Sablear trabajadores y empresarios para domar al Covid-19

  • Raúl Espejel Pérez

Sin duda Andrés Manuel López Obrador es un pésimo Presidente de la República. Pero tratando de atemperar ese defecto, el mesías tabasqueño ha desarrollado una excepcional habilidad para extraer fuertes sumas de dinero de bolsillos ajenos. Quienes lo ayudan en esa productiva tarea, dejan entrever que el producto de esas extracciones, como dice su jefe, se destina a combatir, domar y aplanar al Covid-19 y de paso, también, para apoyar el bienestar común, muy al clásico modito presidencial. 

La lentitud con que habla, la lentitud con que entiende las cosas y la lentitud con que reacciona López Obrador, contrasta, diametralmente, con la rapidez y facilidad con las que urde convincentes pretextos y artificios para obtener dinero fácilmente, ya sea de trabajadores, empresarios o simples ciudadanos. Noble tarea de la que obtiene magníficos resultados, este Robin Hood de huarache.

No obstante que el 25 de abril aseguró enfáticamente que México ve la luz al final del túnel en la crisis del coronavirus porque ésta, según dijo, ya va de salida, se le ocurrió que el CONACYT hiciera llegar a todos los miembros del Sistema Nacional de Investigadores, una carta (fechada el 14 de mayo) y por cierto, mal redactada, como otros escritos gubernamentales, donde se pidió, a la comunidad científica del país, que solidarizándose con el Pueblo de México ceda el importe de uno, dos o tres meses del estímulo que reciben. Donativo que en el caso que TODOS los miembros del SIN (decidan) aportar el monto propuesto, representaría aproximadamente mil 650 millones de pesos y además sería una ayuda significativa a las necesidades más urgentes del sistema de salud y del personal de salud, médicos (y) enfermeras que cotidianamente se ponen en riesgo al servicio de la población que está necesitando atención médica y hospitalaria.

Se trata no de una propuesta, como falsamente se afirma en la carta del CONACYT, sino de una vulgar imposición para obtener dinero ajeno, bajo presión o veladas amenazas de tipo laboral, como ocurre en Pemex, en la secretaría de Gobernación, el Instituto para devolver al pueblo lo robado y demás dependencias del gobierno federal.  

Recaudación de dinero, cuyo monto real difícilmente se conocerá y menos aún se sabrá cómo, cuándo, en dónde ni en qué se aplicará. 

Por lo pronto, la noche del domingo 17 de mayo, la secretaria adjunta de Desarrollo Científico del CONACYT, Carmen de la Peza, informó que retiraba formalmente la invitación que de buena fe hizo (por instrucciones de AMLO) a la comunidad científica para que aportara uno, dos, tres meses del estímulo que reciben para ayuda de las necesidades más urgentes del sistema de salud.

Esta cancelación provocó la ira del principal aplaudidor y comentócrata de López Obrador, el estadounidense nacionalizado mexicano, John Ackerman (esposo de la secretaria de la Función Pública Irma Sandoval y cuñado de Pablo Sandoval, coordinador de los Programas de Desarrollo de AMLO en el estado de Guerrero) quien calificó de increíble mezquindad las críticas que la comunidad científica hiciera al pase de charola del CONACYT ordenado por el presidente de la república.  

López está obligado a explicar, amplia, creíble y satisfactoriamente, a los mexicanos, el motivo que lo indujo a pedir urgentemente a la comunidad científica una cooperación obligatoriamente voluntaria de mil 650 millones de pesos para atender las necesidades más urgentes del sistema de salud cuando la crisis del coronavirus ─como él mismo dijo─ ya va de salida. 

Para sablear a los empresarios, que tanto odia ideológicamente pero que exprime convenencieramente, López Obrador inventó otra novedosa forma de obtener una cantidad multimillonaria de dinero. 

Cuando el coronavirus apenas cumplía poco más de un mes de aparecido en China, AMLO decidió rifar el avión presidencial después de fracasar en su intención de venderlo y rentarlo. El 7 de febrero anunció que decidió rifarlo a través de la Lotería Nacional con la finalidad de obtener una cooperación para equipos médicos y hospitales donde se atiende de manera gratuita la gente pobre. Se prevé que con esa embrollada rifa obtendrá 3 mil millones de pesos de utilidad libre de polvo y paja, mediante la emisión de 6 millones de cachitos que se están vendiendo en 500 pesos cada uno. 

Con la finalidad de dar una ayudadita a quienes comercializan esos boletos, al señor López se le ocurrió invitar a cenar en el Palacio Nacional a un grupo de prominentes empresarios para venderles boletos para la rifa de la aeronave presidencial y de paso saber quién es quién entre ellos. Entre estos personajes del mundo de los negocios, acudieron a la presidencial cena, Carlos Slim, Asunción Aramburuzabala, Emilio Azcárraga, Bosco de la Vega y Carlos Bremer. 

