerable.

Felipe Calderón y Margarita Zavala, un matrimonio atípico de políticos mexicanos, tuvieron seis años todo el poder, tanto, que su sexenio ha pasado a la historia como el detonante de la violencia expansiva en el país con la implicación del Ejército y la Marina en tareas de seguridad pública, circunstancia ejemplar en el sentido de que una vez introducidos ciertos actores en la arena pública, después no resulta sencillo regresarlos a la marginalidad discreta en la que se encontraban. Calderón, como el resto de los presidentes, acertó y erró en unas y otras políticas. Entró por la parte de atrás al ejecutivo federal en unas elecciones cuestionables para terminar su sexenio entregándole la presidencia no a su partido, sino una vez más al PRI, acaso como resultado obvio conclusivo de un sexenio fallido.

Pero Calderón decidió ser un ex presidente activista. Lleva ocho años tratando de defender su sexenio. Su incontinencia verbal le permite estar todos los días en el debate público, esencialmente buscando ser un polo opositor al gobierno de López Obrador. Abandonó al partido que lo llevó a la presidencia y, su esposa, Margarita Zavala, lo ha seguido sorprendentemente en estos movimientos que parecen de sincronía calculada. Zavala ha querido construir un espacio propio, queriendo primero ser candidata independiente, y luego encabezar un partido nuevo, México Libre. Pero en cada paso, en cada aspiración, Calderón está atrás, al lado o al frente. Calderón ha sido un fardo en la intención de Zavala de hacer camino propio, o en su defecto, la ex primera dama no ha querido o no ha podido apartar de su camino político al ex presidente.

No debato las tesis jurídicas que le negaron a México Libre su registro. Me limito a la legitimidad política de los ex presidentes a hacer política activa, a seguir luchando por el poder. No me cabe duda que todos los ex presidentes han seguido cuidando sus intereses a través de interpósitas personas, haciendo negocios y colocando alfiles en los nuevos gobiernos. Pero participar abiertamente en el campo simbólico de la lucha por el poder, es otra cosa. Se trata, desde mi perspectiva, de un afecto desordenado no sólo por el poder, sino por el amor a vivir del dinero público, es decir, de los impuestos de los mexicanos. Sin el registro, los Calderón-Zavala se han quedado sin 162 millones de pesos que les hubieran correspondido por su nueva aventura.

Los mexicanos vemos hasta en la sopa al presidente durante seis años. Una herencia positiva de la regla constitucional de la no reelección es la primacía de la circulación de las élites políticas o sociales. Aunque siempre presenciamos reciclajes de la clase política, sigue siendo muy sano políticamente que los ex presidentes se retiren a la vida privada y dejen el espacio para las nuevas generaciones o para las otras tribus políticas. Verlos con poder seis años y seguirlos viendo otros años más con ansias de poder resulta por demás tóxico en un país que ya tiene demasiados traumas sociales y políticos como para aceptar que los que fueron reyes o virreyes durante un sexenio los sigamos teniendo en la arena pública obsesivamente.

México no sólo no necesitaba a México Libre, sino que no necesita a los tres nuevos partidos que el Tribunal Electoral regaló el registro. Los partidos políticos siguen estando en el sótano de la credibilidad ciudadana junto a la policía, los diputados y los senadores. Los nuevos partidos, ligados al evangelismo y a sindicatos magisteriales, no aportan nada nuevo al terreno electoral ni agregan intereses genuinos de la sociedad mexicana. Los mexicanos, con nuestros impuestos, sostenemos partidos inútiles, innecesarios, franquicias familiares que están demás.

México está libre de México libre. Los Calderón-Zavala no saben ser ex familia presidencial, parece que no saben vivir sin dinero público. De la misma manera que no me parecería legítimo que Beatriz Gutiérrez y López Obrador, una vez terminado su tiempo en el ejecutivo federal, siguieran buscando poder y prerrogativas públicas, no me parece correcto que los Calderón-Zavala insistan en buscar el poder. Su tiempo ya pasó y sólo la historia y los mexicanos les darán el lugar que merecen.

Politólogo, Director General del Medio Universitario de la Ibero Puebla.

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.