Confinamiento y depresión

  • Abelardo Fernández
El decaimiento provoca comportamientos rutinarios y repetitivos

Se me han estado escapando los temas como ajolotes en el charco, los ajolotes eran unos pequeños animalitos que nadaban, una bolita y una colita muy parecidos a los espermatozoides, que guardábamos en un frasco y los llevábamos a casa, algunas veces, con los días, esos animalitos se convertían en ranas porque les comenzaban a crecer patas a los lados de la cola y después en la parte delantera, al final, la cola se les caía. Perdón por el exabrupto pero el dato no sólo me pareció un referente a una actualidad, justamente sin referentes de ningún tipo. En fin, comentaba que los temas de varios artículos anteriores se me han ido escapando entre los dedos y de pronto, hoy, he conectado este tema como un poco atañe a todos los ajolotes que se me escaparon antes, a ver qué tal me sale…

Los referentes en el entorno nos dan estabilidad, me parece que en mucho también nos dan identidad y conciencia de nosotros y de la época que vivimos, mi tema hoy puede ser la depresión o algo que se le parece mucho o que se le acerca también. Sin duda lo trataré a mi más puro estilo y con mis más puros argumentos: desechemos, una vez más, las versiones medicinistas y psiquiatrizadas cuyo propósito es vendernos y meternos medicamentos para lograr algo que ellos llaman mejoría y estabilidad, en fin.

El primer factor desencadenante de los estados emocionales de decaimiento, abatimiento, tristeza, etcétera, es el prolongado confinamiento al que estamos siendo sometidos, y en este sentido, me parece importante apuntar un tema que es de sumo cuidado para todos, trataré de hacerlo con delicadeza para no herir susceptibilidades. Tenemos que analizar un poco el multitrillado “Quédate en casa”. Lo diré como va, quizá yo lo cambiaría por “Cuídate de los contagios”, o, “Toma distancia de los demás, lo más posible”. Muchas personas han tomado el quédate en casa como un encierro, y, no solamente por la depresión que se genera como tal, sino por la falsedad real que esto encierra. No faltan los que se quejan todo el tiempo de que las personas no se están quedando en casa, en fin. De pronto muchos y muchas se nos han convertido en prefectos de la secundaria que no nos dejan salir, esas órdenes que nunca entendimos pero que cumplirlas, al final, parecía que nos beneficiaban. La gente necesita hacer ejercicio, respirar de pronto aire puro, salir a tomar el sol, entiendo que la incertidumbre de no saber cómo se comporta el virus este no nos deje certezas de qué hacer, pero también la misma incertidumbre ha desatado el autoritarismo de muchas personas que les da por mandar y seguir mandando. A ver, salir a caminar un poco en un extenso parque donde no estás cerca de los demás y traes cubrebocas, no sólo es un acto de cuidarse, insisto, necesitamos hacer ejercicio. Sin embargo, hacer una fiesta con tus cuates, sacar las chelas y los pomos y ponerse a bailar y terminar abrazándose y besándose, ese sí es justamente un acto irresponsable y temerario, pero salir a comprar un poco de verduras, o caminar sólo unas calles, o sacar a pasear al perro en la noche aislado de los demás, no me parece que se irresponsable… te lo digo Juan para que todos los Pedros en las autoridades le bajen dos rayitas a su necesidad de someter a la gente. Pero vuelvo al tema del decaimiento cercano a la depresión.

El confinamiento, la incertidumbre de lo que pasará, los problemas relacionados con la subsistencia para quienes se encaminaron por la ruta de la libre empresa y todo esto, son lecturas que no controlamos y que no se parecen a las que teníamos, eso causa desazón y desconcierto. Nuestra consabida conducta permanentemente adaptativa, -somos como las cucarachas, nos adaptamos a todo-, no sabe cómo reaccionar, es decir, los referentes están cambiando constantemente, y, de cierta manera, no dejamos de buscar pequeños nuevos referentes que nos dejen entender lo que está sucediendo. Por supuesto el distanciamiento, muchas veces la soledad que este implica, sobre todo para quienes vivimos solos, ventajosamente por un lado, pero en desventaja por el lado de compartir juegos, alegrías, paseos, comidas, recetas, etcétera, etcétera.

El decaimiento provoca comportamientos rutinarios y repetitivos, poco a poco se van volviendo más y más sedentarios, nos quedamos acostados, sentados, vemos la tele todo el día, comienzan a desaparecer las ideas de qué hacer en el día, qué proyectos iniciar o reiniciar, cuáles pendientes podemos arreglar y qué tenemos que hacer para lograrlo. Pero la energía se va acabando, si los primeros días reparamos lámparas, o licuadoras, o hicimos pasteles o moles o ensaladas, insisto, la prolongación del confinamiento parece que nos dice que sobrevivirán aquellos que no pierdan el rumbo de la creatividad de seguir haciendo cosas, de seguir inventando rumbos, esa, me parece, es la gema de todo esto, inventar y crear para salir adelante es nuestra zona de oportunidad, como dijera mi amiga Mariana. Yo no dudo de que la gente es creativa, es trabajadora y es resiliente, ya sea sola o en familia, pero de pronto la depre parece estar al asecho queriendo atraparnos de nuevo… Nuestras nuevas lecturas de la realidad serán las que nos permitan librar estas consecuencias de la pandemia, insisto, al final no sé si este texto termine siendo lo mismo,  pero no ayuda mucho hacer caso de quienes quieren teorizar con nuestra vida cotidiana, quienes quieren hacer una explicación de lo que nos pasa cuando ni ellos mismos saben qué hacer con lo que les pasa. La depresión es normal en estos tiempos, debemos tener derecho a hablar de ella, las actitudes endulcorantes de ser felices a toda costa y de sonreír para que la fuerza esté con nosotros, dan muchísima flojera, hablar de cómo nos sentimos realmente, de lo que sentimos de los demás y con los demás, creo que es mucho más saludable y permitirá el crecimiento personal y colectivo. Es importante caminar, es importante pensar, es importante hacernos cargo en la inteligencia, virtud de la que todos o casi todos tenemos, de lo que estamos haciendo, estamos bien y vamos bien, si estás leyendo esto y yo lo estoy escribiendo es porque seguimos con vida, seguimos con comida, sustento, afecto, etcétera, parte de la dinámica de la depresión se instala en nuestros pensamientos, sobre todo aquellos que nos repiten y repiten que todo está mal, que estamos de la chingada, que nos está llevando pifas, que vamos a morir, etcétera, eso no es cierto, estamos vivos, estamos bien, tenemos todo y tenemos tanto, cuídate de los malaleche que te quieren arruinar el día todo el tiempo, disfrútate en un nuevo escenario y aprende a cambiar, adáptate a esta nueva locura y aléjate de las “mentiras falsas”, (porque hay mentiras que son verdaderas) nadie te va a cobrar un impuesto por los perros que tienes, eso es una verdadera mamada, con perdón de las verdades, jajajaja. Saludos, abrazos y besos a todas y todos, en horabuena y bienvenidos los cambios, a cambiar se ha dicho… hasta el próximo ajolote que atrape.

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Abelardo Fernández

Doctor en Psicología, psicoterapeuta de Contención, musicoterapeuta, escritor, músico y fotógrafo profesional.