AMLO y la posverdad

  • Marcelino León Ochoa

“Vivimos en un mundo con demasiadas verdades”.

Kenan Malik

Para la mayoría de nosotros, señalar lo que es objetivo o realista nos acerca a la verdad de las cosas y esta puede ser comprobable o verificable por medio de datos, cifras, fechas, nombres, etc. Así lo aprendimos de Aristóteles.

A pesar de que contamos con mucha información disponible, quizá como nunca antes en la historia de la Humanidad, cada vez nos cuesta más trabajo saber qué es verdadero o falso.

El diccionario de Oxford afirma que el 2017 fue el año de un concepto conocido como posverdad, definida como “la forma de describir aquellas circunstancias en las cuales los hechos objetivos verificables son menos relevantes, en la formación de la opinión pública, que la apelación a las emociones o las creencias personales”.

Esta es la estrategia de comunicación empleada por el Presidente López Obrador, todos los días, para generar desinformación. De acuerdo con Miguel del Fresno, desinformar no es lo mismo que mentir sino que es algo más sutil. La desinformación supone la distorsión de los hechos. No necesita ser una falsedad completa porque para poder ser tomada como verdad es suficiente con que sea verosímil (creíble). 

El problema no radica en que la verdad sea lo opuesto a la mentira, sino en que la opinión es elevada a la categoría de verdad. 

Ante las aparentes fallas o datos inciertos del Presidente se impone la idea del relativismo, mediante el cual se inventan historias todo el tiempo. Esto ha "abierto la puerta" sin querer a un tipo de política que no se hace problema con la evidencia.

 

Es un juego de nunca acabar. Digamos que el Presidente nos ha tomado la medida y ante cada afirmación errónea, surgen datos que la refutan, pero eso no importa, lo realmente importante es enganchar al público, minimizar los problemas, evadir responsabilidades o echar la culpa a otros, enjuiciar sin sustento y ante escenarios sin salida, recurrir a fórmulas mágicas o divinas, que todo lo pueden, que todo lo curan.

Alex Grijelmo sostiene que no hay nada más eficaz que un engaño basado en verdades, o envuelto sutilmente en ellas. Además, en un muy interesante artículo publicado en El País, describe perfecto lo que todos los días vemos desde la lógica del poder: 

1.- Quienes se manifiestan al margen de la tesis dominante -afirmaciones del Presidente- reciben una descalificación ofensiva que actúa como aviso para otros. Grijelmo lo llama poscensura.

2.- La insinuación. No hace falta usar datos falsos, basta con sugerirlos. En la insinuación, las palabras o las imágenes expresadas se detienen en un punto, pero las conclusiones se extraen de ellas. El emisor podrá escudarse en que sólo dijo lo que dijo, o que sólo mostró lo que mostró. La principal técnica de la insinuación en los medios informativos parte de las yuxtaposiciones: es decir, una idea situada junto a otra sin que se explicite relación sintáctica o semántica entre ambas. Pero su contigüidad obliga al lector a deducir una vinculación.

3.- La presuposición y el sobrentendido. Se basan en dar algo por supuesto sin cuestionarlo. A veces los sobrentendidos se crean a partir de unos antecedentes que, reuniendo todos los requisitos de veracidad, se proyectan sobre circunstancias que coinciden sólo parcialmente con ellos. pero si esto se expresa con esa oración sospechosa, lo legal se convierte en condenable por vía de presuposición.

4.- La falta de contexto, que manipula los hechos y que tiene estrecha relación con los sobrentendidos arriba mencionados. 

5.- Inversión de la relevancia. Esto es muy interesante. Resulta que los beneficiarios de esta era de la posverdad no siempre disponen de hechos relevantes para atacar a sus adversarios. Por eso a menudo acuden a aspectos muy secundarios como las costumbres personales, la vestimenta, el peinado, el carácter de una persona en su entorno particular, si salió en una foto con alguien y adquieren un valor crucial en la comunicación pública, en detrimento del conjunto y de las actividades de verdadero interés general o social. (1)

Tomando en cuenta los argumentos de Grijelmo, podemos ver con mayor claridad que las grandes líneas del discurso oficial son simples, cotidianas pero poderosas, porque apelan al sentir popular. Para qué el rigor científico, para qué tomar decisiones basadas en datos objetivos. 

Sin duda este gobierno le ha sacado provecho a la posverdad y todo lo que conlleva. Refutarle sus argumentos parece una lucha perdida, pero debemos aprender a convivir con ello y no bajar la guardia, pese a que vivimos tiempos líquidos, como lo señaló Zygmunt Bauman: “Hoy todo es líquido, y la modernidad toma consistencia de fluido en esta nueva etapa de la Historia”.

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Marcelino León Ochoa

Politólogo. Maestro en Gestión Pública. Coordinador de asesores del grupo de regidores PAN.

Catedrático en UPAEP. Ex regidor del Ayuntamiento de Puebla 2011-2014