Héroes olvidados

  • Elmer Ancona Dorantes

Como pajaritos, uno a uno, están cayendo los periodistas a consecuencia de esta mortal pandemia ocasionada por el coronavirus (Covid-19); tan sólo esta semana, se reportó la muerte de cuatro colegas de la Ciudad de México y del sureste del país.

Por supuesto, alguien tiene que llevar la información veraz, oportuna, certificable, creíble y trascendente a la gente, a los hogares, sobre todo en estos tiempos de encierro.

Alguien tiene que salir a tomar nota, a levantar audios y videos, a ser testigos vivos y presenciales de lo que sucede en las calles de las ciudades, en los hospitales, en los mercados.

Los reporteros y reporteros gráficos (fotógrafos), por ejemplo, no son unos improvisados, ocurrentes o “valentones”, que se amanecen pensando en cómo jugarse la vida sin un propósito esencial.

Reciben indicaciones bien sustentadas y fundamentadas, de sus coordinadores de área, de sus directores, de quienes tienen todo el respaldo de la empresa, y llevan a los medios de comunicación, la información más útil para sus audiencias.

Y en las redacciones hay editores especializados que procesan toda esa información, todas esas noticias, para orientar a sus lectores, a sus radioescuchas, a sus televidentes. La información nunca se detiene. 

Hasta hoy, podemos disfrutar de las necesarias y útiles crónicas periodísticas, notas de color, investigaciones profundas, reportajes bien estructurados, columnas y artículos periodísticos, que hablan de lo que está sucediendo en nuestro entorno y en el mundo.

Afortunadamente, las sociedades siempre tendrán a la mano la información de gente profesional que arriesga la vida, en todo momento, para proteger la de los demás.

Los periodistas serios no son agoreros del desastre, no son apocalípticos, tampoco “videntes” que dicen y “sueñan” lo que está por sucederle a la humanidad. Afortunadamente, no.

Son expertos en comunicación, están hechos y preparados en las universidades, en las redacciones y, principalmente, en la calle, cuya única misión es la de llevar a la gente información útil y necesaria para su seguridad, para su desarrollo, para su protección y crecimiento.

Rebasan, en todos los sentidos, a esos improvisados (con buenas o malas intenciones), que por el simple hecho de tener una cámara en la mano sienten que ya están informando. La vida no es así.

Así como hoy se habla del Estado Profundo, también la sociedad debe comprender que hay profesionales que hacen un Periodismo Profundo, una Comunicación Profunda.

Periodismo sostenido con horas y horas de investigación, de recreación, argumentación, razonamiento, planeación, dirección y valoración de sus resultados. Eso es lo que se hace y se vive en las redacciones, en los medios “modernos” y “tradicionales”.

Reporteros que viajan a las entrañas de los Centros de Reinserción Social (Ceresos) para ver cómo los reclusos confeccionan cientos de cubrebocas para consumo interno, para los gobiernos que lo solicitan, para la sociedad.

Para corroborar si trabajan en las condiciones sanitarias reglamentarias en estos tiempos de pandemia, si usan cubrebocas y protectores, si guardan la sana distancia.

Son reporteros que se convierten en testigos presenciales de los hechos que más nos atañen como sociedad; y así como ellos, otros que cubren la esplendorosa, y a la vez crítica, vida animal, que también están cambiando sus hábitos por necesidad.

Reporteros que “patrullan” las calles solitarias en busca de historias; que entrevistan a los sobrevivientes de la pandemia, bajo el riesgo de ser contagiados, pese a las medidas de protección y prevención que asumen en sus coberturas informativas.

Hoy, lamentablemente, algunos de esos periodistas han caído en el cumplimiento de su deber; han perdido la vida, específicamente, al haber contraído el coronavirus. Quizá en la calle, quizá en la redacción. En cualquier parte.

Hoy, esos periodistas (reporteros, fotógrafos, editores, profesionales de la comunicación social o gubernamental) deben ser reconocidos, tanto como los médicos y enfermeras, como todo el personal de salud que atiende a los ciudadanos enfermos de Covid-19.

Un día, las sociedades contemporáneas -muchas veces olvidadizas-, se darán cuenta de la trascendente labor que ejercen los periodistas profesionales a favor de la gente, de las comunidades.

Hoy los gobiernos deberían estar dando todo su apoyo económico, parte de sus recursos, para la generación de contenidos reales, veraces, inmediatos y profundos, generados desde las redacciones. Pero no se les ve.

Dedico esta columna, muy en especial, a todos mis queridos colegas (hombres y mujeres) que han fallecido, que han dejado esposa e hijos, padres y hermanos, en cumplimiento de su deber. 

Hoy elevo mi plegaria y mi voz por ellos, en espera de que no caigan más por estar cumpliendo con su responsabilidad diaria. Una oración para nuestros héroes casi olvidados.

@elmerando

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Elmer Ancona Dorantes

Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y Maestrante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM. Catedrático. Escribe en diversos espacios de comunicación. Medios en los que ha colaborado: Reforma, Notimex, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.