La Escuela de la Vida un gran complemento.

  • Humberto Sosa Argáez

Nuestra bisabuela hija de una familia de peones o tal vez esclavos mayas provenientes de los cacicazgos de Chakanputun o Akalán que vivía de niña en la ex Hacienda agrícola San Luis Carpizo  (cerca del Municipio de Champotón; Campeche), en donde por cierto hay una frase en su fachada que dice Labor Omnia Vincit (el trabajo todo lo vence) decía que: “…Ella comía y bebía sin saber leer ni escribir…”. Frases sabias que dan lecciones en ésta nueva era escolástica moderna llena de retos y vicisitudes.

Por su longevidad la conocí con un carácter tenaz como severo, y supe después que confeccionaba su ropa, preparaba alimentos sanos a su alcance, hacía puros de tabaco y ayudaba a su padrastro hacer velas que después barnizaban de cera de abeja para instalar en cayucos para la pesca. Así mismo aprendió a cocinar a la leña: dulces de frutas tropicales con miel de caña (melcocha), tortillas y tamales de diferentes carnes para hacer trueque en mercado o para consumo propio. Criaba aves de patio, aliñaba  armadillo o venado y atendía su salud con alquimia, bicarbonato, iodo, sal de mar y hiervas de la región.

Sólo cinco generaciones pasaron para perder ese conocimiento tan valioso que se obtiene en la escuela de la vida y muchas veces se convierte en orgullo familiar como fue el caso de mi abuelo paterno mercader de Ticúl en el Estado de Yucatán, que elaboraba zapatos, urdía hamacas de colores y trabajaba la filigrana de oro con su padrino Chano.

Aprender sin ir a la escuela es un paradigma que deben reforzar o revisar las nuevas generaciones ante las dificultades y oportunidades que da la postmodernidad. ¿Se aprende más en la calle que en la escuela misma?

Desde la parte conceptual trate de definir con mis propias palabras que la “Escuela de la Vida” es el gran complemento de la escuela formal que abarca todas las disciplinas, pero “aplicadas” como las ciencias exactas, las ciencias naturales y las ciencias sociales como humanidades  entre las más destacadas.

No basta con ir a la escuela, para obtener éxito en la vida, por lo que creo que se debe  urgentemente forjar a nuestra infancia en su carácter, su temperamento y desarrollar sus habilidades cognoscitivas, todo ello para sostenerse en la vida cotidiana. Derivado de “axiomas clave” de la pedagogía infantil como el que reza que “No debe permitir usted que nuestros hijos obtengan las cosas sin mérito y sin sacrificio por mínimo que sea” es fundamental en la escuela de la vida.

Consulte estas afirmaciones con algunos mandos medios en la industria donde trabajo; todos ellos sin título, líricos y experimentados, qué actualmente tienen a su cargo ingenieros recién egresados y mantienen una alta responsabilidad en áreas técnicas; y ¡fue sorprendente! sus respuestas.

Uno de ellos le llamo a éste aprendizaje “la escuela de la calle”, que a veces se toma por necesidad cuando perdemos a nuestros padres en edad temprana y nos toca en plena etapa formativa resolver problemas críticos de manutención y protección para nuestros hermanos menores, ello nos empuja a conocer un oficio y a auto emplearnos, defenderse de los demás, tolerar la frustración y buscar una posición en la vida laboral para no perecer (muchas veces a la fuerza), ello implica también relacionarse sin prejuicios, inclusive con lacras y tener malas influencias.

Otro segmento de personas de mayor edad me decía que: … la escuela de la vida es la experiencia que adquirimos conforme vamos creciendo en el ámbito laboral, es no perder la dignidad, ni el orgullo propio…. Se trata de adaptarse y resistir las inclemencias del entorno. Siempre medir fuerzas tener humildad y disciplina.

Finalmente me comentaban que la clave de todo está en aprender de la gente vieja y no rendirse nunca a pesar de fracasar. Porque sin sufrimiento no se valoran las cosas, sin observación no se aprende, es como leer sin entender. 

Preocupa estimado lector, que las nuevas generaciones son tan surrealistas que están creciendo sin madurar,  ni entender el sentido de su existencia. No están preservando las ideas, conocimientos o las cosas que se adquirieron con los años y con mucho esfuerzo.

Muy incómodo resultan también esos medios de comunicación en especial la TV, en donde aprendes y desaprendes, qué hasta donde sé sigue siendo el primer influyente en la educación en México. Su voracidad por el mercado les impide tener enfoque ético de lo que muestran en cualquier horario. Basta ver en canal MTV programas como Acapulco Show, y sus atropellos a la educación sexual que promueven la poligamia tanto como la prostitución morbosa. O Las Lavanderas de Tele hit, una vergüenza por su léxico y promotor de la fodonguez. Por citar algunas, pero lo que alarma con foco rojo son las series de los Narco líderes aplaudiendo antivalores, asesinos por gusto, que ni el Estado los detiene. ¡Qué miseria! De estas cadenas televisivas. ¿Dónde ha quedado la programación que permita orientar a los jóvenes y niños? A manera de entretenimiento. El medio ambiente, la salud, la ciencia, el civismo, el respeto ha quedado en segundo plano. No digamos las “enseñanzas de vida” sin vivirlas que nos brinda  la literatura universal, que ya no les sirve a los medios por aburrida y acartonada (dicen la mayoría de televidentes). 

No hay de otra, se requiere hoy por hoy complementar la escuela formal con la escuela de la vida, dejarnos de surrealismo. La educación formal es el método y la otra la práctica. Ahora, en tiempos de pandemia y de estar en casa estudiando; no olvidemos platicar con nuestros hijos de que el esfuerzo tiene su recompensa porque hasta los mamíferos como jirafa, Delfín, Canguro o Elefantes desde bebes luchan de forma innatas por adquirir su alimento y sostenerse.  Igualmente analizar con ellos las experiencias de vida incluso con los abuelos, así del cómo ellos capotean las dificultades y a lo que se enfrentarán en la calle.

Como diría San Pablo asistimos a una repartición de Dones. ¡Hay que aprovecharlos! De forma tal que los descubramos en la escuela formal o en la vida misma.

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Humberto Sosa Argáez

Es licenciado en Ciencias Políticas por la UPAEP y maestro en Administración con especialidad en Ingeniería Financiera por la Universidad del Valle de México