Educación, ciencia e incertidumbre

  • Juan Martín López Calva

“Es lo que nuestros clásicos llaman “método científico”: el ensayo y error, intentarlo, saber que uno puede equivocarse, intentarlo otra vez, equivocarse menos, saber que se puede seguir estando equivocado. En estos términos es difícil creer. Se puede, si acaso, confiar; creer es otra cosa”.

Martín Caparrós. ¿En algo hay que creer? Artículo en The New York Times.

https://www.nytimes.com/es/2020/04/23/espanol/opinion/coroavirus-miedo-ciencia.html?fbclid=IwAR2x4VeuRxp-zH7kVOkXPyyBirva0BpQKgZ32tMDFrO6ZlykS9qH6t4KJek

 

En el momento en que escribo esta colaboración semanal se han confirmado en México 22,088 casos de la enfermedad producida por el llamado COVID-19 y 2,061 defunciones, según el reporte diario de la Secretaría de Salud Federal.

Según esta misma fuente los casos acumulados en el mundo hasta el día de hoy suman 3, 267,184 y se han producido 229,971 defunciones. La tasa de letalidad global es del 7.0% y en muchos países del orbe continúan las restricciones severas para que la gente salga de sus casas porque la pandemia aún no se ha podido controlar.

Este mismo sábado 2 de mayo leo aquí en E-Consulta que en nuestro estado de Puebla se está produciendo un crecimiento exponencial de casos –un promedio de un contagio de coronavirus cada hora en la última semana que suman ya 676 con un total de 141 fallecimientos.

Sin embargo, la gente parece no entender y todavía escuchamos a muchos decir que “no pasa nada”, que se trata de una “dizque pandemia”, que podemos seguir saliendo sin problemas o incluso grupos de personas que protestan en algunas ciudades de los Estados Unidos porque no se les permite seguir su vida normal y se está restringiendo la movilidad.

Algunos dirigentes políticos y líderes sociales han contribuido a este escepticismo y a esta indiferencia ante la gravedad de la crisis que padece hoy el mundo.

Por citar algunos casos, el presidente Trump desestimó mucho tiempo la gravedad de la situación y ha dicho que la gente puede prevenir la enfermedad mediante la ingesta de cloro o la inyección de desinfectantes; el presidente mexicano López Obrador habló de estar inmune al contagio por tener amuletos, “detentes” y estampas religiosas en su bolsa y el gobernador Barbosa en Puebla dijo que los pobres no se contagiaban del virus y que podía prevenirse comiendo mole de guajolote.

El padre Solalinde, célebre líder social y religioso afín al gobierno actual recomendó por Tuiter una receta de té que según él podría evitar que la gente se contagiara.

Estos y otros muchos casos, aunados a las teorías de la conspiración que plantea que la pandemia es artificial y meramente mediática o que el virus fue producido de manera intencionada por grupos de poder mundial muestran, como planteé en este espacio al inicio del período de cuarentena en nuestra patria, la prevalencia del pensamiento mitológico en gran parte de la población. (Ese artículo puede leerse en la siguiente liga: https://www.e-consulta.com/opinion/2020-03-15/el-covid-19-y-el-pensamiento-mitologico)

Si pensamos esta desafortunada realidad que está produciendo comportamientos que en nada ayudan a enfrentar los desafíos de esta nueva enfermedad y que por el contrario, puede complicar aún más la situación y generar una indeseable explosión de casos que rebasen las capacidades de nuestro ya de por si precario sistema de salud, podremos fácilmente concluir que hay una tarea pendiente y muy urgente de afrontar por parte de nuestro sistema educativo.

Se trata de la inclusión en los planes de estudio de todos los niveles, desde la educación preescolar hasta la universidad pasando por la educación básica y media superior, de una sólida formación en el campo de la ciencia.

Esta tarea tiene una doble dimensión. En primer lugar, se trata por supuesto de una educación que desde los nivees más básicos de la formación escolar promueva vocaciones científicas que hacen tanta falta para el desarrollo de nuestro país. Mientras no tengamos en México una sólida y amplia masa crítica de científicos en todas las áreas no podremos aspirar a un desarrollo autónomo y pleno como sociedad.

Es evidente que no todos, ni la mayoría de los niños y jóvenes que pasan por la escuela y la universidad llegarán a ser científicos profesionales y aquí está la segunda parte de esta labor insuficientemente atendida hoy por nuestro sistema educativo.

Se trata de formar a todos los niños y jóvenes mexicanos, tanto a los que por vocación y talento quieran dedicarse a la ciencia como a los que se piensen orientar hacia otros campos disciplinares y profesionales, en una comprensión suficiente y pertinente de lo que es el conocimiento científico y la relevación de su aportación a la construcción de una sociedad democrática, justa y pacífica.

Aunque como dice Edgar Morin, no es posible ni aún deseable desechar el pensamiento mitológico que es parte de la inteligencia humana, es imprescindible formar a los futuros ciudadanos en la capacidad de distinguir este tipo de pensamiento del pensamiento científico para poder entender el papel y la estructura de cada uno de ellos y no mezclarlos ni pedirles lo que no pueden aportar.

En estos tiempos de incertidumbre resulta fundamental que esta formación en ciencias que se imparta en las escuelas y universidades supere la visión moderna y su concreción positivista que asume a la ciencia como conocimiento infalible, cien por ciento cierto y exento de error o ilusión para formar en una perspectiva acorde con nuestros tiempos marcados por la incertidumbre en los que se sabe que el conocimiento científico se sustenta en la duda y como dice Caparrós, su método consiste en el ensayo-error, en intentarlo sabiendo que se puede equivocar, pero intentarlo de nuevo y equivocarse menos, hasta llegar de manera aproximativa y siempre limitada a responder a los grandes cuestionamientos que nos va presentando el mundo.

La crisis del coronavirus y las reacciones sociales ante ella están haciendo evidente esta necesidad de formar en la ciencia a las futuras generaciones para que “…por fin entendamos que estamos en un mundo incierto y que eso no quiere decir que la ciencia no sirva (porque) La propia ciencia es incierta”, como dice la científica mexicana Atocha Aliseda Llera en una entrevista reciente para El País –que puede leerse en esta liga: https://elpais.com/sociedad/2020-04-25/no-estamos-listos-para-la-incertidumbre.html?fbclid=IwAR0tTjW-VK7AUgp-Km5NESHywtRHf4OLGJuhq-DdoGiVUhpKThz8pKMlic8 -

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).