Migración; Manos, Voces, Miradas y Corazones

  • María Clara de Greiff
Ramírez Rocha difunde y da luz al trabajo digno de las manos de Las Patronas

Hanover, Nueva Hampshire. Dentro del ciclo de actividades “Entendiendo la justicia social un acercamiento a la diversidad” organizado el año pasado por La Casa del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Dartmouth, el productor y realizador mexicano Tonatiuh Ramírez Rocha y creador de Bendita Productions,  fue uno de los invitados a presentar una serie de micro-documentales realizados por él referente a estos temas.

En su discurso de apertura “Cuando Superman se convirtió en mexicano”, Ramírez Rocha, tomó como referencia  una entrevista del cantautor mexicano Juan Gabriel, que en alguna ocasión dijera que  “el migrante más conocido del mundo era Superman”, el realizador hizo una analogía y enfatizó: “Este superhéroe llegó a este país sin pasaporte, sin visa, sin permiso de trabajo y más aún, venía de otro planeta, es decir un extraterrestre; lo que podía hacerlo receptor del (duro) término illegal alien. En esa descripción, por su condición migratoria, Superman podría tener mucho en común con un mexicano promedio en este país”.

Posteriormente, Ramírez Rocha, comentó que en la serie Action Comic de DC en el número 987, a este superhéroe se le ve defendiendo a trabajadores indocumentados; específicamente, “Se interpone a una ráfaga de balas y con su cuerpo -de acero- cubre y desvía los disparos que hace un presunto supremacista blanco, quien se sentía robado y desplazado en el trabajo por estos migrantes. Así que, Superman les salva la vida”.

Ramírez Rocha regresa entonces con su acertada retórica al mundo de lo real, de lo terrenal y nos dice que en el mundo tangible “este tipo de superhéroes no existe. Sin embargo, en el plano físico de este planeta contamos con héroes, personas que realizan cosas extraordinarias y que requieren de mucho valor… y con sus protagonistas tenemos oportunidad de ver el valor de su trabajo, de las cualidades de sus personas y de las causas que defienden; son Supermen o Superwomen reales, de carne y hueso”. Hecho que constatamos en su microdocumental “Las Patronas”  acerca de un grupo de mujeres en la localidad de Guadalupe, en el Municipio de Amatlán de los Reyes Veracruz que cumplen este año su XXV aniversario preparando víveres para lanzar a los migrantes  que se transportan en el tren La Bestia.


Manos de voluntarios otorgan alimento  y esperanza, preparado por Las Patronas a los migrantes que se dirigen hacia los Estados Unidos en el tren La Bestia. Fotograma del micro-documental “Las Patronas”.

 

El video muestra a Doña Norma Romero, fundadora de su propia ONG como una gran jefa y a su valeroso equipo de manos ágiles. Incansables manos que preparan comida 365 días al año, para brindar alivio a los migrantes en su travesía en el tren La Bestia hacia los Estados Unidos. Procuradoras de vida y de esperanza son las manos de Las Patronas.  Manos dotadas de amor y de generosidad. Manos que entregan el corazón. Manos que hablan. Porque como atinadamente dice Ramírez Rocha también en su discurso, “uno es las causas que defiende”.  Y así como las manos de Las Patronas dan vida, sustento y esperanza, el arte visual de Ramírez Rocha es el resultado de manos que sostienen la cámara y captan a través de la mirada estas iniciativas de “Superwomen” de la vida real. Narrativa visual la de Ramírez Rocha que difunde y da luz al trabajo digno de las manos de Las Patronas. En las propias palabras del realizador audiovisual “Estos videos contienen otras voces y otras miradas sobre la migración; principalmente para tender puentes de entendimiento y no muros que nos separen”.

 

Mural “Las Patronas Mujer Pájaro” en el comedor albergue de Las Patronas en Amatlán de los Reyes, Veracruz. Digna metáfora de estas mujeres y el trabajo en favor de los migrantes. Fotografía de Tonatiuh Ramírez Rocha.

 

Muchos de los migrantes que llegan a tierras norteamericanas, han usado al tren La Bestia como transporte, otros en sus errancias usan rutas diversas, no menos escabrosas. Pero en su mayoría, los que logran llegar al Upper Valley, se emplean en las granjas lecheras. De esta manera, tras horas intensas de trabajo, 75 a la semana en promedio, sus manos dan vida, sustento y aliento a familias en México y Centro América, así como también a las de estas tierras del norte de indomables inviernos.

