Confesiones de encierro 2

  • Alejandra Fonseca

“El único lugar donde me siento segura es en mi casa; la he hecho mi ‘Castillo de la Pureza’: nadie entra y yo, poco salgo, más que para lo necesario y respetando todos los protocolos, casi salgo como astronauta. Mi casa no sólo me da seguridad, es mi espacio de alegría y felicidad porque al salir, todo es preocupación, desconfianza, inseguridad y distancia obligatoria; no puedes acercarte ni tocar persona u objeto alguno para proteger tu salud, y si tocas algo, ¡a desinfectarse y lavarse las manos de manera inmediata! Te vuelves obsesiva y paranoica: que todo lo que hagas sea para evitar riesgos, ¡porque el más mínimo descuido puede ser fatal! Así que al llegar a casa te das cuenta de que es tu única guarida para sobrevivir no sólo por tu salud física sino la mental.

“Te platico: En las noches, cuando mis vecinos se han recluido en sus casas, salgo a pasear a mis perros en el fraccionamiento donde vivo; es el único momento del día en que las calles están vacías y los perros pueden correr libremente. Los días que llovió, yo esperaba que parara el agua para salir y se me ocurrió aprovechar el tiempo para bañarme. Después salí bien tapada a pasear a los perros. Días después empecé con una tos mustia y al platicar con mi hermana, me preguntó “por qué la tosesita”. Le platiqué que era un enfriamiento por salir de noche con los perros después de bañarme; me dijo que le preocupaba e insistió que me hiciera la prueba del covid-19. En la noche sus palabras resonaron en mi mente. 

“Al irme a dormir, repasé todas mis actividades de 15, 20 días atrás: No había salido para nada, pero de esa seguridad pasé a la duda: ¿Y si sale positiva a pesar de no tener otro síntoma? ¿Y si me arriesgué sin darme cuenta? Y luego, a la paranoia: Si estoy infectada, ¿quién va a darle de comer a los perros? ¿quién los va a sacar a pasear? ¿quién va a limpiar la casa? ¿y si soy asintomática? Así continué infinitamente subiendo cada vez más el acento, la intensidad y la diversidad de mi locura; entré y salí infinitud de veces del infierno de mi mente con costos muy altos para mi salud física, tuve miedo de un infarto o un derrame cerebral por el estrés del momento.

“Al día siguiente fui a la prueba rápida: negativa; fui a la incómoda, muy incómoda ¡negativa! La tos mustia fue el inicio de mi infierno. Ahí decidí que mi casa es mi santuario, mi paraíso, lo único que tengo enfrente para ser feliz, para realizar mis actividades productivas y lo que pase afuera, no lo puedo controlar. ¡Esta es mi nueva normalidad!

“El infierno circular e infinito nunca volverá a repetirse”. 

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes