Educación virtual en tiempos de coronavirus: posibilidad y realidad

  • Omar Pineda Luna
Según estadísticas del INEGI del 2019, sólo el 56.4% de los hogares tiene acceso a internet y el 44.

El pasado sólo habrá sido superado el día en que las causas de lo ocurrido hayan sido eliminadas.  Y si su hechizo todavía no se ha roto hasta hoy, es porque las causas siguen vivas. 

Theodor Adorno, 1998: 29

Además de las secuelas sanitarias, económicas, políticas y sociales que la pandemia está dejando a nivel mundial. Otra consecuencia, se ha reflejado en el sector educativo, específicamente en las escuelas públicas de nuestro país. A partir de la declaratoria de emergencia sanitaria pronunciada por el Gobierno Federal y el secretario de Educación Pública, las escuelas se vieron obligadas al diseño de actividades en modo “virtual” “a distancia”. Algunas instituciones se alarmaron tanto, que actuaron de manera apresurada sin saber que, en algunos casos, el profesorado no estaba preparado para las clases “online” y tampoco los estudiantes (aunque en teoría debe ser una competencia del docente-dicente del siglo XXI [sic]). No obstante, cabe hacer algunas aclaraciones al respecto:

Según estadísticas del INEGI del 2019, sólo el 56.4% de los hogares tiene acceso a internet y el 44.3 % tiene una computadora por hogar. Es decir, en una familia donde tres de sus integrantes asisten a la escuela, tendrían que usar, en un semejante horario escolar un mismo ordenador, esto en el mejor de los casos, porque en otro escenario deberán asistir a un establecimiento a pagar por el uso de computadoras e internet. Ello, refleja que no todos los estudiantes podrán dar continuidad al ciclo escolar en línea al no tener los insumos necesarios para enfrentar las crisis.

Pero la pandemia también expuso, lastimosamente, otros atisbos del sector educativo público del país, que ya existían, pero ahora son más visibles y nos podemos dar cuenta, tanto como profesores y profesoras, así como los estudiantes. Primero, el carácter atávico de nuestro sistema escolar, pues las quejas de los estudiantes contra la manera en que maestros y maestras comenzaron con las clases en línea fueron cada vez más constantes. 

Argumentando que “esas” no eran clases, no existía retroalimentación, las indicaciones eran desordenadas, poco precisas y, en ocasiones, hasta mal redactadas, no había respuesta ante dudas o aclaración de conceptos, en otras palabras, no encontraban un sentido didáctico o de aprendizaje significativo en las actividades que dejábamos como docentes. La pregunta sería ¿lo encuentran en las clases presenciales? Dejando a un lado los constantes señalamientos en contra del profesorado, también evidenció la naturaleza de alumnos y alumnas, necesitar que alguien les explique, condición, al parecer, del sistema educativo mexicano.

¿Qué implica el sistema explicador o el maestro explicador? Rancière (1987), expone sus características “El explicador es el que necesita del incapaz como tal. Explicar alguna cosa a alguien, es primero demostrarle que no puede comprenderla por sí mismo” (p.23), este acto se conoce como atontamiento. Veamos un ejemplo más claro que exhibe el mismo autor ¿qué es lo que el niño aprende mejor? Las palabras, aquellas que se apropia en el sentido de su constante uso, son aquellas que aprende sin maestro explicador. Se les hablan y se hablan alrededor de ellos. Ellos oyen y retienen, imitan y repiten, se equivocan y corrigen, tienen éxito y vuelven a comenzar por método.

Ahora bien, este niño que ha aprendido a hablar a través de su propia inteligencia y aprendido de aquellos maestros que no le explicaban la legua empieza su educación propiamente dicha. No obstante, pronto tendrá tantos maestros como materias para comprender, impartidas en cierto orden progresivo lo que resultara en el sistema explicativo, como pone en relieve Rancière, [los docentes] “dirán, es necesario explicarle cada vez mejor. Tal es la preocupación del pedagogo educado: ¿comprende el pequeño? No comprende. Yo encontraré nuevos modos para explicarle, más rigurosos en su principio, más atractivos en su forma. Y comprobaré que comprendió” (p.25). Así, profesores y profesoras se esfuerzan por perfeccionar el método de explicación, para hacer comprender mejor, para aprender mejor a aprender. Para convertir las explicaciones en más comprensibles para aquellos que no la comprenden. El mundo divido entre “espíritus ignorantes y espíritus sabios, capaces e incapaces, inteligentes y estúpidos”. De esta manera el niño adquiere una nueva “inteligencia” la de las explicaciones del maestro. Mas tarde también él podrá ser explicador.

