Una reflexión sobre las viejas y nuevas masculinidades

  • Laura Carreto Tirado
El mundo en el que vivimos está dominado por la mirada patriarcal

En primer lugar, debemos definir el concepto de masculinidades, que son un conjunto de atribuciones, valores, comportamientos y conductas que son característicos del hombre en una sociedad determinada. Debido a que “lo masculino” deriva de una construcción social, su significado se modifica en consonancia con los cambios culturales, ideológicos, económicos e incluso jurídicos de cada sociedad, en una época determinada (CNDH, 2020).

Para hablar sobre este concepto debemos entender lo que ha sido la masculinidad hegemónica, que tiene que ver con rechazar todo aquello que sea femenino; ser importante: a mayor status, mayor poder y por ello más masculino; el riesgo y la agresividad son sinónimos de ser masculino, ser duro como el roble: no mostrar sentimientos (Secretaria de Relaciones Exteriores, 2020). En el proceso de crecimiento el varón va a aprendiendo a suprimir emociones, como el placer de cuidar a otros, la empatía, la receptividad, la compasión (Valdés y Olavarría: 70) demostrar los sentimientos es parte de la feminidad por eso es que el hombre es educado para suprimir todo aquello que sea femenino. Debido a esto, es que las masculinidades hegemónicas o las masculinidades tradicionales son aquellas dominadas por el machismo que ha impuesto un sistema patriarcal.

Lo masculino, ha sido un concepto social; así como Simone de Beauvoir decía que: “no se nace mujer: se llega a hacerlo” igual pasa en el caso de los hombres; “no se nace hombre, se llega a hacerlo”. Las imposiciones sociales y culturales para que se pueda definir lo masculino como tal, han tenido como modelos e imagen a los propios hombres.

Imaginemos un niño pequeño, estará condicionado a la educación que le imponga su madre, su padre o hasta sus abuelos. Para empezar se le asignarán juguetes, juegos, un corte de cabello, ropa y colores determinados. ¿Qué pasará si el niño incumple todos las imposiciones sociales y culturales? Seguramente será molestado principalmente por otros niños varones quienes le harán saber que no está siguiendo los papeles asignados, posiblemente lo llamarán “maricón, raro, etc”. La violencia es parte importante del deber ser masculino.

El mundo en el que vivimos está dominado por la mirada patriarcal. Simplemente quienes tienen el poder son hombres, en todas las áreas: todas y todos estamos bajo el dominio masculino. El varón que internaliza plenamente este mensaje patriarcal se relaciona preferentemente con otros varones, en ese sentido es” homosocial” o “androtópico”. La relación con las mujeres en el patriarcado puro, solo se produce de dos formas igualmente secundarias: 1) para obtener servicios específicos, domésticos, sexuales, o más sofisticadamente de consuelo; 2) como forma indirecta de relacionarse con los varones mediante la posesión y ostentación de mujeres (Valdés y Olavarría: 27)

Dice el tango “Tomo y obligo”: “¡Un macho no debe llorar!”. En una época no muy lejana, seguramente todos los varones de más de 30 escucharon alguna vez en su vida “los hombres no lloran”; el no demostrar los sentimientos ha sido angustiante para los varones, eso ha traído como consecuencias mayor número de suicidios y problemas emocionales, alcoholismo y drogadicción.

Y es que ellos son educados para demostrar su virilidad, a través de la violencia, la fuerza física o de conquistar a muchas mujeres; mientras más viril sea, más mujeres tendrá y esto le será reconocido principalmente por otros hombres. El miedo más grande para un hombre heterosexual (más aún en nuestra cultura mexicana) es que lo llamen gay, mariquita, etc; es por eso que tratará por todos los medios posibles de demostrar todas las conductas masculinas impuestas culturalmente. De esta manera se explica lo difícil que es para un “hombre heterosexual” expresar alguna admiración sobre el aspecto físico de otro hombre, algo que entre las mujeres es algo sumamente natural y común.

Otras de las imposiciones sociales es tener el rol de proveedor, los hombres heterosexuales que ganan menos que sus esposas o que son menos reconocidos profesionalmente sienten disminuidos y angustiados por la misma razón. Las aspiraciones personales de la mujer, sociedad y la situación económica han ido cambiando, es por eso que cada vez más féminas se han ido incorporando al trabajo remunerado, lo cual también ha provocado violencia, al ser desplazados en uno de sus roles asignados, las mujeres ahora gozan de más libertad también porque tienen sus propios ingresos.