Hábil como es para sablear, el presidente López hizo que a  la entrada del Palacio Nacional se entregara una carta-compromiso a cada empresario, en la que con el respaldo de su firma, cada uno de ellos se comprometió a comprar obligatoriamente 20, 50, 100 y hasta 200 millones de pesos, es decir, a cada una de sus víctimas, AMLO, les dio la oportunidad de escoger entre comprar de riguroso contado, 40 mil, 100 mil, 200 mil o 400 mil boletos para la rifa del avión presidencial. 

La Presidencia de la República, para tranquilizar la intranquilidad que causó a los empresarios el atraco de López, en contra prestación, les ofreció resguardar sus datos personales a los bolseados integrantes del sector empresarial.

Los comentarios sobre este atraco que López Obrador cometió en perjuicio de las personas que denuesta e insulta un día sí y el siguiente también, quedan a juicio de los lectores de e-consulta. ¡Mi admiración y respeto al Chapo Guzmán porque mientras éste delinque exponiendo su vida o su libertad, López Obrador extorsiona a sus víctimas protegido por la banda presidencial. 

Fechada el 16 de abril, circuló en la secretaría de Gobernación y en las demás oficinas del gobierno federal, una carta (mal redactada y con un descomunal error de ortografía) donde claramente se obliga a los servidores públicos de confianza, a reconocer los esfuerzos y acciones que está encabezando el Presidente de México el Lic. Andrés Manuel López Obrador y descaradamente se les fuerza a ratificar (su) compromiso con México y con la población que más necesidades padece y a solicitar que la totalidad de (su) aguinaldo correspondiente al ejercicio 2020 sea canalizado a otra partida para que pueda ser utilizado en un rubro  a favor de la población más vulnerable.  

Ni a Adolfo Hitler ni José Stalin se le hubiese ocurrido elaborar semejante carta. 

Una carta semejante a esa que aquí se comenta, tan espontánea y conmovedora en términos de solidaridad social, se difundió también entre el personal de confianza de Pemex. 

Si es verdad que el sistema de salud del país está tan quebrado y necesitado del dinero que el gobierno federal pretende reunir extorsionando a trabajadores y empresarios, cómo podría explicar y justificar López Obrador que el gobierno federal, que él mal encabeza, haya comprado el 16 de abril, en la ciudad de Hermosillo, un innecesario, viejo e inútil estadio de béisbol en 511.7 millones de pesos, para preparar beisbolistas que pudieren jugar en las ligas mayores de Estados Unidos.

¿Acaso a este singular y abusivo mesías le importa más su personal afición al espectáculo de los batazos que la salud de 127 millones de mexicanos?

¿A dónde fue a parar el dinero asignado al sector salud en el Presupuesto de Egresos de la Federación o en la cuenta bancaria de quién fue depositada? 

El primer sablazo que asestó López Obrador a los trabajadores, ocurrió cuando siendo jefe de gobierno del entonces Distrito Federal (2000-2005) dio instrucciones a su oficial mayor, Octavio Romero Oropeza (ahora director de Pemex) para que les exigiera la entrega quincenal del 10% de sus sueldos para crear un fondo destinado a contribuir al financiamiento de su primera campaña presidencial. 

“Ya hay luz al final del túnel…”

¿Y por qué desde esta tribuna…?

Beatriz Gutiérrez de López Obrador

Excélsior (16 de mayo de 2020)

No hay duda que México está viviendo uno de los peores y más difíciles episodios de su historia. No solo por la mortal pandemia del coronavirus, sino porque está siendo demolido, a gran velocidad, por uno de los peores presidentes de la república que haya tenido. Andrés Manuel López Obrador.

El  25 de abril cuando las autoridades de salud, reportaron ─en cifras oficiales nada confiables─ 13 mil 842 casos de Covid-19 confirmados; 8 mil 239  sospechosos y mil 305 fallecimientos, el presidente López afirmó que ya falta poco (para que la pandemia acabe) y sí hay futuro, ya estamos viendo la luz a la salida del túnel. Sin embargo, 24 días después, el 19 de mayo, a pesar que, en opinión de AMLO, ya está viéndose cercana la luz de túnel, las cifras que dio a conocer el vocero presidencial revelan que tuvieron un incremento de 392.6%, 357.4% y 434.1%, respectivamente al alcanzar las cantidades de 54 mil 346 casos de coronavirus confirmados; 29 mil 450 sospechosos y 5 mil 666 fallecimientos.  

Y como la tendencia continúa al alza, la luz del túnel que López ve cercana, por su miopía, se encuentra más lejos de lo que el supone.

Para colmo de la insensatez, el 16 de mayo, para no ser menos que su cónyuge, Beatriz Gutiérrez de López Obrador, esa mujer que se regodea presumiendo de  escritora, historiadora, cuentista, poetisa, pintora, cantante y compositora musical, en un Tweet ─mal redactado─ asumiéndose como experta epidemióloga, diagnosticó que estos días son los días más difíciles. Sin embargo, ya hay luz  al final del túnel…

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Raúl Espejel Pérez

Ha colaborado como articulista en la revista Jueves de Excélsior, El Universal de México, El Universal Gráfico, El Universal de Puebla, El Día, Nueva Era de Puebla y la revista Momento de Puebla (versión impresa y digital).