Sí…ellas también pegan y muy duro

  • Alberto Pacheco Márquez

A raíz del confinamiento al que nos orilló la pandemia del COVID19, otros flagelos han cobrado fuerza: la violencia intrafamiliar: lo cual es incuestionable, puesto que la convivencia exacerbada y bajo el mismo techo, por así decirlo, mezclada con muchas otras variables, como la precariedad, el nivel educativo, las adicciones, etc., se vuelven el ecosistema idóneo para tal disfunción.

No obstante, existe una obsesión por analizar este fenómeno de manera unidireccional, asumiendo por antonomasia que es algo que solo sucede de hombres a mujeres, victimizando a unas y estigmatizando a otros.

Hemos caído a tal extremo, que, al hablar de violencia doméstica, en automático, asumimos que la mujer es la violentada, la víctima. Una idea muy generalizada, es que solo las mujeres son maltratadas y/o asesinadas en el ámbito doméstico, asumiendo que, el hombre, siempre actúa por mero machismo.

Salvo contadas excepciones, el hombre no mata ni violenta a una mujer por el hecho de ser mujer, sino por intereses económicos, celos, por resentimientos, efectos de las adicciones…por conflictos que se dan entre los individuos, etc. y por supuesto, la fuerza física, que salvo en contadas excepciones, suele ser mayor en el varón, termina inclinando la balanza.

Sin embargo, una característica básica de la violencia en el ámbito familiar, es que esta es bidireccional, de mujeres a hombres y de hombres a mujeres.

Hay estudios que han demostrado, por ejemplo, que, durante el noviazgo, la mujer es en promedio más violenta; que, entre parejas del mismo sexo, las lesbianas son más violentas en comparación con las parejas de hombres.

Cuántos de nosotros no hemos sido testigos de que a alguno de nuestros camaradas le quitan el celular para revisar con quien habla o quien da like a sus publicaciones de redes sociales; que no lo dejan salir a una reunión de amigos, que lo pellizcan ante cualquier inconformidad de su pareja, que lo dominan con prepotencia, entre muchas otros micro-hembrismos, que por el simple hecho de ser ejercidos por una mujer, los asumimos como insignificantes o muchas veces con argumentos tales como “todos los hombres son unos perros” y por eso se lo merece.

Recientemente, en los medios de comunicación se dio cuenta del asesinato de un alto ex funcionario del Gobierno del Ex Presidente Peña Nieto, que fue planeado por su entonces esposa, un caso que se visibilizó por mera casualidad, ya que, en realidad, se presumió inicialmente, que este personaje había sido ultimado debido a la información que conocía y que podría poner en evidencia intereses muy altos.

Paradójicamente, ninguna voz ha salido a señalarlo como un MASCULINICIDIO…vaya ironía.

Pero no es el único caso y mucho menos, algo poco común. Son cientos de hombres asesinados a manos de sus parejas por métodos como envenenamiento, sicarios o armas de fuego.

Personalmente conozco un par de casos de manera directa, en los que la esposa estaba envenenando al esposo con altas concentraciones de plata y en uno de estos, el hombre decidió denunciar, pero fue objeto de burla por parte de las autoridades y solo hasta que su condición de salud se agravó, fue que decidieron tomar cartas en el asunto, lamentablemente muy tarde, porque murió y la perpetradora no solo heredó los bienes de la víctima, sino que ni siquiera piso la cárcel, por el mero hecho, de que su defensa argumentó, que lo hizo por las constantes vejaciones (no comprobadas) a las que fue sometida por el marido.

Si bien, no se trata de minimizar bajo ninguna causa el tema de la violencia hacia las mujeres, que es una realidad, tampoco se puede invisibilizar y estigmatizar a los hombres que la padecen; cada vida cuenta.

En 2019, hubo algo mas que 34 mil homicidios, de los cuales, más de 31 mil fueron hombres y no por el hecho de que la mayoría, hayan sido perpetrados de hombres hacia los hombres, merece ser minimizado, porque entonces, por el solo hecho de ser varón, se presupone que es menos severo, lo que al final es discriminatorio e infame.

La ley debe ser hecha para proteger a los individuos, independientemente del colectivo o genero al que pertenezcan, porque ni los hombres somos solo perpetradores ni las mujeres, víctimas perpetuas.

Los países con los menores índices de violencia doméstica o hacia la mujer, han atacado el problema a través de la educación, la mejora de los niveles de bienestar integral y no, con políticas públicas discriminatorias o que atienden solo desde variables, evidentemente sesgadas por ideologías.

 Porque ni una menos, ni uno menos, nadie menos…

Nota: espero que quien esto lea, tenga la curiosidad de indagar en los diversos estudios y estadísticas al respecto. Hay muchas, pero al parecer, a muy pocos les interesa mientras no sea una “tendencia mediática”.

“Que pronto volvamos a la normalidad y que, en esa nueva normalidad, cuidar nuestra alimentación, hacer deporte y respetarnos los unos a los otros… sea la constante”

 

 

 

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Alberto Pacheco Márquez

Especialista en Desarrollo Regional y Gestión de Inversión Extranjera y Conferencista. Se desempeñó en el sector público y privado en México como en el extranjero. Dedicado a la vinculación entre México y Polonia