Los profesores ante la pandemia

  • María Teresa Galicia Cordero

Entre los actores sociales en quienes ha descansado con mayor peso esta pandemia se encuentran todos los trabajadores del sector salud, los padres de familia, especialmente las madres y los profesores de todos los niveles y modalidades educativas.

Cada uno en sus entornos cotidianos, ha tenido que adaptar sus rutinas en un presente incierto, en el que sabemos, aún no hay un horizonte concreto. Si bien nuestro cerebro se va adaptando a los cambios del entorno, si el miedo se conecta con la ansiedad permanente, nuestro cerebro no podrá, lo dice la neurociencia (Palermo, 2014) realizar las interconexiones cerebrales que se requieren orgánicamente para gestionar la incertidumbre.

Ahora es muy cierto que no se puede controlar el mañana y el hoy, el día a día, tiene que ser aprendido. La ansiedad nos bloquea cuando solo piensas en el problema, nuestro campo mental se estrecha y se vuelve monotemático, por eso la invasión de terror psicológico que hacen los medios de comunicación y las redes sociales (infodemia) es tremendamente perjudicial. La trascendencia para este tiempo y los tiempos que vengan, es poder vivir el hoy, tomando en cuenta que, si estamos bajo estrés, se producen cambios electrofisiológicos y estructurales que nos acercan cada vez más a un estado deprimido, de angustia, miedo y sin saber qué camino tomar (Palermo,2014).

Por eso, el incorporar las habilidades socioemocionales y el proyecto de vida dentro del currículo oficial de educación básica y de media superior, es un acierto, especialmente cuando enfrentamos este confinamiento en la pandemia. Lo que se espera de la inteligencia social y emocional aplicada a las escuelas, en los niños, los jóvenes y los docentes, implica un cambio importante en las propuestas educativas.

¿Qué significa básicamente? Que se incluyen habilidades para aprender a dominar las emociones, en concreto, se fortalece la capacidad de controlar las emociones negativas, para que cuando ocurre una adversidad, estas no persistan más de lo necesario. Las personas y los alumnos en edad escolar concretamente, pueden aprender a disipar estas emociones negativas para reconvertirlas, porque lo que la ciencia ha demostrado, es que las emociones perturbadoras que se producen en la mente, interfieren con la capacidad de aprender. 

En condiciones normales, la curiosidad mueve las interconexiones neuronales necesarias para aprender, inclusive el miedo es necesario para apartarnos de los peligros, pero tener curiosidad es imprescindible para aprender, una persona que gestiona su aprendizaje preferentemente desde la curiosidad, construye una personalidad trasformadora (Punset, 2015).

Si se gestiona el entorno a través del miedo, el aprendizaje no se realiza, por eso es tan importante el papel del profesor como facilitador de aprendizajes, porque lo que cada profesor realiza en cada aula, es un proceso de formación intencional que permite formar personas con un tipo de respuestas ante el entorno en el que vive. Cada experiencia que vivimos en nuestra vida cotidiana, nutre al cerebro de nuevas conexiones, por eso todo lo que aprendemos surge de nuevas estrategias, de la creatividad, de la innovación, de nuevas posibilidades y formas de pensar, hacer y sentir, lo que se termina hibridado con lo que ya sabemos. Este proceso se estaba realizando en nuestras aulas, en la diaria convivencia entre los alumnos con sus profesores. Ahora debemos aprender cómo podemos seguirlo fomentando con otras herramientas, sin perder su propósito vital.  

Todo lo anterior también está vinculado de manera transversal con la manera en la que gestionamos nuestras emociones, la pertinencia de incluir las habilidades sociales y emocionales de los niños desde el nivel preescolar hasta la educación media superior y si es posible, hasta la universidad, les permite ser mejores ciudadanos y gestionar sus emociones ante la incertidumbre. Esto mismo debe de ofrecerse a los maestros en su formación continua.

