Cuidado con el empoderamiento

  • Abelardo Fernández

Llevo días planeando este próximo artículo en la idea de opinar respecto de esta tremenda serie del combate a la corrupción, está interesantísimo, casi como imaginar que estamos cerca de eliminar a los criminales, que como sostengo desde hace años, están al servicio de los políticos corruptos cuya avaricia no tiene fin, el crimen organizado es una nueva forma de empresa para sacar y acumular dinero, orquestada “por los propios políticos, en fin, el asunto es que como producto del artículo anterior, varias de mis asiduas lectoras han, -modestia aparte-, “suplicado” que siga con el tema de las relaciones entre las mujeres actuales y los hombres… (conminado, propuesto, pedido, rogado, exhortado, en fin) hecho que me sugiere una primera reflexión: los rollos del desmedido empoderamiento femenino promovido, puede ser más cuestionado por las propias mujeres que por los hombres… aquí aparece el núcleo de nuestro artículo, una disertación en relación al empoderamiento femenino.

Digamos que el primer paisaje por el que circula la palabra empoderamiento es el que se relaciona con la autodefensa, de cierta manera con el rescate, con la sobrevivencia de mujeres que crecen vulneradas e indefensas desde su educación, desde sus creencias e introyectos, desde sus realidades familiares llenas de violencia. Este empoderamiento apunta a la autovaloración, al amor a sí mismas, sobre todo, a la posibilidad de no quedarse en relaciones de sometimiento, violencia de todo tipo, a dignificarse, a defenderse, a comenzar a negociar. Gran trabajo ciudadano de género en este sentido se ha avanzado y es también un hecho mayor que aún falta muchísimo más trabajo que hacer para todas las mujeres en este país y en el mundo entero.

Una segunda postura es ver a la mujer como la misma génesis, el origen de todo el problema, ¿cómo explicar la inmensidad de esta reflexión? Todos venimos de una mujer, nos alimentamos de una mujer, de muchas maneras ellas nos forman, nos educan, nos dan estructura y lineamientos para la vida, el origen del machismo tiene que ver con esa manera sumisa de criar a las niñas y castrante de educar a los niños. Esta postura a mí me sigue pareciendo un tanto excesiva, exegética, unicausal, puede estar implicada en una postura machista igualmente, (planteada por algunas mujeres por cierto) por lo que implica una responsabilización y culpabilización  más desde la que nos lavamos las manos. Hablemos de que las madres de hoy tienen que exigir a niños y a niñas por igual la lavada de los trastes, barrer, trapear y hacer la cama… igual que al marido y el marido. Alejar la responsabilidad de las labores del hogar a la madre, considerarla como una responsabilidad personal y colectiva en relación con un funcionamiento familiar ideal. Cuando limpias lo que ensucias te vuelves una persona responsable, independiente y autónoma, y haces felices a los demás sin depender de nadie. Un siguiente tema más en este sentido es lo que históricamente hemos asumido como algo que denominamos “lo natural”, llamamos natural que la mujer sea la responsable de la educación, de la alimentación, de la limpieza de la casa, del orden e incluso del rumbo que una familia debe tomar. Delegamos en el padre, “tradicionalmente” una mayor jerarquía, pero la mayor parte de las veces sabemos que el verdadero poder lo termina teniendo la madre: lo pensamos natural porque es más grande y más fuerte. Recuerdo a una maestra feminista que tuve en el doctorado que decía que ni el amamantamiento era responsabilidad de la mujer, que el hombre le podía dar la mamila al niño y cuidarlo por completo mientras ella se iba a trabajar, así de cuestionado está el asunto de lo que hemos llamado lo natural, quizá sea un tema de otro artículo, jajaja. 

