COVID, la hora tenebrosa

  • Moroni Pineda

“Admite que las aguas a tu alrededor han crecido, y acéptalo, pronto estarás mojado hasta los huesos…es mejor que comiences a nadar, o te hundirás como una piedra.” Silbaba el trovador una famosa canción allá en los lejanísimos sesentas, cuando una marea mundial de transformación azotaba las paredes del establishment occidental. Nada fue lo mismo ni lo volvería a ser. En tono de broma, circula por las redes sociales que esta época será AC y DC, Antes del COVID y Después del COVID. Totalmente cierto. Como espejo, nuestros tiempos serán lo que no volverán a ser. Hay que echarse a nadar, aunque sea con calcetines, shorts y playerita, como en Veracruz. Todo preferible a hundirse.

Los márgenes se han estrechado y nuevos conceptos, o relativamente nuevos, aparecen en escena. Renta universal y movilidad digital se cuelan en las agendas legislativas y, poco a poco, se transmutan en el lenguaje del respetable y abucheador público. El cosmos social acelera el paso, los que tengan efectivo y buenas ideas se afianzarán y sobrevivirán, una lógica darwiniana que será como siempre aplicable, no solamente a la naturaleza, sino a todos los procesos humanos. Algunos por preparación y otros por fortuna, serán las nuevas referencias del mundo que DC, -Después del COVID-, emergerán para mal, pero también para mucho bien. La economía, la ciencia, la educación y la política no deberán ni podrán ser las mismas. Si bien será una de las peores crisis en la historia registrada de los #milenials, distará por mucho de convertirse en la catástrofe que la mitad del mundo alucina.

El PIB, esa medida económica chocante para algunos, pero necesaria para todos, nos lo dice claramente. 10 años de crecimientos relativamente cómodos en teoría nos prepararon para este bajón, y si los tacos del itacate no alcanzan, es simple y sencillamente porque no aprendimos como servirlos. Los bancos en su grandiosa y sospechosa generosidad al retrasar pagos, lo develan, admitiendo implícitamente que existe el capital suficiente para aguantar el atorón, toda vez que hasta hoy, esta no es una crisis financiera sino sanitaria y por ende de consumo. Un consumo por momentos acelerado en la vorágine estructuralista, que por un breve espacio, parece darnos oportunidad de un aliento para una profunda reflexión y consentimiento. Podríamos por vez primera, entender las razones y necesidades primarias, en este tren desbocado de irrealidad que hoy nos otorga un pase. El problema fundamental es nuevamente, la distribución de la riqueza. Más allá del morbo y curiosidad que incitan los influencers y su style-to-be con el que sobreviven la cuarentena, rodeados de jardines, comida de diseñador venido a chef y ropas que caen en la finura de un marco perfecto, los cuestionamientos se hacen más evidentes. Unos pocos tienen mucho, pero mucho. Y la inmensa mayoría, tiene nada, o casi nada.

La educación vive su propio tiempo. Tomada por sorpresa, será la primera vez en la historia de México, y seguramente en la de muchos países, que la famosa rectoría del estado se dé por perdida, por lo menos, algunos meses. Pagos inmensos de nómina sin conocer con certeza los logros educativos de nuestros niños. Esto, por supuesto, sin ser responsabilidad de los maestros. La originalidad de un sistema errante que no supo adelantarse a su tiempo hoy paga los platos rotos y pasa factura. Gobiernos pasaron sin entender el futuro inminente que se cernía. En suma, las próximas calificaciones serán, en el mejor de los casos, una anécdota con la que el docente medirá en modo WIFI los saberes, salvo como siempre, sus muy honrosas excepciones. Niñas, niños, familias y docentes serán nuevamente, los paganinis de este lapsus.

López Obrador no saldrá tan debilitado de esta, como algunos piensan. Seguramente tendrá márgenes menores, pero nada más. Sus bases, aquellas porras que le siguen estoicamente sin importar datos, realidades o consecuencias, siguen tan fieles como el día D. Y el problema es muy sencillo. Una de las mayores críticas hacia AMLO, la que cuestiona la simpleza de sus soluciones, es precisamente su mayor fortaleza. La simplicidad se hace engrudo en una oposición incapaz de expresar un programa de nación en pocas líneas, de ofrecer una ideal aspiracional que sea entendida, no por los egresados del CIDE, sino por el pueblo que asiste a la escuela pública en masa. Los partidos políticos y grupos antagonistas siguen con los mismos personajes que no logran encender el ánimo social sin tropezarse con sus propios pasos. Incapaces de dejar vicios, modos y métodos antiguos, se pasean en el salón de la historia esperando que una de sus sillas de desocupe para tomar ese lugar. Pero no sucederá, no por lo menos siguiendo las mismas formas y fondos con las que hasta hoy se han conducido. No entienden que su pelea no es contra una persona, en este caso López Obrador, sino que es una lucha para recuperar una idea. Y esa idea está en la mente del electorado. Solamente un muy buen entendedor encontrará esa aguja en el pajar. Seguir haciendo de AMLO el enemigo central de la historia, es moverse en el lugar cómodo de la política. La oposición debe entender que no juega para vencer a López Obrador y su partido, sino para ganar el corazón de los mexicanos. Mientras tanto, las palabras básicas del Presidente aterrizan perfectamente en un electorado harto de discursos largos y oblicuos, como canciones de bardo. Para ellos, nuestro pueblo, el silogismo es sencillo. Muchas palabras son sinónimo de mayor corrupción, y pocas palabras, de más honestidad. En fin, derecha la flecha como dicen en mi pueblo.

Cosas similares suceden con Donald Trump. Lo he dicho en diversas ocasiones, su mensaje electoral se extrapola y es el mismo de la elección anterior, pero con un cambio de personaje, mas no de escenario. En lugar de los mexicanos, ahora entran al quite los muchas veces heroicos amigos chinos. Esa fuerza oriental malévola y destructiva, en palabras del aprentice-president, que ahora añade a la enemistad económica una nueva, la catástrofe mortal de la pandemia. Mr. Trump arrancó su campaña en el imaginario social con la frase “los chinos quieren que pierda la elección”, y con eso alineó a la mitad de Estados Unidos. Si la ignorancia fuese gobierno, sería un imperio más grande que el romano en sus mejores años.

Los dos puntos nodales son sencillos y evidentes. Cómo entender la mentalidad humana DC, y cuáles son las preguntas que deberíamos estar haciéndonos hoy respecto al rumbo del mundo. Si los temas son económicos, políticos, educativos o sociales, o todos y ninguno. Pero podría ser que, existan ámbitos que no están siendo cuestionados lo suficiente, y que deberían ser parte de la discusión. Algunos de ellos por aventar polémica; nuestra relación con los animales, el medio ambiente como asunto transversal, personal y comunitario; la vuelta a la tribu familiar como nuevo modelo socio-económico central, la producción y consumo regional y si la globalización finalmente da por terminada su era económica convirtiéndose en una globalización inversa con un toque solidario y colectivo. Etcétera, etcétera, etcétera.

En esto radica la inteligencia mundial para redefinir el rumbo del mundo. Estamos parados en el AC y DC de nuestro tiempo. Es aquí en donde las horas más tenebrosas pueden ser las más luminosas. La economía, la educación y la ciencia siempre se podrán recuperar.

La humanidad, no.

 

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Moroni Pineda

Activista permanente. Participa en Consejos de educación estatales y municipales, Fundación Paisano, La iniciativa bilateral México-Estados Unidos, UNETE, Mexicanos Primero, Presidente del Consejo de Participación Social