¿Cuál nueva? ¿cuál normalidad?

  • Oscar Barrera Sánchez

Sin duda alguna, la infección por Covid-19 es biológica, pero la pandemia es política. En este sentido, el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador parece que no ha sido eficaz en una ni en otra o, por el contrario, demasiado eficiente. El eslogan de “regresar a una nueva normalidad” más que un aliento parece una amenaza. Parece que lo único que cambiará es una política de restricción, control sobre la vida, la libertad y los derechos humanos, en algunos casos (la mayoría) con el respaldo de la ciudadanía y, por otro, con el uso de la fuerza pública, ahora también militarizada. El gobierno federal y los estatales siguen cobrando impuestos, cortando la energía eléctrica; las empresas privadas siguen recortando salarios y lanzando a miles al desempleo; la educación básica en México sigue sin tener claro el rumbo de este ciclo escolar y; los héroes de este momento, los médicos, contratados por honorarios serán despedidos en unos cuantos días o meses. Entonces, ese es el problema, regresar a la normalidad, lo de nuevo sólo cabe en un oxímoron.

Durante estas semanas de encierro con motivo de la expansión en el país del virus SARS-CoV-2, las autoridades han dejado ver que el uso del mismo les ha caído como anillo al dedo. En este mes, el 11 de mayo, el presidente Andrés López Obrador formalizó la militarización del país. Si ya lo había hecho con la Guardia Nacional, no le bastó, sino que, en pleno confinamiento, actúo de manera velada, como todo hombre autoritario, para dar a las fuerzas armadas un poder semejante al de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de la época de Gustavo Díaz Ordaz y de lo peor del Partido Acción Nacional, con Felipe Calderón Hinojosa. Esta situación no es nueva, pero es parte de la Nueva Normalidad.

Qué mejor esquema se le presenta a este gobierno que militarizar las calles y, que la gente se vigile a sí misma y a los demás. El virus se ha convertido en el motivo autoritario para que el ideal panóptico de la autovigilancia y el espionaje sanitario se conviertan en la óptima conjunción del ejercicio de poder del Estado y el sometimiento voluntario de la ciudadanía ante el miedo tanatopolítico expresado en los medios de comunicación. Que mejor manera de actuar con base en el discurso médico, epidemiológico, del Dr. Hugo López-Gatell (quien ya se ha equivocado en sus datos algunas veces, como en el cálculo de infectados y muertos- hasta hoy 8597-, y, se dice, que hasta una nueva aritmética generó) que la cesión voluntaria de la libertad y los derechos humanos de la ciudadanía a este gobierno. Otro elemento de la Nueva Normalidad, el sueño del Leviatán hobbesiano y el Estado de excepción.

No se diga de los derechos laborales. Lo más deslumbrante de la Nueva Normalidad es el desempleo, la baja de los salarios a los trabajadores contratados por honorarios y la imposibilidad de trabajo informal en las calles, no se diga de pequeños establecimientos, quienes se han visto afectados, así como quienes trabajan en ellos. Sin embargo, los líderes y trabajadores sindicalizados de salud (por mencionar este sector), coligados con el Poder Ejecutivo, se dan el lujo de irse a sus casas con todos sus privilegios, cuando, por ejemplo, los médicos que están haciendo frente a la “pandemia” son contratados por tres, seis y nueve meses bajo la modalidad de honorarios. Esos personajes de los que se llena la boca el gobierno al hacerlos héroes, son los mismos que no tienen prestaciones, servicios médicos –paradógico- y que serán despedidos antes de que termine el año. ¿No es de vergüenza para este gobierno y muchos estatales? De nuevo no tiene nada, pero sí de normalidad.

La nueva normalidad implica que, los niños, adolescentes y jóvenes regresen a clases y se infecten con un posible rebrote del virus en los próximos meses o, que las madres de familia sean quienes asuman el rol de docentes, ante el fracaso de los proyectos de educación a distancia de la Secretaría de Educación Pública. Eso es más normalidad y de nuevo, nada.

Regresar a la normalidad, ¿qué otra cosa podía pasar? Ese es el problema. ¿Nueva? Eso es aún peor: mayor pobreza, violencia, militarización, desempleo, baja de salarios, sobre explotación laboral, dentro y fuera del hogar, miedo, autovigilancia, espionaje del prójimo, permiso para violar los derechos humanos y restringir la libertad… ¿Algún escenario mejor para los ricos y poderosos de este país? Este gobierno de “izquierda” se acerca más a la derecha. Peligro.

 

Picaporte

Caída del 8.8% del PIB y 1.4 millones de desempleados, situación similar a la de 1932, con la Gran Depresión. ¿Eso no implica una verdadera pandemia llamada pobreza y hambruna?   

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Oscar Barrera Sánchez

Doctor en Ciencias Sociales y Políticas por la UIA. Comunicador y filósofo por la UNAM y teólogo por la UCLG.