Seis años de clamor de justicia

  • Rodrigo Rosales Escalona
Legalidad y justicia, se convierte en terrorismo

En México, se presume que vive una democracia que emerge de una Revolución de 1910. Sin embargo, en 1942, durante la presidencia de Ávila Camacho, se reforma el artículo Federal Penal 145, sobre disolución social, donde se imprime que todo acto de expresiones y manifestaciones que atenten contra el estado, serán sometidos bajo dicho artículo.

De ahí en adelante, la incipiente democracia, deja de tener figura, para ser suprimida por la corrupción de represión. La legalidad y justicia, se convierte en terrorismo.

En cada sexenio, bajo el pretexto de modernizar a la nación, los poderes fácticos, políticos de todos los partidos afines a esos intereses, los gobernantes en turno, aliados con una burguesía cimarrona y conservadora, logran alianzas, mismas que jamás aceptaron las eternas demandas de las distintas clases trabajadoras y agrarias, en sus justas demandas. Contra ellos, los aparatos de represión del Estado, se aplicó en todas sus formas, incluyendo encarcelamiento, ejecuciones y desaparición forzada de líderes sociales. Cada movimiento social, padeció el mismo estigma, acusándolos de terroristas, de enemigos del progreso y la democracia.

El movimiento ferrocarrilero, asesinato de Rubén Jaramillo. En los sesenta, se va incrementando el mismo carácter de terrorismo de Estado, hasta que el movimiento del 68, el verdadero rostro criminal, da rienda suelta sin misericordia: la versión oficial dice que 35 o 50 estudiantes y civiles fueron asesinados en la Plaza de las Tres Culturas.

Desde fines de los sesenta a principios de los ochenta, se desató la llamada “Guerra Sucia” contra movimientos guerrilleros en todo el país. Se calcula que asesinados y desaparecidos de los grupos guerrilleros, más familiares y conocidos suman unos 6800, sobre todo en el estado de Guerrero, donde el progreso no tiene cabida, mucho menos justicia.

Del salinismo a Enrique Peña Nieto, el terrorismo es implacable, descarado y vil, en cuanto a que se hace sistemático, confiando en que los poderes facticos y algunos medios de comunicación, cubrirán actos criminales de represión.

Felipe Calderón y su narcoestado, derivó en miles de muertos y desaparecidos, generando rabia entre familiares por exigir justicia y encontrar a sus hijos, hijas o familiares que están desaparecidos. Entre todos ellos, además del crimen organizado, también se encuentran ciudadanos que el Estado los eliminó.

El terrorismo de Estado es siempre vergonzante, porque siempre está atrapado en la misma contradicción: debe difundir sus prácticas más crueles y aberrantes para generalizar el terror y asegurar la dominación, pero debe, al mismo tiempo, negar su autoría para no transgredir las normas jurídicas internas e internacionales que aseguran -en teoría- el respeto a los derechos humanos.

Los regímenes que lo aplican, tanto para preservar el estatus dominante en el interno como la ejecución en México, los gobernantes saben quienes promueven entre los cómplices todos, son también vergonzantes. Dejan de ser benefactores del Estado ante el juicio social, incluso internacional, porque en el país como a nivel internacional, sobre todo ante la opinión pública, el sello de Terrorista queda.

Si nos remontamos desde Franklin D. Roosvelt a Richard Nixon y Buch, sobre todo el primero, afirmaba cínicamente de Somoza -los Somoza-: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Ronald Reagan, disfrazó a los Contras, otros hijos de Somoza, con el honoroso título de “luchadores de la Libertad”. En cada escenario mundial, donde los pueblos exigen justicia, el mismo método terrorista se aplica, sobre todo, para imponer miedo al pueblo, las ejecuciones de líderes y familiares, el encontrar sus cadáveres desollados o desmembrados, como acto cruel, extendiendo el método a desaparición forzada. En nicaragua, el ejército somocista masacró pueblos enteros, gozaba ver sufrir a padres y madres o hijos, de ignorar dónde fueron desaparecidos sus familiares. De la angustia a la rabia contra la tiranía.

