-Veamos a mi tío, ya se le olvidan las cosas, es un tipo muy bueno, me gusta ir a su casa, siempre tiene historias que luego no concuerdan con los tiempos, pero considero que es por la edad-.

La casa, olía a humedad, a libro viejo, a ropa vieja, la primera impresión al llegar allí es que no aguantaría ni diez minutos ese hedor.

Solo fue al primer cuarto, pasamos al patio, allí todo estaba como de otro tiempo, una rueda de carreta, un árbol en un redondel de ladrillo, al fondo un taller de herrería, lo más hermoso… una fragua, sin años de usar, pero el señor era un sabio de varios oficios, hasta un cepillo manual de madera.

Pasamos por una puerta casi invisible, pues estaba al fondo de un ladrillo de lágrimas rojas, de una chapa corrediza de hierro acerado que mostraba su uso en el brillo café obscuro de estos metales recios, una puertecilla, de ángulo y solera sin vidrios de un pasador de ángulo doblado y una varilla como perno.

Una herradura de tabique rojo, un piso de hexágonos con pasto alrededor de cada uno, lo cual me decía que muy pocos caminaban sobre ellos, sin duda fue un espacio inolvidable, supe que era el lugar de juegos de la prima de mi amigo; falleció antes de los 10 años, una enfermedad que nadie supo, a pesar que la llevaron a Estados Unidos- mi tío ese día perdió la alegría de siempre… Él solo se dedicó a vivir y dejar que su vida se esfumara con el humo del tabaco cada tarde- me dijo apenado y triste.

-Dijo que conoció a Trotsky… Pero creo es una de sus fantasías-.

Pude ver una foto del anciano, el cual era un caballero amable, de buen sentir y mas de la buena charla acompañado de un wiski -mala costumbre de los burgueses- me dijo muchas veces.

Pantalón caqui, cinturón de piel, pensativo, recargado en un pilar que tenia un florero… en las fotos busque y si era el mismo, en la foto histórica, con el gran León.

Estrategia del sueño: Soledades de un mundo que no termina de nacer.