Rostros de la pobreza

  • Rafael Reyes Ruiz

Don Eligio es albañil  y por la contingencia se quedó sin trabajo. Se hace cargo de su esposa que tiene un tumor en la cadera y de su madre una adulta mayor que está cerca de los ochenta años. Ahora vive de la ayuda que le dan vecinos y conocidos. Está desesperado. Tiene una mirada triste que se pierde en un infinito de hubieras que no encuentran soluciones.

La señora Delfina. Se ve de setenta años o más, pero apenas tiene cincuenta y nueve. Padece una enfermedad en los huesos que le ocasiona dolores fortísimos. Vive en un cuarto a mitad de un cerro, rodeada de cachivaches y con ropas desgastadas, dice que ya no quiere vivir, no aguanta los dolores y no hay dinero para llevarla a doctor.

Sara, o Sarita para la gente que le tiene confianza. No llega a los cincuenta años, igual se ve mayor. Trabajaba lavando ropa ajena, y sí, por la contingencia también se ha quedado sin trabajo. Se hace cargo de su mamá, la señora Micaela, que con casi ochenta años sale a recolectar botellas de plástico y latas de aluminio. Sara no sabe qué comerán mañana, su angustia llega a las lágrimas.

Estás tres personas tienen muchas cosas en común; destaco una, ninguna de ellas tuvo oportunidades de educación. Y la paupérrima situación en la que viven no es solo causa de eso, son muchos factores, pero sin duda, la falta de educación tiene mucho que ver en sus realidades. Y así como estas tres personas, hay miles en todo México y Latinoamérica.

No, no es culpa tuya ni mía lo que le pasa a Eligio, a Delfina, a Sara, o a esas miles de personas que sufren estas condiciones, pero creo que sí tenemos algo de responsabilidad en que esto no siga pasando. Quienes gozamos de una posición de privilegio donde al menos nuestras necesidades básicas están cubiertas, hagamos algo por ayudar a que este mundo sea un lugar mejor, sin tantas desigualdades y con más solidaridad.

No es necesario crear una fundación o ir a repartir comida a hospitales, con hacer lo que nos toca y hacerlo bien, ayudar un poco en nuestro entorno, exigir a quienes tienen las responsabilidades sociales que hagan su trabajo, no permanecer indiferentes ante una realidad que hiere y lastima. Quizá no es la solución, pero sí sería un buen comienzo.

Tengo fe en la humanidad, conozco a personas buenas que comparten lo que tienen, podría mencionar a Edy, a Javi, a Maru, a Michi, a Ricardo, a Tania, a Abelardo, a Francisco, y muchos y muchas más, gente que se desprende de algo para darlo a quienes ni conocen pero saben que les hace falta. A ellos y a todos esos héroes que dan un poco de sí para quien menos tiene, mi reconocimiento, admiración y respeto.

Rescoldos.

Las personas que menciono me dieron autorización para publicar sus fotografías y contar sus historias. El objetivo de hacerlo no es otro que sensibilizar y tratar de que hagamos conciencia de una realidad que aún cuando a veces no sea vea, está ahí. Hagamos algo para cambiarlo, lo que sea, pero algo. Por lo pronto sigamos usando cubre bocas, lavémonos las manos constantemente y mantengamos sana distancia.

 

 

Rafael Reyes Ruiz

@RafaActivista

rafaactivista@gmail.com

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Rafael Reyes Ruiz

Activista social dedicado a brindar ayuda integral a grupos de alta vulnerabilidad. Fundador de Fundación Madai, que apoya a niños con cáncer y sus familias. Miembro de grupos y colectivos de la sociedad civil. Escritor, articulista, conferencista. Desarrollador y promotor del emprendimiento social.