Marcela Lagarde, feminista y antropóloga mexicana, asevera que los crímenes contra las mujeres “tienen que ver con un problema de los hombres” ya que la violencia de género “es constitutiva de la condición de género masculino”; “los hombres tienen que mostrarse como seres violentos desde su infancia, porque si no se les considera “poco hombres”. “La violencia busca el control de las mujeres como género, funcionando como una manera de educación ejemplarizante a través del daño y debilitamiento para producir miedo y sufrimiento” afirmó Lagarde (Notimérica, 2008)

Aunque los tiempos han cambiado, repito: seguimos viviendo en un mundo dominado por los hombres, donde ellos tienen el poder social y los privilegios. Esta estructura patriarcal que domina la sociedad, economía, instituciones y burocracia, han provocado que las autoridades mexicanas tengan una visión misógina y cerrada para enfrentar los feminicidios y violencia de género. Un ejemplo de ello es el caso de la ahora activista poblana Coral Melo, quien, al acercarse a las autoridades para denunciar su caso de violencia digital, concretamente “pornovenganza” los agentes del ministerio público se mofaron de ella, pues en el video había sexo consensuado, sin embargo, su pareja distribuyó este material como desquite, después de que ella terminara la relación. Para las autoridades no había delito porque “no había sido violada”. Ya como activista, al querer promover la ley que protegiera a las mujeres de la “pornovenganza”: un diputado dijo que no se podía aprobar la ley, ya que sería “avalar la putería”. En el pueblo donde vivía los periódicos encabezaron sus titulares con esta situación, además del constante acoso de los vecinos, y hombres que le solicitaban sexo (BBC, 2019). Finalmente “La ley Olimpia” llamada así por la misma Coral Melo, fue aprobada no solo en Puebla sino en otros 10 estados de la república; esta situación es un ejemplo de cómo la mirada machista domina a la sociedad, a la política e instituciones gubernamentales. Sin embargo, este éxito legislativo se logró gracias a la constancia de la activista y de las organizaciones feministas.

Ante la ola de violencia hacia las mujeres por estas “viejas masculinidades” (masculinidades hegemónicas) además y no menos importante de la asfixia social que estas suponen para los propios hombres, existe un nuevo camino que está siendo construido por varones con una visión diferente, es así que nacen las nuevas masculinidades. Este concepto se refiere a los procesos de crítica de la masculinidad tradicional, dominante, hegemónica, esto implica el cuestionamiento de la construcción actual del varón, así como de los privilegios que de ellos devienen; se trata de reflexionar acerca de esos roles y estereotipos en un sistema patriarcal (Ecofeminismo, decrecimiento y alternativas de desarrollo, 2020).

Las recomendaciones que hace el gobierno de México para la construcción de estas nuevas masculinidades es desaprender viejas conductas que socialmente les han inculcado y un ánimo honesto para comprometerse a reaprender; 2) ser firmes en su convicción de cambio; 3) cambiar la mentalidad de que alguien tiene que servirme; 4) fomentar la amistad masculina desde otras perspectivas que no sean la violencia o el bullying (La hora nacional, 2020).

Las nuevas masculinidades incluyen: quitarse la armadura de “macho”, enterrar las enseñanzas patriarcales, mostrar sentimientos: llorar, pedir ayuda emocional; involucrarse en la crianza de las hijas e hijos, en la cocina, las labores domésticas, educar bajo otros esquemas que no sean impositivos, no tener complejo alguno si ya no es el mayor proveedor, etc; además de rechazar todo chiste y comentario misógino, y por último y no menos importante: cuestionar sus privilegios.

El camino para construir una equidad de género es importante la participación de los hombres como de las mujeres, esto es un asunto de derechos humanos y de una revolución social para crear un mundo mejor; y para esto es necesario salir de los esquemas establecidos de lo que significa “ser hombre”, en resumen: romper con la herencia patriarcal. Es necesario recalcar que la participación de los varones en las tareas del hogar no ha logrado combatir la violencia doméstica, por eso es necesario cuestionar y borrar los roles de género, buscando un modelo más igualitario.

 

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Laura Carreto Tirado

Licenciada en Relaciones Internacionales, Maestra en Ciencias Políticas ambos grados por la BUAP. Especializada en temas migratorios y en la Relación México-Estados Unidos. Ha investigado y escrito al respecto en libros y revistas