Pensar que la cognición y las emociones están separadas, darle prioridad una por encima de otra o bien impartirlas de manera prescriptiva, es un error. Formar a nuestros estudiantes a gestionar mejor sus emociones significa necesariamente que puedan aprender mejor. Hoy se está demostrando también, que los padres de familia, los maestros y todas las personas necesitamos apoyo con esas habilidades socio emocionales, inclusive introducir mindfulness para ayudarnos a aprender, a concentrarnos mejor, a focalizar nuestras experiencias y afrontarlas, hacer más introspección e inclusive, a ser más compasivos.

¿Qué esperamos cuando educamos? Formar seres humanos buenos y equilibrados, personas que sean felices en la vida, que no estén deprimidas, no buscarlos llenar de información, sino desarrollarles las cualidades humanas para la convivencia, la solidaridad, la tolerancia, la reflexión crítica. Por eso opino, que, en este periodo de contingencia, insistir en el desarrollo de contenidos y evaluarlos, sin contextualizarlo con su entorno y sin desarrollar ninguna relación con la salud y con las situaciones que estamos viviendo, especialmente cuando se está modificando la manera de relacionarnos, no tiene ningún fundamento pedagógico.   

Lo que pensamos determina nuestras emociones , los pensamientos positivos pueden ayudarnos a alcanzar nuestras metas , pero también con los pensamientos podemos tener miedo, caer en el  aburrimiento, volvernos agresivos o simplemente contagiarnos o contagiar de la tristeza que nos rodea, porque  estamos divididos entre las ganas de alimentarnos de pensamientos y emociones positivas y la tentación de caer en lo negativo, busquemos entonces formas prácticas para despistarlos y hacer nuestra vida personal y profesional más agradable.

Ante la gran cantidad de información, lo que se requiere es saber gestionar la información, por ello les invito a afrontar el compromiso de nuestra profesión e insistir en analizar críticamente la situación educativa y proponer lo que desde nuestros saberes y nuestra experiencia podemos aportar. Implica una responsabilidad colectiva y el planteamiento de un escenario posible para pasar en algún momento, de imaginar a ejecutar y hacer muchas más cosas especialmente cuando nuestro sistema actual se basa en una serie de reglas, olvidando que especialmente ahora, deberíamos basarnos en valores.

Para finalizar, el concepto de resiliencia social puede vincularse con lo que vengo planteando. La idea de la resiliencia afirma que una vida difícil, precaria y conflictiva, no conduce de forma inevitable hacia la desadaptación y los trastornos psicológicos, se insiste en que los contextos desfavorables y las catástrofes colectivas no afectan a todas las personas por igual: las personas responden de manera diferente a los conflictos y al estrés, no está en los seres excepcionales, sino en las personas normales y en las variables naturales del entorno inmediato. Por eso se entiende que es una cualidad humana universal presente en todo tipo de situaciones difíciles y contextos desfavorecidos. (Vanistendael y Lecomte 2002).

Esta cualidad humana que tenemos los seres humanos nos permitirá en algún momento hacerle frente a esta pandemia y salir incluso fortalecidos, transformado nuestras experiencias.  Pienso que el futuro del trabajo educativo será el de trabajar en resiliencia comunitaria, combatiendo la vulnerabilidad social, emocional, ambiental e institucional que seguirá afectando aún a nuestros estudiantes, a sus padres y a muchas personas más.

Les invito a afrontar el futuro con confianza, porque pienso que como siempre, un buen maestro puede hacer y ser, la diferencia.

Referencias

 Palermo, S. (2014) “Vivir sin ansiedad”, Editorial Ediciones B.

Punset, E. (2015) “El alma está en el cerebro”, Santillana.

Vanistendael, S. y Lecomte, J. (2002). “La felicidad es posible. Despertar en niños maltratados la confianza en sí mismos: construir la resiliencia”, Gedisa

 

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María Teresa Galicia Cordero

Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.