La comunicación política

  • Xavier Gutiérrez
Un océano de confusión, por la irresponsabilidad de los actores

La comunicación, y la comunicación política en particular, está en el centro del debate y los problemas que vive el país.

Es un como un árbol, con infinitas y caprichosas raíces; con  un follaje enorme, variado; que produce frutos, lo mismo exquisitos  que manzanas envenenadas.

Y es que los actores políticos del país, cada uno desde sus flancos, participan en los medios con sus distintas visiones de las cosas, con frecuencia con generalizaciones; con apreciaciones parciales; con sesgos mal intencionados, con  verdades a medias o hechos manipulados, generando un océano de confusión.

Para encontrar o armar lo más cercano a la verdad, hay que revisar muchas fuentes, cruzar información, cotejar versiones, entresacar apreciaciones verídicas, contrastar enfoques, y la mayor parte de la gente del país no procede así.

Es muy común encontrar que quien más opina es quien menos informado está.

Un alto porcentaje del público se va con lo primero que ve en las redes, por lo común basura, propaganda en pro o en contra, chismes, comentarios banales, una catarata inconmensurable de “información” pagada para difamar o manipular.

O pedacería vulgar de afirmaciones, anónimas claro, que se ponen a circular para engañar a incautos. Incautos que suman millones.

Por ejemplo, el famoso desplegado de los seiscientos cincuenta, agita la bandera de la libertad de expresión, y hoy es cuando mayor libertad y libertinaje se ha visto en los medios. Ninguno de los firmantes y de los no firmantes ha sido censurado en sus análisis, medios, u opiniones.

Varios de ellos, en cambio, han vivido largos sexenios dorados al amparo de esa libertad usada para encubrir jugosísimos negocios, con una crítica jamás comparable con la que destilan hoy, todos los días, con un solo destinatario, el presidente de la república.

Muchas agresiones brutales, despóticas contra comunicadores ha habido en los últimos sexenios, y no se vieron desplegados, firmas  y reacciones como esta que hoy leemos.

El talentoso ensayista y poeta Gabriel Zaid, documentó 83 adjetivos que López Obrador aplicó a sus críticos. Pero no se ha visto que con esa misma acuciosidad, recopile y exhiba los cientos y cientos de epítetos, motes, alias e insultos que a él y a su familia  le han puesto.

Dos de los firmantes conspicuos estarían en esa lista: Krauze, quien lo apodó el “Mesías Tropical”, y Aguilar Camín con “pendejo estúpido” .

Respetables muchos intelectuales mexicanos, pero hay también ahí mercaderes que han visto como Mecenas a presidentes y gobernadores durante décadas y, para merecer el trato y favores  de un Mecenas o de  un Lorenzo de Medici, están muy lejos de ser Botticelli, Verocchio o Da Vinci.

¿Tiene derecho un político a defenderse o debe quedarse mudo ante la metralla verbal que va desde el sobrenombre hasta los patológicos deseos homicidas, pasando por la ofensa personal?

No es exageración, uno escucha expresiones de repudio que anhelan la eliminación física de quien piensa diferente. Hay entes patológicos sueltos con enarbolan la bandera de la libertad pero en el fondo tienen contenidos impulsos criminales.

La necrofilia no esta ausente en los apetitos cavernarios de muchos opinantes y sus seguidores.

El periodismo de “Reforma” es otro caso. Ha sido un gran diario, con periodismo de investigación y profesionalismo, pero no es un modelo de equilibrio e información contrastada. Su fobia presidencial es de todos los días, obsesiva, de oposición radical. Cuando en un  medio predominan los “anti”, se sirve a los intereses de un grupo y su visión de las cosas, no de los lectores, televidentes o radioescuchas.

Quien se queda con la visión que ofrece este diario obtiene una versión parcial del país, no del país todo.

Tampoco merecen confianza y respetabilidad los medios que están en el lado opuesto, donde muestran un paisaje edulcorado. Unos y otros faltan a la verdad más elemental.

La verdad se construye con visiones múltiples. La verdad es plural, o no es.

La comunicación presidencial también ofrece ángulos de crítica que aquí hemos expuesto varias veces. La imagen y dichos del presidente con tal grado de exposición generan, por principio un efecto contrario por la saturación, pero además colocan al mandatario en la mira de toda reacción y juicios adversos.

Es negativo el exceso, el afán de responder personalmente a todo y a todos  (minucias, chismes y emisores menores, mediocres o francamente fanáticos). Dosificar, no generalizar, repartir el juego escénico con  el gabinete, diálogos en corto con comunicadores y recoger y asimilar críticas y sugerencias sería altamente beneficioso para el gobierno federal.

Y, de fondo, estudiar y proponer un mecanismo práctico y novedoso para la información y propaganda gubernamental en medios. Dejar de lado el uso discrecional de los recursos publicitarios del gobierno para premiar o castigar a empresas periodísticas o periodistas.

La comunicación política en el país, en suma, es un aspecto de enorme importancia que no está siendo atendido con responsabilidad y calidad, casi por ninguno de los actores.

Existe ahí descuido, desdén y falta de sensibilidad para referirse a este flanco de la vida nacional, tanto por parte del gobierno en todos sus niveles, como por parte de los medios de comunicación con toda su escala de participantes, dueños y concesionarios incluidos.

xgt49@yahoo.com.mx

 

 

 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.