La nueva ley estatal y la pandemia del sistema educativo

  • Juan Martín López Calva
El cierre de escuelas y el aprendizaje en casa parece haber hecho crecer el contagio.

“La extrema centralización es de una fragilidad extrema”[i]

Edgar Morin

 

Escribí hace una semana en este espacio sobre la reportitis y el evidenciavirus como dos elementos que conforman una especie de pandemia de nuestro sistema educativo e impiden el desarrollo de la creatividad docente.

Decía en ese artículo que estos dos síntomas son propios de la burocracia que ha imperado en la gestión de la educación nacional y se ha ido incrementando con el tiempo antes de que surgiera la contingencia del coronavirus, pero que la situación del cierre de escuelas y el aprendizaje en casa parece haber hecho crecer de manera exponencial el contagio. Quien esté interesado en leer el texto que menciono, puede acceder a esta liga: https://www.e-consulta.com/opinion/2020-05-10/reportitis-la-pandemia-del-sistema-educativo?fbclid=IwAR2LYWQXjeTuEgm2KSwPMiyGfQe8TIU-AzaPRvA321epBqhJoC26HnhGZRI

Un admirado investigador educativo me señaló en un comentario un elemento fundamental que no aparece en ese artículo y que constituye uno de los pilares de esta exigencia exacerbada de solicitudes de informes y evidencias que demuestren el trabajo que realizan los profesores y las escuelas. Se trata de la desconfianza.

En efecto, en el fondo de esta pandemia de evidenciavirus que se manifiesta en la reportitis se encuentra una desconfianza básica que podría describirse sintéticamente en esta expresión: los profesores no van a hacer su trabajo si no tienen encima un control férreo y continuo de la autoridad.

Esta base de desconfianza, decía bien mi estimado colega investigador, mata la creatividad y la iniciativa de los maestros y maestras y los lleva a centrarse en el cumplimiento de lo que se les solicita –“cumplo y miento” decía un docente en una conferencia que impartí para explicar este concepto- porque no reciben de la autoridad incentivos sino instrucciones y exigencias.

La desconfianza y la burocratización son realidades en la vida de los docentes pero no se quedan al nivel aúlico sino que van escalando a lo largo de todo el sistema educativo de manera que los directores exigen a los profesores reportes y evidencias porque los supervisores les piden a los directores reportes y evidencias que a su vez les son exigidos por sus jefes y así, hasta llegar a la cúpula central de la Secretaría de Educación Pública.

Tenemos un sistema educativo que históricamente se fue construyendo sobre tres pilares fundamentales: centralización total, desconfianza absoluta y control burocrático –y político- estricto.

Se trata de un sistema de muy baja complejidad, si usamos la tipología del pensamiento complejo de Edgar Morin: un sistema hipercentralizado, basado en el control, orientado hacia la gestión de programas rígidos y no de estrategias flexibles, que reprime la creatividad y la crítica, desincentiva la co-responsabilidad estimulando la obediencia y funciona a partir de los lineamientos y ordenamientos que bajan desde el centro a través de una pirámide súper complicada y jerárquica.

No es la primera vez que hago esta crítica al sistema educativo. Mis cinco lectores habituales lo saben y los que no me hayan leído antes pueden consultar por ejemplo el artículo que se encuentra en esta liga:

https://www.e-consulta.com/opinion/2016-02-01/escuela-al-centro-y-alta-complejidad

En ese artículo planteaba la ilusión –que duró muy poco desafortunadamente- de que el componente llamado “la escuela al centro” del nuevo modelo educativo –ahora ya viejo y derogado- podría apuntar hacia la construcción de un sistema educativo de más alta complejidad que aportaría muchos beneficios para incentivar la creatividad de los centros educativos y de los directores y profesores.

Poco duró esa esperanza pues como bien dice Morin: “Una misma sociedad puede oscilar políticamente hacia la alta complejidad (democracia) o la baja (poder autoritario)…” y la sociedad mexicana desgraciadamente está nuevamente oscilando hacia la baja complejidad después de un período corto, efímero y frágil de signos que apuntaban hacia la democracia.

Un ejemplo de este nuevo retroceso hacia la baja complejidad es la aprobación en “fast track” de la nueva Ley Estatal de Educación de Puebla promovida por el gobierno de Miguel Barbosa y discutida y aprobada en unas cuantas horas el pasado viernes –justo el día del maestro- por el Congreso del Estado.

Como dice el epígrafe de hoy, “la extrema centralización es de una fragilidad extrema” y hacia esa extrema fragilidad conducirá al sistema educativo estatal la nueva legislación que es hipercentralizadora y enfocada en el control por parte del estado de todo lo que suceda en las instituciones públicas y privadas que impartan educación en todos los niveles.

¿Cómo caracterizar si no una ley que atenta contra la autonomía de las universidades públicas al establecer que deberán colaborar para ser sometidas a fiscalización por parte del estado? ¿Cómo entender si no es bajo esta óptica una ley en la que el gobierno del estado pretende controlar hasta los colores con los que se pinten las escuelas? (por cierto: ¿La ley reglamentaria o los anexos pondrán el catálogo Pantone para definir cuáles son los colores “neutros” que estarán permitidos?).

¿Qué más ejemplo de baja complejidad que la normatividad que establece que los inmuebles de las escuelas particulares serán parte del sistema educativo estatal y que los directores de escuelas particulares deberán presentar informes anuales de actividades y rendición de cuentas?

¿De qué manera interpretar sino como invasión y exceso de control el que el estado tenga que vigilar e incluso sancionar los aumentos de colegiaturas en escuelas particulares o la exigencia reglamentaria de usar uniformes o llevar ciertos materiales para el trabajo escolar?

Mientras que el mundo moderno con todas sus incertidumbres, desafíos y necesidades de innovación continua está exigiendo estructuras organizativas flexibles, abiertas, policéntricas, creativas, proactivas y promotoras de colaboración, el gobierno y los legisladores de Puebla nos recetan una ley que nos hace retroceder al viejo sistema corporativista y controlador.

“Se puede decir solamente que la BUENA sociedad es aquella que genera y regenera alta complejidad…” dice Morin. Nuestro gobierno y nuestros diputados nos llevan en sentido contrario.

 

[i]  Todas las citas de este artículo están tomadas del libro de Edgar Morin: Método V. La humanidad de la humanidad.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).