Puedo aventurarme a afirmar que la mayoría de las mujeres que son misándricas, (atacan y denostan a los hombres de todo y por todo), no necesariamente son feministas, casi por momentos son más machistas en el fondo, sus generalizaciones les vienen desde la glándula del rencor y el enojo, no dudo que producto de la violencia recibida, pero generalizaciones al fin y al cabo, tal enojo y revancha suele ser bien recibida por las demás mujeres que conceden y convalidan, el discurso misándrico es de cierta manera una institución femenina. Para efectos de la pareja, del encuentro, de la conquista, los efectos de este empoderamiento o sobre empoderamiento, podemos decir, desde mi humilde punto de vista, complica y dificulta enormemente lo que yo he terminado llamando “El sano encuentro”. Este empoderamiento supone presupuestos ideáticos donde los hombres son juzgados por anticipado, prejuzgados, catalogados de mujeriegos, de infieles y de cabrones. Lo raro y lo curioso es que este tipo de hombres, son los que suelen tener más éxito entre la mujeres, parece que así los buscan y de muchas maneras, no quiero hacerla de vidente pero es un prototipo en el que las propias mujeres se están convirtiendo: mujeres cazadoras  cavernícolas a las que les importa ahora más la cantidad de encuentros que la calidad de ellos.  El desencuentro en la pareja tiene que ver con el interés que se tiene en el otro: ahora importa la apariencia, el cuerpo, el dinero, la imagen, la posibilidad de ir a cenar a tal o cual lugar, ir de viaje, vivir la vida loca de los antros, etcétera, consumen fuertes dosis de felicidad artificial y superflua. La increíble miscelánea de opciones de encuentros en la actualidad nos dice claramente qué se puede hacer con el otro, hay apps que sirven para encontrar alguien para tener sexo casual, alguien para tomar un café, alguien para que sea tu amigo, alguien con quien ir a la biblioteca, otro para ir al cine nada más, alguien que sea un substituto de tu padre o de tu madre, sitios especiales para multimillonarios, para intelectuales, para clasemedieros, etcétera, etcétera, etcétera, y cada aplicación es un sitio diferente donde pagas un costo y supones un resultado determinado, en fin, el gran negocio del encuentro.

El empoderamiento misándrico deja al hombre siempre en una especie de aspirante que tiene que hacer pruebas y exámenes de oposición para lograr ser aprobado, la palabra aprobado no quiere decir absolutamente nada, el encuentro está supeditado a un capricho que la empoderada se le da la gana suponer, puede que le sirvas para una cosa pero no para la otra, ella será la enlistadora de tus defectos y de tus tres o cuatro virtudes, los acomodará a su antojo y como se le de la gana. Mucho despotismo, burla, descalificación, mofa, discriminación hay en estos supuestos encuentros. Quizá tenga que hablar de la necesidad de empoderamiento de los hombres, pero esto no tiene otro nombres que violencia, agresión permanente, sometimiento total, desigualdad, opresión, etcétera…  eso me parece que es… el problema es que las más de las veces este autoritarismo no encuentra salida, termina siendo un círculo vicioso del que no se sale nunca, a menos que vayas a terapia y lo trabajes en serio. Las misándricas necesitan ayuda, necesitan aprender a encontrarse, a sanar sus heridas, a reconsiderar sus actitudes, a cambiar, es tremendo este escenario, viven siempre alejadas de la lealtad, , de la fidelidad, mienten, engañan, no se comprometen jamás, muchas son perversas y miran el sexo como un divertimento pasajero… Si dejásemos de caminar desde la venganza y el rencor y comenzásemos a caminar hacia la sanación de las heridas propias, hacia la responsabilidad propia en la conciencia de que algo hice para quedarme ahí y para elegir y resistir lo que viví, si vamos al camino del autocuidado y el amor propio, dejaríamos de odiar e intentaríamos el encuentro, la coincidencia, la sintonía, el verdadero amor… Cuidemos las dimensiones de la palabra empoderamiento, puede terminar siendo un rollo fascista más que revolucionario. Saludos para todas y para todos, jajaja, sobre todo, para mis asiduas lectoras.

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Abelardo Fernández

Doctor en Psicología, psicoterapeuta de Contención, musicoterapeuta, escritor, músico y fotógrafo profesional.