Ciencia vs tecnología

  • Francisco Jiménez Villa
Hoy no se sabe que duele más, si no ser culto o no ser humano

Como en la “lucha libre rudos vs técnicos es que se pasa uno defendiendo los estudios profesionales gran parte de la vida. ¿Dígame sino? En esas reuniones donde se encuentra uno para hablar de variados temas pero como profesionales todos se sienten “medianamente cultos” y debaten sobre cultura, sobre ciencia y tecnología. Para finalmente debatir sobre deportes y espectáculos. Ante la improvisación y desatino de no ver más allá de lo que uno necesita saber en esta universalidad del conocimiento.

No hay reunión de amigos o de “colegas” en el que uno pondere por encima de los demás sus estudios y la defensa es a  ultranza. Qué sí es mejor ser médico que abogado. Qué sí un ingeniero es mejor que un contador público y sí este es mejor que un comicólogo. Y así se pasa la vida. Discutiendo siempre sobre sí se equivocó de profesión o porqué unas son mejores de otras. Y se entra en detalles que finalizan inequívocamente en cuál genera mayor recurso económico. Sin embargo la pelea entre ciencia y tecnología es la tesis de esas discusiones. 

“Humanistas versus científicos”. Lo cual no es otra cosa que, trasmitirles mi opinión al respecto de las discusiones –casi siempre bizantinas- entre los científicos y los humanistas con respecto al tema de cultura, cuestión en la que ambos bandos tienen sus propios argumentos. Y es que amigos: Ciencia es cultura. No hay duda. Sin embargo, en casi todos los idiomas cultura es sinónimo de humanidades: arte, filosofía, literatura, religión y las mal llamadas ciencias blandas, como la historia, la antropología o la sociología que se ven menospreciadas, al entender –por cierto mal-, que “…cultura es lo que queda de ella cuando se le ha extirpado todo lo sospechoso de ser ciencia.” Hoy día no se sabe que duele más, si no ser culto o no ser humano. Pero ahí está el cisma: ciencia y humanidades.

Y es que en honor a la verdad en la civilización occidental existe una realidad abismal entre cultura y ciencia. Por ello el “jalón de orejas” debe ser para ambos grupos. A los humanistas por su ignorancia e indolencia respecto de los conocimientos científicos más elementales (me cuento entre ellos), y a los científicos por presumir en no perder el tiempo con novelas, ensayos y todo aquello que distraiga la concentración y ablande el rigor del “buen” investigador.

Lo más incómodo siempre, es la opinión que se tienen unos de otros en materia –por ejemplo-, política. Los científicos tienden a ver a los humanistas políticamente sospechosos, cuando no maliciosos y aterradores. Mientras que se ven a sí mismos como intelectuales propios de su tiempo. Con la mirada por encima del horizonte. En contraparte los humanistas ven a los científicos como optimistas simples e ingenuos, demasiado superficiales para percibir la tragedia de la condición humana. Los científicos también son conscientes de ello pero le agregan: “…percibimos la naturaleza de esa tragedia”. Y así se pasea la discusión. Los humanistas dicen: “…Que la ciencia es un hecho social”. Los científicos, en cambio creen en un modelo objetivo. Y la cercana realidad es ¡¡Qué, que caramba vamos a entender los humanistas de la “Hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica”!! Y aquellos: “Del pacto social”. El contexto es que las grietas de la ciencia se llenan con pasta de ideología y viceversa. Sólo la crítica se vuelve innegociable en estos casos.

Ahora bien, ¿se avanza algo con la polémica? ¡Claro!, Por tanto hoy no se puede hacer filosofía sin tener una buena idea de “Las leyes impersonales de la naturaleza”. Ni es buena idea hacer ciencia sin asomarse a los personales pensamientos de Hume, Descartes, Spinoza, Kant o Heidegger.

En síntesis, ni presunciones ni dogmatismos. Se puede ser erudito a fuerza de respetar el trabajo y el área de cada quien. Pues es más sabio el que es prudente y aprende de los demás, que aquel que se considera una lumbrera solo por el hecho de sacar diez en matemáticas. Desterremos esa farsa en los conceptos de ciencias duras y blandas. Mejor ablandemos el corazón para ser humildes con los demás y endurezcamos nuestro hábito  de estudiar con la finalidad de alcanzar un superior conocimiento, que nos permita compartir con todos, nuestra sabiduría que, finalmente es hija de la experiencia. Séneca puntualizó que “ningún hombre ha llegado nunca a ser sabio por casualidad”. A pie juntillas la realidad es el que no basta adquirir la ciencia, sino que es necesario también usarla. Eso es realmente la estreches en mi opinión de la frontera entre la cultura y la ciencia. Reconocer la necesidad de complementarse permanentemente. Ni tan humanista, ni tan científico. Y al revés. Ya Sócrates nos lo señaló hace mucho tiempo: “La única cosa que sé, es saber que nada sé y esto cabalmente me distingue de los demás que creen saberlo todo. (¡Sopas!).

 

 

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Francisco Jiménez Villa

Internacionalista, Historiador y Comunicador. Ex Presidente Nacional de los Cronistas de Ciudades Mexicanas. Cronista de Tepeaca, Puebla. Ha escrito más de 10 libros sobre historia regional. Catedrático en diversas instituciones Educativas, Director de Radio Tepeaca.com