Una persona de derecha me comentó que, si hay movimientos sociales violentos, quienes en verdad crean la democracia, son los que, con nivel intelectual suficiente y trabajador, los artífices de la misma, los verdaderos forjadores de la justicia.

Cuestión que son los pueblos los verdaderos forjadores de ir construyendo una justicia, así como de una democracia. Cuestión que en México no ha llegado.

Las dictaduras militares son eficaces en desplegar dicho sistema terrorista, sin ningún control periodístico o parlamentario, el terrorismo de Estado, se presenta como el último bastión del “sistema democrático” y del “mundo libre”.

Reitero, los regímenes militares que lo aplican tienden a mostrarlo como transitorio, como etapa cruel pero necesaria, que antecede al retorno de la “Constitución y la Democracia”. En México, la institucionalidad ciega, juega el papel de benefactor y de “amigo” de una sociedad.

Incisito, desde el salinismo, con el objetivo de imponer un régimen tecnócrata, que hizo alianzas punitivas con sectores retrógradas como oportunistas, vieron al pueblo como un reproductor de la riqueza sin derecho a dignidad. Cuando su ira la manifiesta, la represión la respueta.

Tal vez les parezca que no salgo de ejemplos de crueldad de éste sistema terrorista, pero el hacer memoria, sirve para reflexionar y valorar lo que debemos construir, en el entendido de que una democracia no se reduce en elegir a un político para un puesto de gobierno o legislativo, la democracia es y debe estar en contar con una vida digna para el pueblo, siendo los aparatos del Estado y legislativo, quienes garanticen y den respuesta al pueblo. Lamentablemente, la Democracia se nos vende para procesos electorales.

Por lo que estos sexenios apátridas, ejercen el terrorismo como método de desarrollo. Acteal, Aguas Blancas, El Charco, Atenco, son los primeros ejemplos de lo que será un genocidio con el calderonismo y Peña, justificándose en el combate al crimen organizado, pero, los ejemplos citados, es para impedir que el pueblo ejerza sus derechos.

Si en el país la pobreza extrema y marginación es el resultado de ese neoliberalismo salvaje, en el estado de Guerrero, la historia de la miseria, hambre, caciquismo, terrorismo y analfabetismo, se debe a que la historia no cambió, al contrario, es un territorio de abundancia para la oligarquía y de los cleptócratas todos.

Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, para motivar a que el pueblo fuera adquiriendo una educación y cultura con identidad social, así como para que contribuya al desarrollo intelectual de un pueblo, forjó un sistema valorativo de las necesidades nacionales. Es así que creó las Normales Rurales, donde habitantes del medio rural, tengan un lugar donde la formación magisterial, adquiera una conciencia social del servir educativo. Después, con otros gobiernos e intereses, las Normales Rurales son catalogadas como recintos de agitadores, por lo que se dictaminó el ir eliminándolas; primero, reduciendo al máximo su presupuesto, no dar mantenimiento a las normales, como tampoco material didáctico.  El tiempo las redujo a 17 actualmente, entre ellas la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa.

Del 26 al 27 de septiembre, en la noche de 2014, los estudiantes de la Normal Rural Isidro Brugos, se movilizaron para llegar a Igual, Guerrero, con el fin de tomar algunos autobuses, y conducirlos a la Normal, para que más compañeros los abordaran y asistir a la marcha del 2 de Octubre en la Ciudad de México.

Ignoraban que el destino les deparaba la muerte y desaparición, porque los aparatos de seguridad municipal, federal y del ejército, los reprime, persigue, asesina a cuatro estudiantes normalistas, más otro joven que viajaba en un autobús de futbolistas. Ya detenidos 43 normalistas, al final, son desaparecidos, sin que el gobierno federal, logre una explicación coherente de los hechos, al contrario, luego de que se divulgó mediante redes sociales de los estudiantes sobrevivientes, a nivel nacional e internacional, se enteran de los trágicos acontecimientos. Lo que se ignora a la fecha, es dónde están los normalistas.

