Ser madre, el trabajo interminable

  • Laura Carreto Tirado

A propósito de la celebración anual del día de la madre en México y buena parte del mundo, es oportuna la reflexión acerca de lo difícil que parece conciliar entre dos roles sociales, el de ser madre y trabajadora fuera del hogar.

Hace casi un siglo que Virginia Woolf se preguntó: ¿Qué hubiera pasado si William Shakespeare hubiera nacido mujer? Lo más probable es que se hubiera dedicado a las tareas domésticas, la limpieza del hogar, a la producción de comida y también al cuidado de los hijos, todo de manera precaria. Ya por la noche, probablemente, y, si todavía le quedaban fuerzas hubiera tenido tiempo de escribir una obra teatral tan poderosa como “Macbeth” o “El Rey Lear”, a la luz de las velas. “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción”, escribió Woolf en 1929 (Gatopardo, 2020).

Una de las escritoras mexicanas y latinoamericanas más reconocidas: Rosario Castellanos (1925-1974), quien conquistó casi todos los géneros: ensayo, cuento, poesía, novela y teatro; famosa por libros como “Balún Canan”, donde hace una fuerte crítica contra la discriminación y explotación a los indígenas que existía y aún sigue existiendo en su estado natal: Chiapas; “Sobre cultura femenina”, desmonta el pensamiento eficazmente machista y androcéntrico de diversos filósofos y escritores en torno a lo que han dicho sobre las mujeres (Lamas, 2017). Sus obras, que han quedado para la posteridad, como un gran acervo cultural en nuestro país, reflejan el descontento que le generan: el racismo, el sexismo, los roles de género y el machismo, por lo cual, se le considera una escritora feminista.

En la película “Los adioses” (2017) una cinta que retrata la vida de Castellanos, nos acerca a la compleja realidad de una mujer que trata de conciliar su papel de esposa, madre y escritora. Un diálogo muy interesante dentro de la película es cuando siendo estudiante de letras en la Universidad Nacional Autónoma de México le comenta a su entonces novio Ricardo Guerra, quien después se convirtió en su marido: “¿Te acuerdas que te conté que Lola y yo vimos a la Mistral? (se refería a Gabriela Mistral, la famosa escritora chilena) continúa: “Dijo que, si queremos escribir, tenemos que renunciar a todo. Y yo quiero escribir”.

Finalmente, Castellanos desiste al consejo de Gabriela Mistral, contrae matrimonio y se adentra en una relación que con los años se desgasta por celos profesionales de esposo, quien por momentos se siente disminuido ante el crecimiento profesional y reconocimiento de Castellanos; dentro de la relación concibe un hijo después de sufrir algunos abortos. Y escribe ante la llegada del niño: “Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba ocupando un lugar que era mi lugar, existiendo a deshora, haciéndome partir en dos cada bocado, fea, enferma, aburrida, lo sentía crecer a mis expensas robarle su color a mi sangre”. Para Castellanos su hijo fue al principio una dificultad para desarrollar su trabajo intelectual.

Irónicamente, por un lado, Rosario escribía sobre la defensa de los derechos de las mujeres, sin embargo, fueron muchos años de sufrimiento por las aventuras extramaritales de Ricardo. Muy independiente de su vida privada, es considerada como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano.

Virginia Woolf (1882-1941) vivió una época donde la mujer solamente debía estar en su casa y atender a su marido e hijos; a su vez Rosario Castellanos se desarrolló en una época de más libertad sobre todo ya casi al final de su vida, en la época de los sesenta y setentas.

En el año 2020, las mujeres aún dedican muchas horas a las labores domésticas y de crianza. Lo más difícil en esta época es poder equilibrar el lado profesional con el de ser madre. Actualmente es un requerimiento social y económico que la mujer tenga una carrera técnica o profesional, o al menos alguna herramienta para aportar algo económicamente al hogar. Al mismo tiempo, las mexicanas coexisten en una sociedad tradicional y conservadora que sigue considerando la maternidad como “la realización máxima de la mujer”. La familia es uno de los valores centrales para los mexicanos, ahora imaginemos una mujer que decide no convertirse en madre, y decirlo abiertamente, de inmediato alguien tratará de convencerla y hacerla “recapacitar” por aseverar “tremenda idea”. Es así que aún prevalecen los prejuicios para las mujeres que no quieren o no pueden tener hijos por causas biológicas.

