¡Ya no queremos ser gringos, queremos ser orientales!

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara
México requiere un cambio cultural sutil constante

*Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara

 

México desde su “fundación” al igual que la mayoría de los países modernos ha creado una narrativa que nos permita sentirnos orgullosos de pertenecer. De esta forma nos da gusto ser reconocidos como hospitalarios y tener una de las mejores cocinas del mundo. Sería interesante preguntarle a los migrantes centroamericanos qué opinan de la hospitalidad mexicana o a los familiares de los 600 mil muertos al año por malos hábitos alimenticios qué opinan de ponerle manteca a las gorditas… por cierto que esta es la verdadera pandemia en nuestro país y lleva años sin que nos demos cuenta. El número de muertes supera a los feminicidios y homicidios por el crimen organizado y mira que ya es difícil lograr algo así.

Recordamos a héroes que han dicho frases obvias y evidentes incluso para un niño –“el respeto al derecho ajeno es la paz”- y enaltecemos a los caudillos cuyos intereses inmediatos configuraron un país inmenso en donde no tenemos muy claro qué compartimos los del norte, los del centro y los del sur. Inventamos un himno “nacional” del cual pocos entienden la letra ya que está escrito en un español de España y además de hace dos siglos y una bandera cuyos colores significan una cosa en los libros de texto del gobierno y otra si es la iglesia quien los explica. El fútbol posiblemente sea en lo que todos estamos de acuerdo y eso que es un deporte que los mayores recordarán fue metido a la fuerza pues durante el siglo XX a los “mexicanos” nos gustaba más el béisbol y el atletismo y además nos iba mejor ahí.

En esta construcción artificial –como todas- nuestra narrativa es bastante ingenua e infantil (hay “niños héroes” por ejemplo) y con el tiempo se ha ido desgastando. Hoy en los años 20s nos encontramos con generaciones híper conectadas y con acceso a información de cualquier lugar. Esto no significa nada en sí mismo pues tienen muchas dificultades para saber qué información es valiosa y cuál no y también para determinar los fines de la misma, pero en esta apertura nos encontramos con un abanico de símbolos desconocidos para los antiguos (antiguo=mayor a cincuenta años) como por ejemplo la seducción de oriente.

Cada vez vemos más variantes de adaptaciones de sistemas filosóficos orientales que obviamente son tropicalizadas para que nos gusten: miles de formas de meditación impartidas por supuestos maestros que hicieron algún curso en algún lugar de la india y que si lo dices en inglés se convierte en científico (porque todo lo que se hace en el país del norte pensamos que es científico) y nos llega en forma de “mindfulness”. Lo mismo pasa con el yoga y sus variantes que de este lado del mundo se utilizan como sustituto para la clase de zumba o en el peor de los casos como sistema religioso emergente. Las artes marciales habían ya perdido esta batalla cuando dejaron de ser sistemas de honor, regulación social y autocontrol para convertirse en escuelas de defensa personal. Los estantes de las librerías dejaron de tener autores con apellidos anglosajones para ser ahora todos indios, chinos o japoneses (son tantas personas en estos países que hasta cierto punto es normal, todo hay que decirlo).

Ante el declive de Estados Unidos como potencia mundial nuevamente volteamos a ver quién nos dará la seguridad (ideológica, interna, de estatus) que nos daban antes ellos y parece que lo estamos encontrando en oriente o en lo que nos imaginamos que es oriente… El peligro es que la construcción simbólica que se ha hecho durante miles de años en aquellos países responde a una realidad que no entendemos y que muchas veces adoptamos de manera acrítica. Nuestra mente se ha formado en un contexto y las respuestas que plantea una vida cotidiana se encuentran en la misma cultura. Es como si intentáramos resolver los juegos de niños en donde hay que meter el círculo en el círculo o el triángulo en el triángulo creando hexágonos para que entren en el cuadrado… y esto produce nuevas enfermedades y más sufrimiento porque nos quedamos sin los consuelos de los símbolos de nuestra cultura y no entendemos los significados de la nueva.

Esto es un fenómeno histórico habitual. Siempre pasa y en nuestro mismo país hace 500 años se realizó este proceso por la fuerza y no se logró cambiar gran cosa; todavía nuestra mente busca hacer sacrificios para agradar a los dioses (o a dios) y exalta a la mujer mientras la maltrata.

Hoy se vuelve a presentar el mismo reto y es importante que tomemos una postura ante lo que percibo como un cambio cultural sutil, pero sin marcha atrás. ¿qué símbolos me dan identidad? ¿qué de mi cultura me sostiene? Y a partir de ahí ser libres y elegir lo que la intuición y razón nos digan para ser felices. Un dato curioso: en oriente pasa igual… dicen que para el 2030 China será el país con más cristianos del mundo.

 

 

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social