Malintzi el gran silencio de Cortés

  • Atilio Peralta Merino
Excelente mujer, doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana

“Otro día de mañana, que fueron a quince días del mes de marzo de mil quinientos diez y nueve años, vinieron muchos caciques y principales  de aquel pueblo de tabasco, y de otros comarcanos – relata Bernal Díaz del Castillo en su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”-, haciendo muchos acato a todos nosotros, y trajeron un presente de oro…Y no fue nada todo este presente en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una excelente mujer que se dijo doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana”.

La referencia por demás relevante que el cronista soldado hace de la misteriosa mujer, destaca con la absoluta omisión a su persona que hace Hernán Cortés, en la carta de relación a Carlos Quinto fechada en la villa de Segura de la Frontera el 30 de octubre de 1520.

En la política como en la composición musical los silencios juegan un papel preponderante, podemos suponer con determinado grado de certeza, que fueron infundados  los cargos  que  por la muerte de Catalina Juárez Marcaida en Coyoacán tras su arribo de la isla de Cuba, afrontaría Hernán Cortés, su esposo,  tanto ante la real audiencia auspiciados por el primer oidor Beltrán Nuño de Guzmán, enemigo acérrimo de Cortés, como asimismo,  ante al consejo de indicias en España a denuncia de Pánfilo de Narváez y con la subrepticia anuencia del emperador; pero lo que a todas luces resulta por demás evidente en la omisión que de doña Marina se hace en la carta de relación, representa a todas luces la clara intención de perpetrar la muerte política de la Malintzin.

En tanto que en el códice  de Cuautlancingo,- el lugar en donde las águilas tomas agua-,  se destaca por su tamaño  la figura prominente de la mujer indígena con el signo de la palabra por sobre la efigie disminuida  del extremeño,  Alfredo Chavero llega a expresar en contrapartida,  en el capítulo concerniente de “México A Través de los  Siglos” , una serie de consideración que, a las claras, se derivan de la omisión que Cortés realiza de la persona de la Malinche  en su misiva.

“Parece imposible que tratándose de un personaje histórico tan importante en la conquista de México, casi nada se sepa de Marina, Se discute el lugar de su nacimiento y se disputa su nacionalidad; se duda del origen de su nombre; se equivoca el papel que desempeñó al lado del Conquistador; poco se sabe de su vida y se ignora donde reposó su cadáver. La mayor parte de las crónicas la supone natural de Jalisco; pero esto no debe hacer fuerza, porque generalmente se copiaban unos a los otros, y no es fácil explicar cómo de lugar tan distante había ido a Tabasco no existiendo relación entre los dos países.

Ya dijimos que se ha equivocado su papel en la Conquista: no tuvo ninguna influencia en ella y sólo fue una intérprete”.

 

En la expedición a las Hiuberas, el propio Cortés dispone sus nupcias con Juan Jaramillo, quién, al paso del tiempo se desempeñaría como regidor del cabildo de la muy noble y muy leal Ciudad de México.

Los historiadores y de manera por demás destacada William H. Prescott, han señalado la renuncia del regidor Jaramillo a participar en las precesiones de San Hipólito llevadas a cabo los días 13 de agosto y que llevaban aparejada la celebración por la caída de la Tenochtitlán a manos de Cortés.

Ha querido interpretarse tan renuencia como un homenaje de Jaramillo al pueblo de su esposa, sólo que, ello no compaginaría con el papel de gran lideresa de una rebelión indígena contra el poderío de Moctezuma que a partir de las imágenes del “Códice de Cuautlancingo” pareciera corresponder a Doña Marina.

Martín su hijo, conjuntamente con sus medios hermanos, el del mismo nombre hijo de Juana Zúñiga y Luis, hijo de doña Isabel de Hermosilla, sería décadas después, uno de los líderes de una revuelta contra el poderío de la corona en Nueva España de la que da cabal cuenta la crónica de Francisco Cervantes de Salazar.

Malintzin constituye a nuestros días un enorme misterio, pero acaso su hijo Martín encabezaría una rebelión heredando su temple y fortaleza, y, acaso, habría que equipararla por su temple y entereza con  Anacanoa, la formidable  cacica de los indios tainos  de la que nos da cuenta la crónica de Fray Bartolomé de las Casas y que hiciera frente a Cristóbal Colón en la isla Quisqueya, designada por el Genovés como La Isabela en honor de la Reina de Castilla.

Mujeres ambas, Anacanoa e Isabel de Castilla que no habrían sufrido ante la historia el deliberado silencia de una composición sinfónica de índole política como si lo sufriría Malintzin en la carta de relación de Hernán Cortés. 

albertoperalta1963@gmail.com

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Atilio Peralta Merino

De formación jesuita, Abogado por la Escuela Libre de Derecho.

Compañero editorial de Pedro Angel Palou.
Colaborador cercano de José Ángel Conchello y Humberto Hernández Haddad y del constitucionalista Elisur Artega Nava