Las exigencias sociales y económicas han aumentado, y así proporcionalmente el esfuerzo que una madre tiene que hacer para llevar su vida familiar en armonía, tratando de equilibrar las labores de crianza con el desarrollo profesional o trabajo de manera general.

En México, mientras buena parte de las mujeres se han incorporado al trabajo remunerado, la mayoría de los hombres aún no se comprometen de manera total con las labores domésticas y de crianza, lo siguen considerando aún como una ayuda y no como parte fundamental de una vida en común.

Las mujeres que salen a trabajar, las ha llevado a sentirse culpables por tener que dejar encargado a su hijo/a con un familiar. Muchas se apoyan en sus propias madres o suegras, personas de la tercera edad, lo cual hace evidente que: el trabajo para la mujer y específicamente quien es madre nunca se termina. He conocido muchas abuelas que cuidan a sus nietos, lo hacen con gusto, pero también hay que considerar que merecen un descanso, que muchas tienen enfermedades, y otras también cuidan a su vez a otros familiares enfermos: esposo, madre, padre, hermano, etc.

El trabajo en casa es de los menos apreciado, y hay que recalcarlo: 1) el trabajo en el hogar es trabajo; 2) la maternidad es trabajo y 3) el cuidado de algún familiar es trabajo. Las labores domésticas es trabajo no remunerado, de los más violentados y precarios.

Y es que, aunque una mujer no sea madre biológica, al seguir haciéndose cargo mayoritariamente de los cuidados de algún familiar, en pocas palabras se convierte en una madre simbólica. Para la feminista Marcela Lagarde: todas las mujeres fungimos como madres simbólicas, serás madre para tus propios padres, para tu hermana/hermano, o incluso para alguna amiga/amigo. Estamos condicionadas socialmente para atender y estar para los otros.

La pandemia nos ha demostrado las tremendas desigualdades en los deberes domésticos. Es un hecho que en general las mujeres trabajamos el doble o el triple, pero las que son madres: aún más, las más afortunadas con trabajo fijo: tienen que tratar de sobrellevar las tareas de los hijos, con el “home office” y además de las labores del hogar. Hacen de maestras, ingenieras en sistemas y amas de casa. Quienes viven al día tienen un panorama más difícil, muchas se quedaron sin trabajo o se les escaseó, tampoco tienen las condiciones tecnológicas para que su hijo o hijos puedan tomar clases en línea o por medio de una televisión.

También es muy importante mencionar que en México la violencia intrafamiliar ha aumentado en esta etapa de confinamiento. El presidente López Obrador se niega a ver esta compleja situación, el pasado 6 de mayo cuando se le cuestionó al respecto declaró: “En México tenemos una cultura de mucha fraternidad en la familia” (El Universal, 2020) con esta frase minimizó este grave problema social. Si la más alta autoridad en el país no quiere ver esta realidad no habrá políticas que puedan ayudar a las mujeres violentadas, están totalmente invisibilizadas.

La maternidad es en sí, una tarea bastante complicada, no apta para todas las mujeres, no está en la naturaleza de todas convertirse en madre, como nos lo han hecho creer la sociedad y la iglesia. Muchas no tienen condiciones económicas y emocionales; por lo cual también es necesario reflexionar sobre los derechos de las mujeres sobre su propio cuerpo. Parte de la cultura patriarcal ha sido la criminalización por el derecho a decidir, por lo cual este asunto aún es una tarea pendiente y urgente de atender. Ser mujer no es sinónimo de madre.

Ser mujer y sobre todo madre significa redoblar o triplicar esfuerzos. Por eso cuando la gente se pregunta del porque la ausencia de las mujeres en cualquier área, la respuesta simplemente es que tienen más responsabilidades (impuestas socialmente) en casa y con la familia. Ya en la noche, como decía Woolf si aún tienen energías, podrán trabajar en algo que no sea del hogar. Quienes tienen hijos y destacan profesionalmente cuentan con redes familiares de apoyo, esencialmente conformadas por otras mujeres.

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Laura Carreto Tirado

Licenciada en Relaciones Internacionales, Maestra en Ciencias Políticas ambos grados por la BUAP. Especializada en temas migratorios y en la Relación México-Estados Unidos. Ha investigado y escrito al respecto en libros y revistas