Guerrero, además de pobreza e injusticias, que emite reclamo social con movimientos armados como Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, por citar a dos de otros grupos de guerrilla, el Estado Terrorista, durante la Guerra Sucia de los setenta a los ochenta, ocasionó 6900 campesinos y líderes asesinados y desaparecidos.

Guerrero también es el estado de la amapola por excelencia, al grado de que, entre Afganistán y Guerrero, se disputan el negocio narcótico. Pues bien, el quinto autobús, fue la clave de la masacre, porque está documentado que llevaba droga, movilizando a los criminales para impedir que ese autobús fuera a parar a otro lado y no a la frontera norte del país.

El Estado Criminal declaró que la “verdad Histórica” fue que los criminales cremaron a los normalistas. Con el tiempo, se descubre la falsedad. Es decir, la “mentira histórica” de Peña se creó con tortura, mentira y compra de espacios en algunos medios de comunicación para desvirtuar toda investigación objetiva y honesta.

El dolor por la incertidumbre constante de los padres de no saber el destino de sus hijos, los mantiene con una ira y coraje contra las autoridades que los mantuvieron engañados y manipulados. El aparato de justicia, solamente daba vueltas en círculo vicioso, para buscar jamás llegar a los culpables intelectuales como materiales, porque la escala del delito inicia desde los Pinos.

El corazón late intensamente, el respirar se agita, en momentos, como que falta oxígeno. El sistema nervioso se tensa, la nuca se siente un pesar que duele. Los brazos y piernas, están cansados no por caminar, sino por la tención de la angustia. Los músculos están tensos permanentemente. La mente se esfuerza por tener claridad entre mensajes de distracción del Estado, que lo único que logra es mayor coraje. La garganta y boca se tiene amargura y seca, porque la adrenalina encamina a esa tención.

Los sentimientos de control y omnipotencia acerca de sí mismo y del mundo son cuestionados en forma dramática, generando respuestas que buscan enfrentar la sensación de vulnerabilidad interna. Creer que las personas obtienen lo que merecen o sentir que el mundo es un lugar seguro, son creencias que se frustran (hay pérdida de fe y sentimiento de desesperanza).

A esta amenaza a la integridad individual se suma la intencionalidad del agresor, lo que causa en la víctima sentimientos de rabia e impotencia por la percepción de injusticia y desamparo, llevando muchas veces a la idea de vengarse por lo sucedido.

La respuesta individual dependerá también de la existencia de lesiones emocionales y psicológicas por la incertidumbre de dónde está mi hijo. La relación entre la severidad de esta angustia y los síntomas postraumáticos es bastante variable; se podría esperar que a mayor gravedad de la angustia fuera mayor la percepción subjetiva de amenaza a la vida, lo cual aumentaría la probabilidad de desarrollar alteraciones psicológicas.

Una vez superada la etapa de shock puede aparecer una respuesta emocional que se caracteriza por horror e indefensión. Sobre todo, porque la “mentira histórica”, es una burla cínica.

Los gritos no encuentran eco, los hijos están fijos en la memoria individual y colectiva, de los lamentos de dolor, pasa a acto de protesta, de exigir justicia contra todo criminal intelectual y actuante. La madurez de los padres, es tal, que jamás han actuado con violencia, sí con profundo dolor y coraje.

La apuesta está en la mesa, solamente clamará el dolor y coraje, es saber dónde están los hijos, para una vez más, sentirlos y mantener al amor físicamente, no unn espejismo que se diluye, al contrario, la seguridad de que ya está al lado de los padres. Pero, también, calmará la sed y boca amarga, en el momento en que los culpables sean castigados.

La memoria y sentimientos de los padres, está marcada por la crueldad. Dolor y memoria están como impresas en la piel que transpira coraje siempre. El país, debe asumir su papel histórico contra estos genocidas del terrorismo.

rodrigo.ivan@yahoo.com.mx

Analista político y de prospectiva social

 

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Rodrigo Rosales Escalona

Periodista y analista político en medios locales y nacional, filósofo, docente en nivel superior, activista social, comprometido con la justicia.