Disonancia cognitiva o deficiencia cogitiva

  • Julio Broca
El caso Lilly Téllez, repostera de la noticia

I

Libertad de expresión para todos

No cabe duda se está haciendo un uso extraordinario de la libertad de expresión como nunca se había visto ni vivido. Y el mayor provecho hoy lo sacan aquellos que persiguieron destruir esa libertad. Ironías de la vida. ¿Cuándo, cualquiera de nosotros en el periodo de Calderón o Peña hubiera podido hablarle así como lo ha hecho Lilly Téllez a un secretario, subsecretario sin amanecer muerto o vivir perseguido?, y por cierto, con verdades. Muchos muertos de ese periodo jamás encontrarán justicia, muchas historias de persecución y difamación siguen impunes y silenciadas. Lilly Téllez puede mentir, insultar, y tener un puesto que se paga con el dinero del pueblo.

II

Un bien moral

Por otro lado, mientras los imitadores de Brozo o Mola intentan ser más ofensivos que ellos —y la competencia está dura—, el Dr. López Gatell da cátedra de pedagogía y serenidad ante la ofensa. ¿En qué está pensando el subsecretario de Salud cuando lo ofenden de esa manera? No está pensando el subsecretario en él mismo, o en la ira que pude producir el insulto público a su persona o la flagrante difamación. Me atrevo entonces a decir que como buen alfabetizador que ha sido, está pensado en el impacto de sus acciones, ejemplares para jóvenes generaciones. Su primer respuesta ante su señalamiento de “virrey” ni siquiera fue defensiva sino axiológica. Tuvo además, la entereza de reafirmar y hacer aun más explicito su lugar de enunciación y su postura política a favor de un proceso democrático representado por Obrador en nombre del pueblo que votó, varias veces, por él. Esa entereza de explicitar para quién se trabaja y por qué, es imposible para la hipocresía política que sigue siendo el principal enemigo de toda transformación.  Es un gran documento moral la actitud de Gatell, y su actitud hace un gran bien a una nación saqueada por propios y extraños bajo el falaz argumento que “la corrupción es cultural”.

III

Gansito, ¿más letal que el Covid?

La corrupción jamás es cultura, es precisamente su ausencia. En México la publicidad ocupó el lugar de la cultura. Generó hábitos e identidades desgarradoras del tejido social y una corrupción, aun tan extendida, que muchos corruptos nacionales y locales siguen jugando a no ser vistos en el río revuelto de tantos problemas pendientes. Corrupción en la construcción, en las industrias editoriales, en las universidades, en el outsourcing, en la alimentación industrializada. Téllez intenta defender a ciertas empresas y eximirlas del hecho de que la hipertensión, la diabetes obesidad generada por los gansitos y los bimbos, etc. es el factor más letal, desviar la atención de este hecho innegable. Pero ese es su trabajo en los noticieros ¿no? Téllez intenta salvar a los asesinos sonrientes cuando los exculpa de la mortandad que han provocado por el hiperconsumo de sus productos en el festival del libre mercado neoliberal, libres han sido de vender hasta exterminar la salud. Un día veremos con toda claridad la cercanía de los campos de exterminio y la distribución racional de la cocacola y el gansito.

IV
Reposteros del pastel… noticioso

Los medios de comunicación hegemónicos y monopólicos del periodo neoliberal y que aún lo extrañan porque lo gozaron, nunca presentaron preguntas sino verdades, sus verdades más letales que la pandemia. ¡Con qué serenidad perversa Jacobo Zabludovsky negó la masacre de 1968 en televisión nacional durante décadas!, ¡con qué tranquilidad corruptos flagrantes aun no se enteran que Santiago Nieto tarde o temprano los investigará! Molotov le dedicó a Jacobo su canción que no te haga bobo Jacobo. El fue y sigue siendo el gran paradigma de muchos reposteros del pastel de la verdad o que ven la verdad como pastel: reporteros desvergonzados les llamaría el polaco Ryszard Kapuscinski, yo les llamo, a manera de ironía reposteros de la noticia, con perdón de los verdaderos y dignísimos reposteros.