Lo anterior, responde a por qué los estudiantes no han podido dirigir su aprendizaje de manera autónoma en estos tiempos de confinamiento, no sólo no ha podido utilizar las tecnologías de la información, sino que hemos formado un sistema de dependencia de un explicador, o peor aún, como dice Iván Ilich (1970) “Los alumnos jamás han atribuido a sus maestros lo que han aprendido. Tanto los brillantes como los lerdos han confiado siempre en la memorización, la lectura y el ingenio para pasar sus exámenes, movidos por el garrote o por la obtención de una carrera ambicionada” (p. 42).  

Otro aspecto, por tomar en cuenta en esta crisis, es la importancia de la politización de la escuela, en el sentido de las relaciones que se establecen dentro de la institución como las externas, con el propósito de mostrar una reflexión y postura ante la situación social del país, actualmente, la pandemia. Es muy probable que nuestros estudiantes estén atravesando por una precariedad económica y laboral, pues varios de ellos trabajan para sostener sus estudios. En los niveles básicos, es preocupante que los padres y madres de familia disminuyan sus ingresos o tengan que ser despedidos, y sientan angustia porque pronto se enfrentarán a la escases de alimentos, renta y el pago de servicios, lo que impedirá sufragar el internet y seguir con las actividades académicas desde casa. 

Lo que quiero decir es que, en estos momentos cumplir y dar seguimiento a los planes de estudios puede esperar un poco. Maestros y estudiantes podemos ayudar a comprender la situación actual, cómo desde la escuela apoyamos a las situaciones que están por presentarse, una educación solidaria. Que entienda y atienda las necesidades reales que están porvenir, reflexione y actúe en la medida de las posibilidades de cada persona, como menciona Sebastián Pla “Me parece que los docentes equivocamos el camino. No se trata de llevar la escuela a la casa, con la misma carga horaria y contenidos curriculares. Se trata de responder cómo la escuela ayuda a sobrellevar a niños y niñas el encierro y la pandemia en casa” (La jornada, 10 de abril de 2020:14)

Por otra parte, es verdad, como profesorado atiborramos a los estudiantes de tareas a través de las diferentes plataformas digitales, pero, en ese sentido, directivos, administrativos y docentes también nos fueron requeridos formatos y papeleo para su entrega inmediata con la finalidad de cumplir con los aprendizajes esperados de cada materia. Asimismo, el confinamiento dejo ver la parte más represiva en las autoridades públicas y dueños de instituciones privadas, una constante vigilancia y control virtual. Algunas universidades privadas pidieron estar “presentes” en las clases virtuales con la finalidad de supervisar que los maestros y maestras cumplieran con los requerimientos, tiempos y temas de acuerdo con el programa y horario, condicionando el pago en caso de no hacerlo. Ante esta panóptico digital, las autoridades y dueños de las universidades rendimiento deben dejar de vigilar a los profesores y profesoras y otorgar la libertad y confianza que merecen para que nosotros asumamos con responsabilidad nuestra labor educativa docente. 

Finalmente, en tiempos donde el futuro se encuentra suspendido y para otros cancelado. No puedo dejar de pensar en la situación actual de fragmentación y aislamiento social, pero sobre todo en medio de tantas violencias, no solo del golpe del virus, sino del golpe en la economía en los países pobres. Ante este desastre social y natural, ante el hacer negado, no podemos quedarnos de brazos cruzados, a sabiendas lo que implica esta relación capitalista, por ello, es importante el hacer como negación práctica. “Es posible que quien quiera transformar sólo pueda hacerlo en la medida en que convierta esta misma impotencia, junto con su propia impotencia, en un momento de lo que piensa y quizá también de lo que hace” (Adorno, 1998: 127)

Notas

Adorno, Theodor.

(1998). Educación para la emancipación . Madrid: Morata.

Ilich, Iván

(1970[2011]). La sociedad desescolarizada. Buenos Aires, Ediciones Godot

Ranciére, Jacques.

(1987). El maestro ignorante . Barcelona: Laertes .

Pla, Sebastián 

(La jornada, 10 de abril de 2020:14)

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2019) Tecnologías de la información y comunicación. En Hogares https://www.inegi.org.mx/temas/ticshogares/

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Omar Pineda Luna

Pedagogo y Politólogo, Posgrado en Ciencias Políticas BUAP. Profesor universitario. Colabora en el CENEVAL A.C. Escribe de Política, educación y pedagogía crítica.