Intelectuales: al diablo

  • Oscar Barrera Sánchez

La semana anterior, un grupo de personajes denominados intelectuales llamó a conformar un frente opositor contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con la finalidad de quitarle la mayoría en la Cámara de Diputados en el proceso electoral de 2021. El grupo, comandado por intelectuales orgánicos de derecha, destacados auxiliares de ladrones y corruptos gobernantes neoliberales de los partidos políticos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) y de la revolución Democrática (PRD), como Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña y vividores de una elitista cultura clasista, racistas y excluyente, se suman al Frente Nacional Anti-AMLO (Frena) y al fascismo que se espera en los próximos años en México. Nombres como Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Ángeles Mastreta, Jorge Castañeda, Roger Bartra, Soledad Loaeza, María Marván, Jean Meyer, José Woldenberg, Jesús Reyes Heroles, Gabriel Zaid y Javier Sicilia, figuran entre los notables fascistas que suscriben el documento y este llamado. 

Sin embargo, la respuesta de la izquierda institucional no fue la mejor. Otro grupo de supuestos iluminados, encabezado por Paco Ignacio Taibo II, Víctor Flores Olea y Enrique Semo salieron al quite. No obstante, lejos del Bendito Coraje contestado por Andrés Manuel López Obrador, los argumentos y perfiles de ambos grupos representan una verdadera vergüenza para la cultura popular y las nuevas formas de pensamiento que están comprometidas con el progreso individual y social y no con bravucones que se juegan el poder político, con tetos hipócritas intelectualoides que se venden al mejor postor, sean de derecha o de izquierda.

Los niñitos bien dividen a la opinión pública. Personajes de vergüenza y pena que escriben de la historia de México, de las buenas costumbres de la clase media o que crean frentes para una democracia que sólo favorece a los dueños del poder económico y político y a sus apellidos extranjeros; a la blanquitud que exponen no sólo en sus trabajos sino en sus formas, tratos y designaciones de lo común como algo ajeno; los que son de izquierda por ser hijos de combatientes españoles, formadores de sindicatos corruptos, militantes coyoacanenses de las causas indígenas, femeninas, migrantes, de los pobres… pero que jamás han padecido lo que se vive diariamente en los pueblos, los barrios y las colonias populares, las calles, el desempleo y el hambre, ahora nos quieren chamaquear a todos con sus disputas. Los dos grupos son unos oportunistas del poder, meretrices del poder. Unos le prenden veladoras a Porfirio Díaz y otros a Karl Marx (quien se deslindaría de ellos, seguramente). Ambos prescindibles para el pueblo, pero útiles para quienes gobiernan.

Parafraseando a Silvio Rodríguez, los pequeñoburgueses, de derecha e izquierda, los primeros apuntalan la vieja moral y orden económico neoliberal disfrazados de barricada, mientras que los otros apoyan el manifiesto marxista desde mesas repletas y vinos añejados. Ambos grupos disparan letras incomprensibles para la mayoría, para, como dijese Rodrigo González, Rockdrigo, “Si veías tal escritura te sentías medio agotado, porque con tal estructura te ibas bien apantallado, no sabías si eran marcianos, mexicanos o europeos, ángeles, diablos o enanos, cardiacos o prometeos…”.

Estos señoritingos de la derecha y de la izquierda, no nos hacen falta al pueblo, a la clase trabajadora, a las amas de casa, campesinos, obreros. Ellos existen diferenciados, con un amplio capital cultural (pensado siempre desde la blanquitud), porque estamos los que carecemos de todo y lo hemos hecho históricamente; los que vivimos al día; los que tenemos que optar por comprar un pan o un libro. Esos que quieren instalar la hacienda porfirista que tanto anhelan, como también esos que quieren ser los oligarcas de la república (platónica) amorosa. Todos, no son más que lobos vestidos de ovejas, sepulcros blanquados: unos de mármol priista-panista, otros de cantera rojiza morena. Ninguno de piedra pómez, como quienes vamos todos los días a ganar nuestro sustento.

Los intelectualitos lindos, perfumados y aburguesados o los radicals chic con playera del Che Guevara son la misma porquería. Se necesita que campesinos, trabajadores, amas de casa, estudiantes, docentes y toda la clase trabajadora nos organicemos para buscar el mejor presente y futuro, sin la necesidad de líderes, políticos o intelectuales. Debemos darnos cuenta que lo que nuestros hijos se llevan a la boca no lo dan ninguno de estos vividores, sino nuestras manos y nuestro trabajo.

No se podía esperar nada de quienes van a fundamentar con datos, fechas y referencias bibliográficas el fascismo y la división de la patria. Eso son y lo han sido siempre. No se puede esperar nada de quienes justifican el poder, según, construyendo un bloque histórico, mientras que están del lado del poder. Pueden irse todos al diablo. Necesitamos personas buenas, trabajadoras, que les hagan más caso a sus necesidades, al grito del hambre y no a la demagogia de suavecitos y delicados amos y amas de la tinta. Desvergonzados e inútiles.

Picaporte

Otro enfermito de importación. ¿Quién pagará los días que Lozoya ocupe tratamiento médico?, ¿por qué en uno de los hospitales privados más caros del país, cuando millones de mexicanos trabajadores, honrados y decentes no tienen derecho a la salud? Ojalá y la información valga lo que cuesta toda esta faramalla y que paguen los corruptos con la información de este personaje, porque si no, las consultas médicas nos van a costar muy caras a todos.    

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Oscar Barrera Sánchez

Doctor en Ciencias Sociales y Políticas por la UIA. Comunicador y filósofo por la UNAM y teólogo por la UCLG.