V

La disonancia

Disonancia es antónimo de armonía. Disonancia cognitiva fue el término epistemológico empleado por el Dr. Gatell para ilustrar una situación en la que la realidad es percibida de forma distinta entre personas. Pero sobre todo, es disonancia porque tales percepciones chocan por ser contrarias y no encontrar un diálogo respetuoso para ser planteadas. Me viene a la mente Cyrano de Bergerac, el libertino francés del siglo XVII quien había escrito un bello pasaje en su libro Estados e imperios del sol y la luna, —lo leí hace mucho y no lo tengo a la mano, agradeceré cualquier corrección de los lectores— en el cual las discusiones se desarrollaban no por el lenguaje hablado sino por el lenguaje de la música es decir, con instrumentos musicales. Cuando el asombrado visitante del imperio en cuestión pregunta a su guía por qué todos tocan instrumentos en todo lugar, la explicación le asombra. Todavía perplejo, el visitante pregunta si no es mejor, simplemente, hablar. El guía le contesta que no, porque a diferencia del diálogo, en la música, “los necios desentonan” y es evidente.

VI

Deficiencia cogitiva (cogitar poco o nada)

Escuché mal la polémica y oí de pasada “deficiencia cogitiva”, en lugar de disonancia cognitiva. Pero me pareció correcto. He tenido que aclarar algunas veces ya, que no me refiero a la vida sexual de nadie cuando digo que cogita poco, o no cogita o que cogita mal o que es un mal cogitado. Cuando digo que la senadora que intentó sacar de sus casillas al Dr. Gatell —por cierto algo imposible—, tiene deficiencia cogitiva me refiero a nociones de Rene Descartes (1596-1650), el genio francés.

Al decir, e. g. que Lilly Téllez no cogita con frecuencia, ni mucho ni poco, me refiero a que no practica la duda metódica, esencia del método cartesiano de conocimiento. Este método se basa en la certeza de que «yo pienso», en latín «cogito» tal como lo usó Descartes. Significa por lo tanto que tengo cogitaciones, o sea pensamientos. Eminentes traductores al castellano han optado por la palabra cogitación ante su especificidad filosófica y sobre todo traductores de un gran lector de Descartes: Edmund Husserl.

Descartes plantea que mis pensamientos me engañan constantemente y para no hacerle al disonante o necio, debo dudar de mis pensamientos con la única certeza que en mi pensamiento existe: dudar de mis pensamientos porque puedo dudar de todo pero no puedo dudar que dudo. La única certeza es la duda. Hermoso. Esta sencilla fórmula es la base axiomática, o «núcleo duro», de un complejo sistema de conocimiento del cual ha nacido, ni más ni menos, la ciencia clásica-moderna. Por supuesto, este sistema, desde el siglo XVIII a la fecha ha cosechado también muchas críticas de las cuales no hablaremos por el momento.

No podemos esperar que ciertos políticos tengan cogitaciones cartesianas, o dicho de otro modo, que sean capaces de dudar metódicamente de su pensamiento ocasional, altisonante, ofensivo y a sueldo. Para ellos la política es un pastel y enfurecen sin su rebanada.  No podemos esperar que puedan detenerse y preguntarse ¿cogito o no cogito? Quizá simplemente ya no pueden cogitar. Descartes acaso expondría el caso Téllez de la siguiente manera: si usted no cogita, entonces no existe en una sociedad que busca la verdad a través del pensamiento y la duda metódica, es decir, una sociedad que gusta cada vez más, de cogitar mucho y bien.  

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Julio Broca

Artista gráfico y sociólogo, investiga fenómenos culturales de disrupción y rebelión. Diseñador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”-BUAP.