Comienza el segundo infierno

  • Oscar Gómez Cruz

El ciclo escolar 2019-2020 culminó a nivel nacional de forma abrupta debido a la pandemia global del COVID-19. Se recurrió al uso de plataformas tecnológicas de reuniones abiertas para impartir clases, improvisando como se pudo, porque la situación no dejó otro camino.

Y para muchos fue un primer infierno: 

Maestros que evidentemente, y no se les puede culpar, no saben manejar la tecnología para compartir archivos, subir videos, volver a cargar una sesión una vez que te saca por tiempo o mala conexión de Internet, y que no consideran aspectos como la iluminación, por lo que su imagen en la pantalla de los estudiantes acaba siendo una mancha negra con su silueta.

Los maestros son admirables, no se mal entienda lo antes escrito, porque con total pasión y dedicación utilizan lo que tienen a la mano para seguir dando clases a sus estudiantes. 

El tema es ése, tienen pocas herramientas porque nadie pudo imaginar una situación como la que vivimos. Pero lo increíble es que la reacción de escuelas públicas y privadas ha sido prácticamente nula e ineficaz.

Así que comienza el segundo infierno, el ciclo escolar 2020-2021. Las maestras y maestros no cuentan con la mínima capacitación para adaptar contenidos presenciales, aprobados en los Registros de Validez Oficial de Estudios (RVOE), a una modalidad online, y tampoco tienen los conocimientos de tecnologías de información para resolver los problemas que se presentan durante las sesiones en plataformas públicas: se congela la imagen, se pierde el audio, la sesión expira, los vídeos no corren, etc.

La educación pública siempre está presionada en presupuesto por el alto costo de la nómina magisterial y se entiende que, sin reajustes y reasignaciones de presupuesto, no cuenten con dinero para desarrollar una plataforma de software propia, con la infraestructura física de redes y servidores necesaria para clases diseñadas para ser impartidas en modalidad a distancia, utilizando paquetería para compartir archivos, videos, enviar y recibir tareas y por supuesto, evaluar.

Las escuelas privadas tampoco han hecho mucho, por decir nada. Siguen cobrando los mismos montos de colegiatura, argumentando que con o sin niños en sus instalaciones, sus costos fijos son prácticamente los mismos; pero no han invertido gran cosa en tener plataformas propias, ni en desarrollar contenidos multimedia que brinden un apoyo a los docentes para impartir sus clases. 

Es correcto utilizar plataformas públicas o aquellas de gigantes de tecnología a nivel mundial, como las que Google, Facebook y Microsoft llevan tiempo desarrollando con inversiones millonarias. Pero el tema está en los contenidos y en la adaptación de lo presencial a lo digital. No es lo mismo.

Las escuelas privadas deben ajustar sus pagos de colegiatura y no cargar el costo solamente a los padres de familia, de otro modo estarán adoptando un modelo de "compartir las vacas flacas" y "las vacas gordas solo son mías”.

Si requieren apoyos fiscales, económicos o créditos, ése debiera ser un tema que, como empresas dedicadas a la educación, deberían sentarse a dialogar con una propuesta para el Gobierno federal y los gobiernos estatales. Pero el cobrar colegiaturas a precio completo, con los niños estando en casa, es lo que en México conocemos como un absoluto "agandalle".

Oscar Gómez Cruz

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Oscar Gómez Cruz

Maestro en Asuntos Internacionales de Negocios Universidad de Columbia. Maestro en Administración Pública INAP. Egresado de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Es presidente de 2TRES15