En esta ocasión conversamos con Marcela, oriunda de la comunidad de María de la Torre Veracruz en Martínez de La Torre Veracruz, y que tiene dos años de haber llegado al Upper Valley. Marcela trabaja todos los días, excepto el lunes en un restaurant local lavando platos desde las once de la mañana hasta las once de la noche. En la primavera y hasta que el clima lo permite, su jornada laboral empieza a las seis de la mañana en una granja cercana a su casa hasta antes de irse a su segundo trabajo.

-¿Qué significan para usted sus manos?

-Mis manos lo son todo, significan todo, son con las que trabajamos, sin ellas no somos nada. Y ahora más que nunca que estoy sufriendo de tendonitis en la mano derecha valoro lo que significan, pues no me puedo dar el lujo de descansar y perder mi trabajo.

Marcela comenzó entonces relatar su historia personal, el viaje, la travesía, los desafíos, los miedos…

 -Yo me tardé veinte días para llegar hasta acá. Pasé a la tercera vez. Éramos seis cruzando en total y yo era la única mujer. Cuando íbamos a atravezar el Río Bravo entre Reynosa y MacAllen, uno de los hombres me decía “quítate la ropa, no puedes cruzar con ropa”, yo me dejé unos boxers, me quité el brassiere y me dejé la blusa. No sé nadar muy bien y cruzando el río en la cámara de la llanta, te van jalando y arriba teníamos la bicicleta. Cruzamos a las 12:30 de la noche y al llegar al otro lado pues me tuve que desnudar delante de ellos y me puse la ropa deportiva que me habían dado para andar en la bicicleta. Me enfermé horrible. Tenía una fiebre altísima y nos quedamos ahí tirados en el monte hasta las 5:00 de la mañana. Yo estaba temblando y con frío y uno de los señores me abrazó y pude dormir dos horas, pero muy angustiada de que no me fuera tocar el señor o a pasarse conmigo. Al otro día a diez metros había un caminito a un campo de golf y salimos en nuestras bicis con ropa muy deportiva como si estuviéramos simplemente montando en bici. Yo estaba súper enferma, me quería desmayar. Anduvimos en bici dos horas hasta llegar a la Walmart y ahí nos recogieron y nos llevaron a una casa de alguien. Ahí pasé siete días muy enferma.

-Llamé a mi hermano para que mandara dinero para comprar medicinas. Luego tenía que pasar el check point y unas gringas me metieron en su mini-cooper, atrás. Me dijeron que no hiciera nada de ruido, me dieron tres botellitas de agua y ellas me iban avisando cuando estuviéramos cerca del check-point. Pusieron cosas arriba de la cajuela donde yo iba metida, como patines y juguetes y equipaje y me iban diciendo “ya sólo falta 1 kilómetro, ahora sí, no respires porque los perros huelen el sudor”. Yo sólo rezaba. Cuando ya me habían pasado después de cuarenta minutos me subieron adelante del carro. ¡Lo había logrado!

-¿Qué es lo que más extraña usted?

-El sacrificio más grande es no estar con la familia, mis papás y mis hermanos.

-¿Cómo ha cambiado su rutina ahora con el coronavirus?

-Pues a mí me quitaron un día de trabajo y lo he resentido mucho. Si antes salíamos muy poquito ahora salimos menos. Pero yo desde que llegué he estado aislada, así que sigo igual.

Para finalizar mi conversación con Marcela le pregunté si creía en el sueño americano a lo que respondió:

-Sí, definitivamente vale la pena. El sueño significa regresar a México y los pasos son: comprar un terrenito, construir una casa, comprar un local y poner un negocio propio para no trabajarle a ningún patrón. Es un sueño de independencia.

Así terminamos esta charla con Marcela. A sus manos resilientes e incansables dedico esta columna, manos que edifican el sueño de independencia y también a las manos altruistas de Las Patronas.

mcdegreiff@yahoo.com.mx

Opinion para Interiores: 

Anteriores

María Clara de Greiff

Es periodista y profesora para el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Dartmouth en Hanover, New Hampshire