Breve apunte sobre la Pobreza y la Riqueza para el Cristiano

  • Humberto Sosa Argáez

 Cd. del Carmen; Campeche a 14 de julio de 2020.

 

El pensamiento sobre la pobreza y la riqueza es clave para nosotros los católicos contemporáneos que indudablemente seguimos recibiendo embates y muchas distorsiones en los ecosistemas informativos modernos.

Ambos conceptos fueron pensados y desarrollados por el cristianismo primitivo durante los SS. III – IV (Época de oro de las obras de la Teología Patrística) en particular por los Padres de la Iglesia a la luz de su espiritualidad, destacando: San Clemente de Alejandría (ca.150 – 211/215), San Basilio de Cesárea (ca.330-379), San Ambrosio (ca.333-397),  San Gregorio de Niza (335-389/390, San Crisóstomo (344-407)  y San Agustín (354-430).

Ellos nos ofrecen grandes principios morales que han de inspirar toda la técnica económica o social, para que esta sea servidora y no tirana del hombre. Pero estas profundas orientaciones no se reducen sólo al campo moral; sino están siempre envueltas en un sentido humanista que toca diversos aspectos de la realidad.

Son 4 los criterios morales respecto a los conceptos de Pobreza y la Riqueza de la humanidad que identifican nuestros Santos Padres: Primero es el Destino Comunitario de los Bienes, que no se trata de un comunismo impuesto perdiendo libertad, más bien que los bienes materiales pueden ponerse a disposición de la comunidad para el bien común según necesidad. Los bienes terrenos no son para que el hombre se subordine a ellos en una estructura social; sino para que sirvan de instrumentos para conseguir su verdadero destino común. Segundo la Dignidad del trabajo, es la manera común y justa de apropiarse de los bienes creados para solventar las propias necesidades de la vida. No se trata de una simple condena al trabajo, sino de una colaboración del hombre, co-creador con Dios, para transformar la naturaleza que éste le ha dado para su servicio. No es un simple medio para acumular riqueza y disfrute desmedido de la vida. Tercero la Apropiación injusta de los bienes de propiedad por el abuso del poder y por el interés usurero nos lleva a la pregunta ¿es justo traficar con el hambre del pueblo, sacar la propia ganancia de la desgracia pública? Cuarto la Obligación de compartir bienes se deriva de todo lo anterior. Así la propiedad y la riqueza no sólo comporta prerrogativas, sino también graves responsabilidades sociales de tipo moral. Quinto Condena al lujo que señala que dado el fin de las cosas materiales desde la creación, que nadie tiene derecho a usarlas para satisfacer sus vanidades, mientras tengan hermanos que carezcan de lo suficiente para satisfacer las necesidades básicas humanas. No se puede transformar lo superfluo en necesario.

San Clemente de Alejandría expresa que las riquezas (cosas materiales) son creaturas del único Dios, y por lo tanto buenas. Lo que está mal y condenable es el mal uso de los bueno. Todas creadas para un fin “social”. Lo material sirve a las necesidades de todos los hombres. Poseer bienes legítimos, disfrute y partícipe a hermanos con espíritu de fe. El rico no es dueño absoluto de éstos – sino administrador – con responsabilidad por la justicia.

 

San Basilio de Cesárea señala que la condición social del pobre y del rico no es voluntad de Dios es el fruto del pecado del hombre y –en este contexto- del hombre que como avaro cambia lo superfluo en necesario, y que como ladrón cambia en posesión suya lo que tiene sólo en administración. La necesidad se mide no según su antojo, sino conforme a lo que en el uso común es considerado propio de una vida humana, digna, sana y suficientemente feliz, el resto es lujo, que en el mundo creado para todos, “resulta escandaloso porque priva a los pobres de lo necesario pero más aún porque degrada al hombre y corrompe la belleza del orden que ha querido el Creador”. No desprecies bienes terrenos, es despreciar al Creador. Úsalos (dice) como instrumento de trabajo para ser co-creador con Dios. No como medio de explotación al hombre con provecho individualista. Ayudar al hombre pobre no significa llenarlo de cosas, darles medios posibles para trabajar dignamente. Excepto en emergencias provisorias.

