Anormalidad: el acto creativo como respuesta al miedo

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara

Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara

 

En nuestra cultura existe la firme creencia de que no podemos crear nada. Desde hace siglos (al menos desde la conquista y el origen de lo mexicano) se nos ha inculcado que somos un pueblo que copia y en el mejor de los casos asimila las ideas o formas de vida de sociedades “más avanzadas”. Entre muchos persiste la idea hasta el día de hoy de que la cultura europea es superior a la nuestra (sin saber bien qué se entiende como “cultura europea”) o incluso la estadounidense que si se le mira de cerca es evidente que carece de raíces profundas y busca incorporar datos de todos lados para adaptarlos a un estilo fácil y superficial (ejemplos hay en cualquier película del emporio Disney o en las celebraciones deformadas empezando por la navidad y terminando por el cinco de mayo).

Es tan profunda que incluso cuando algún mexicano inventa, crea o produce algo se justifica con que se ha formado en universidades de otros lugares o ha tenido influencias de grandes personajes con apellidos impronunciables. Hemos comprado el mito del genio para explicar la capacidad creativa de las personas y nos hemos auto declarado followers de los influencers culturales mundiales.

La realidad es que la creatividad es patrimonio de la humanidad; de la esencia del ser humano y todos podemos ejercerla si encontramos libertad y contactamos con nuestra auténtica naturaleza. Suena facilón pero es un ejercicio que requiere de gran esfuerzo y hay sectores de la población que viven de promover esta oportunidad como las escuelas que se presentan como centros de aprendizaje que trabajan con sistemas distintos a lo “tradicional” aunque en la práctica la totalidad de ellas utilicen el sistema que sea, tienen atadas las manos por la SEP (al igual que cualquier médico por alternativo que sea tiene que dar resultados a su institución, cualquier sacerdote por liberal que sea debe dar cuentas al señor obispo o cualquier político por buena voluntad que tenga tiene deudas y compromisos con tanta gente que prácticamente no tiene margen de acción).

La institucionalización cumple con su cometido si todos compartimos una visión de cómo deben funcionar las cosas y abonamos a objetivos comunes, pero a cambio nos va moldeando para ser homogéneos y en este proceso se pierde la capacidad creativa de las personas “normales” quedando como un sustrato solo disponible para los “genios”, “locos”, “artistas” y en general los “disfuncionales”. Esto como efecto colateral nos hace pensar que es mejor ser todos iguales, no salirnos de la norma y poner etiquetas –como las de arriba- a quienes osan desviarse del camino correcto.

Hasta aquí el funcionamiento de una sociedad “normal” pero ¿qué pasa cuando hay una crisis como la que estamos viviendo? ¿de dónde salen las propuestas de cambio o la capacidad de crear nuevas realidades? Estamos tan inmersos en buscar la funcionalidad y la comodidad (eso es otro tema) que hemos perdido el contacto con nuestra naturaleza interior y con lo que nos hace ser únicos. Este contacto tiene a su vez una conexión directa con un mundo más rico en donde todos soñamos y podemos traer a la realidad nuevas situaciones de mejora para nosotros mismos y para todos. El problema es lograr contactar con este mundo interior que tantas veces nos han dicho que no existe. La buena noticia es que sí existe y está disponible las 24 horas para quien se atreva a sumergirse. La mala noticia es que sumergirse en este mundo implica una desadaptación –al menos temporal- para obtener nuevas fuentes de creación.

El acto creativo consiste entonces no solo en hacer una obra de arte o una empresa novedosa que alimente nuestros bolsillos sino en plantearnos soluciones para nuestros problemas sin esperar que una instancia superior (gobierno, instituciones, jefes, etc.) nos la de. Es parecido al acto de educar a un hijo/a: darles las soluciones a sus problemas es un error; es preferible enseñarle a pensar, a conocerse, a entender cómo en la interacción de su persona con la sociedad habrá una tensión cuando no busque adaptarse a la mayoría, pero también encontrará libertad a través de la creación de sí mismo y todo lo que surja… ¿qué surgirá? Cualquier cosa y he ahí la maravilla del acto creativo que tú y yo podemos realizar hoy en nuestras vidas y tiene impactos en toda la realidad.

Si de algo ha servido el COVID es para demostrarnos que las seguridades que pensábamos existían eran y son frágiles. Todo está saliendo a la luz: la naturaleza de las personas, las verdaderas intenciones y emociones. Te invito a dar un paso más, superes el miedo y dejes salir la creatividad, el acto nuevo que viene de dentro y transforma la realidad. ¿qué has estado cultivando estos días dentro de ti? ¿qué quiere salir y no lo has dejado? ¿de qué te das cuenta y aunque te asuste te emociona? Ahí está tu acto creativo y la solución a tu insomnio, ansiedad, depresión y todo lo que te aflige.

 

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social