La urgencia de una educación para la democracia

  • Juan Martín López Calva

Martín López Calva[1].

Vivimos en un país que avanza dos pequeños pasos hacia la democracia y de inmediato retrocede tres o cuatro con lo que la multi citada y ansiada transición democrática nos ha tomado más de cincuenta años –si consideramos el 68 como el surgimiento de la fuerza de cambio que le dio el impulso inicial- y parece no llegar nunca a su culminación.

En el último año y medio se han dado pasos muy peligrosos hacia un retroceso muy significativo en materia de construcción de instituciones para una gobernanza que buscaba –aún con limitaciones serias- distribuir de manera más equitativa el poder y la toma de decisiones sobre las políticas públicas más adecuadas en los distintos ámbitos de nuestra vida social.

Con el pretexto de la corrupción y de los altos costos de funcionamiento –que sin duda había en muchas instancias- se han ido forzando decisiones que eliminan de tajo o van matando poco a poco por inanición a los organismos autónomos y a las organizaciones de la sociedad civil que colaboraban en diversos aspectos de la instrumentación de las estrategias y programas sociales del gobierno, en lugar de limpiar, reorganizar y transparentar su operación.

El hartazgo social y la ira de muchos mexicanos ha justificado este retroceso con más ánimo de venganza contra los antiguos gobernantes corruptos que visión razonable y objetiva sobre lo que realmente conviene a una sociedad para lograr superar sus enormes rezagos económicos, sociales y culturales y construir un país que pueda llamarse democrático con todas las imperfecciones que tiene siempre este sistema que como dicen que decía Churchill es el peor, con excepción de todos los demás.

En año y medio un dirigente con enorme apoyo popular, carisma y visión estratégica electoral ha logrado borrar del mapa todo vestigio de oposición y hacerla parecer como indeseable, mala y hasta perversa. Al mismo tiempo se han ido desmontando todos los equilibrios de poder existentes y restaurando el antiguo régimen de un solo hombre en el que todas las decisiones recaen en el presidente y se instaura la percepción social que identifica al titular del ejecutivo con el país, con lo que toda crítica a su gobierno se mira de inmediato como una falta de patriotismo.

Ante este panorama resulta urgente una formación ciudadana auténtica y efectivamente democrática en las escuelas y universidades. Una formación que desarrolle las habilidades y actitudes necesarias para revertir este eterno retorno y poder mantener un rumbo hacia la construcción de la democracia que el país desea y necesita.

En mi artículo Educación y formación para la democracia desde las aportaciones teóricas de Nussbaum y Morin, publicado en la revista Diálogos por la educación, planteo siete grandes aptitudes que debe fomentar la educación basada en el desarrollo humano que busque consolidar sociedades democráticas. Estas aptitudes son:

1- La aptitud para reflexionar sobre las cuestiones políticas que afectan a la nación…

2- La aptitud para reconocer a los otros ciudadanos como personas con los mismos derechos… aunque sean de distinta raza, religión, género… y de contemplarlos como fines en sí mismos y no como medios…

3- La aptitud para interesarse en la vida de los otros, de entender las consecuencias que cada política implica para las oportunidades… de los demás ciudadanos y de las personas que viven en otras naciones.

4- La aptitud para imaginar una variedad de cuestiones complejas que afectan la trama de una vida humana…

5- La aptitud para emitir un juicio crítico sobre los dirigentes políticos, pero con una idea realista y fundada en las posibilidades concretas que éstos tienen a su alcance.

6- La aptitud para pensar en el bien común de la nación como un todo, no como un grupo reducido a los propios vínculos locales.

7- Laptitud para concebir a la propia nación como parte de un orden mundial complejo en el que distintos tipos de cuestiones requieren de una deliberación transnacional inteligente para su solución  (Nussbaum, 2010: 48-49).

Además de estas aptitudes deben fomentarse sentimientos morales adecuados para la democracia, lo que inicia por desechar sentimientos y visiones de pureza o superioridad moral que llevan a líderes, grupos, partidos y sociedades enteras a autoproclamarse como superioes a los demás y a menospreciar a los que piensan distinto por considerarlos un peligro para la identidad propia y el desarrollo social.

La misma Nussbaum señala que esta visión de pureza incluye por lo regular reacciones de “repugnancia proyectada” que provocan enormes problemas de comprensión y conducen a la discriminación, la exclusión e incluso a la violencia.

La filósofa estadounidense plantea que la escuela es solamente una parte de los factores que influyen en la educación del corazón y de la mente de los niños como futuros ciudadanos. Por ello la familia juega un papel central, pero esto no hace que la escuela pueda evadir su responsabilidad en reforzar los valores ciudadanos que se comunican desde casa, porque como indica la autora la escuela “puede reforzar o socavar” las coasas que haya logrado la familia.

Una parte complementaria a esta formación ciudadana desde las aptitudes y sentimientos morales cívicos que plantea Nussbaum es la del rescate de la pedagogía socrática en lo relativo al autoexamen crítico. Un ciudadano que punte verdaderamente hacia la democracia será capaz de pensar críticamente y de someter su propia vida a un autoexamen constante.

Lo anterior implica un bucle en el que se relacionan la regeneración ética que produce regeneración democrática y la regeneración democrática que produce regeneración ética. Promoviendo este bucle deberíamos situarnos todos los educadores para lograr consolidar en este país autoritario, desigual, injusto, violento y opaco una democracia siempre imperfecta y mejorable pero basada en la apertura a las aportaciones de todos.

 

[1] Con motivo de mi receso vacional de verano, este artículo no aparecerá las próximas dos semanas. Nos reencontraremos en este espacio el lunes 10 de agosto.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).