 

San Ambrosio. Diseña una Doctrina de la igualdad de los hombres de la comunidad de los bienes, pone en común al rico y al pobre. Dice que la tierra pertenece a todos por destino del Creador y por ello quienes se apoderan de grandes latifundios por propio interés contrarían el proyecto divino, creyendo indebidamente que están solos en la tierra, cierto que hay diferencias sociales debidas a las distintas capacidades de los hombres, pero éstas no son base del derecho para posesionarse de lo que pertenece a todos en cuanto a usufructo. Reprocha a los ricos no tanto la posesión de la riqueza, sino el que sean poseídos por ellas, el no servirse de ellas como una propiedad verdadera, y el olvidar la orientación social de toda la propiedad.

San Gregorio de Niza. Su perspectiva metafísica señala al hombre como imagen de Dios. La naturaleza humana se esconde tras la miseria es ser hombre: la posición social desgraciada, la enfermedad, las heridas, la miseria moral, son motivos que exigen la intensidad del amor, no motivos que alteren su naturaleza o su dignidad de hombre. El respeto y el amor que se deben a los hombres desgraciados están, pues fundados ontológicamente en el ser, moralmente en la justicia y espiritualmente en la caridad, no en una compasión que les conceda el mínimo de la supervivencia. Todo el mundo pertenece a los hombres, luego también los miserables.

San Juan Crisóstomo. Afirma que el pobre es igualmente digno de Dios. Los bienes fundamentales que el Señor nos ha dado son iguales para todos; no sólo el alma y el cuerpo, sino todo lo que sirve al hombre: el aire, el agua, la tierra, el sol. Es vano medir el valor de los seres humanos por lo que tienen de cosas artificiales. La belleza del ser humano no consiste en los vestidos que lleva, sino en sí mismo como un hombre, y por lo mismo tan digno es un rico como un pobre. Desigualdad es egoísmo y ambición desmedida de muchos. Muchas situaciones de pobreza y de riqueza derivan del pecado, Incluso la miseria puede ser por culpa de la disipación. En todo caso, no hay porque llamar en causa la Providencia Divina, sino la responsabilidad humana.

San Agustín. Expone que el pobre ya es ciudadano de los cielos pero ha de ayudar a los ricos a que también lo sean. El pobre no puede atrincherarse en la Escritura para sostener que el reino de los cielos le pertenece en propiedad exclusiva. Pobre y rico sólo pueden tener salvación en la humildad porque  la raíz de todo pecado es la soberbia. El humilde ha de aceptar que el fin de todos los bienes terrenos es el servicio común del hombre. La fe no es para hacernos ricos, es para descubrir el designio divino sobre todas las cosas. Al que ha de salvarse ha de someterse sin reserva. Ni la pobreza es un bien en sí mismo, ni la riqueza es de por sí un crimen. Es el mal uso de los bienes lo que constituye el pecado. Define la justa possessio (Derecho de Propiedad) proponiendo una fórmula que anuncia ya la teoría del abuso del Derecho: male autem possidet, qui male utitur (“posee injustamente quien usa mal de lo poseído”).

Me causa mucha tristeza que en tiempos de pandemia y en donde el hambre y desigualdad va en aumento en México. La inseguridad alimentaria es grave que paso del 8% de la población total 2014-2016 a 11.15% de 2017-2019 (Según FAO). La población en peligro de atravesar situaciones más severas de acceso a alimentos aumento de 9.7 a 14.6 millones de mexicanos. Aun y con ello sigamos con disputas por el control del país y descalificando el ejercicio democrático de la función pública. Los que decían en campaña que amaban a México brillan por su ausencia y peor aún no contribuyen. El caso de los que perdieron como la coalición “Todos por México” y el de la coalición “Por México al Frente”: sólo pensaron en apoyar en lo individual y sobre todo en su clúster empresarial olvidando los principios morales y éticos que nos dictaron estos hombres sabios de la Iglesia universal como la caridad, igualdad y solidaridad, subsidiariedad  entre otros.

 

Bibliografía consultada: González S.J. Carlos Ignacio. Pobreza y Riqueza. En obras selectas del Cristianismo Primitivo. Editorial Porrúa, S.A. “Sepan Cuantos” Núm. 564

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Humberto Sosa Argáez

Es licenciado en Ciencias Políticas por la UPAEP y maestro en Administración con especialidad en Ingeniería Financiera por la Universidad del Valle de México