La especie humana amenazada

  • Abelardo Fernández
Vivimos con el miedo de pensar que podríamos morir.

El blanco ahora es el género humano, el más propagado y reproducido de todos. Todo parece indicar que por ahora necesitamos y necesitaremos muchos más recursos de sobrevivencia, nuevos recursos refinados contra los embates bacteriológicos. Ahora mismo no sé con certeza si el humano es un género, una especie, un tipo de animales determinados, en fin, la especie humana es, sin duda, la más compleja y la peor comportada de todas. En este mismo tenor de reflexión, démonos cuenta de la clase de alarma que se genera por la posible mortandad de miembros de nuestra especie, y pensemos con calma la cantidad de individuos de otras especies han muerto a lo largo de la historia: hemos desaparecido especies enteras, hemos traficado con ellas, hay un altísimo porcentaje de ellas que están en peligro de extinción, qué clase de egocentrismo nos provoca la posibilidad de morirnos unos cuantos y sobrevivir unos cuántos más, en fin. La consciencia propia y la actitud ecológica de la especie, no ha sido, en modo alguno, algo responsable en función del entorno natural que nos circunda. Pensar primero en nosotros, después en nosotros y al final seguir pensando en nosotros, ha sido un distintivo egoísta que tratamos en ocultar por vergüenza pero que no remediamos.

La especie humana, además de egocéntrica y déspota con el entorno, ha generado una basta cultura de su sobrevivencia, resiliencia le llaman a esta capacidad humana de levantarse y surgir de nuevo de entre la cenizas, y la celebramos como una renuncia al hecho de vencernos ante las adversidades.

Por las texturas iniciales de mi texto, escrito desde el encierro de la cuarentena, es muy probable que no tenga tintes alentadores o se permita el rescate de seres humanos desesperados que necesitan ayuda, como quiera que sea, todo parece indicar que la reflexión es una de las ayudas que a muchas personas no se les da la gana aprovechar. No he dejado de pensar en el libro de Zigmunt Bauman que se llama El Miedo Líquido en el que explica con prolija claridad cómo es que la especie humana ha elevado a rango de meta, meta, meta metáfora su miedo a morir, puesto que no sólo morimos cuando nos toca, vivimos con el miedo de pensar que podríamos morir, o de que nos puede tocar a nosotros, tratamos de llevar una vida “sana”, hipócritamente sana, destruyendo al medio ambiente que nos rodea, matamos, industrializamos y exportamos animales que nos comemos de manera voraz, en fin, construimos un miedo de tener miedo al miedo de que posiblemente lleguemos a sentir miedo de poder morir. Las  ratas se salvan de esto porque solamente sienten miedo antes de morir, en las vísperas de su muerte y ya, se mueren después.

Pero todo esto va más allá de todas estas reflexiones, hemos alcanzado un desarrollo tecnológico de tal magnitud y en tal dimensión e intensidad, que prácticamente, quedarnos sentados en la silla donde vemos la computadora es suficiente para existir, tener mandos y controles nos puede permitir la existencia entera, evidentemente, en detrimento de nuestra propia naturaleza como seres bio-psico-sociales… qué tiempos aquellos Don Simon cuando nos creíamos este tipo de seres. Ahora hemos dejado de ser bio, por las tremendas alteraciones de nuestro funcionamiento biológico, hemos dejado de ser psico, por la cantidad interminable de remedios o supuestos remedios que nos inventamos para estar felices y sociales, por la realidad de que cada vez nos relacionamos menos con los demás y nos importa un pepino lo que les pasa o lo que les tenga que pasar.

Decir o escribir algo es como no decir o escribir nada, no sabemos dónde llegará y quién será un posible interlocutor, la especie humana se desbarata en su propia indiferencia, en su propia soberbia y en su podrido sentido de la conveniencia, la gente actúa para sí misma, no actúa para los demás.

En esta pandemia vemos el resurgimiento de muchos rescatadores de la humanidad que anuncian asesoramiento psicológico por las redes, de pronto pareciera que el dinero, signo inequívoco de la desigualdad y la bárbara incongruencia humana, va a salvar a esta pobre especie que se auto-compadece de sí misma. Médicos, especialistas, epidemiólogos, urgenciólogos, etcétera, etcétera, toman hoy el mando y parecen protagonizar la travesía de que permanezcamos vivos, los que logremos permanecer vivos. Aparecen nuevos filósofos de la tragedia, moralistas que advierten que después de todo esto nos tendremos que plantear portarnos mejor y ser mejores personas en este intento eterno de hacer reflexionar a un ente individual para intentar invocarlo a ser mejor persona. Así, mal parados como estamos, nos va a agarrar esta pandemia tremenda, y es muy probable que no sea la única ni la más dura o la más inofensiva, muy probablemente las pandemias volverán como los temblores, los terremotos y las inundaciones… yo no soy quién para decir lo que tenemos que hacer, si algo puedo pretender humildemente es provocar una pequeña reflexión en sus consciencias cotidianas, hoy encerradas dentro de casa y dentro de sí mismos y dentro de su propio comportamiento personal en función de los demás, insisto, si es que tienen, no sé si la dicha o la desgracia de tener a alguien a su lado…

 

Espero seguir escribiendo y me encantaría que alguien comente lo que escribo y su parecer, quizá eso sea una pretexto para crear algo que ya parece antiguo a lo que llamábamos comunicación…. Abrazo para todas y todos.

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Abelardo Fernández

Doctor en Psicología, psicoterapeuta de Contención, musicoterapeuta, escritor, músico y fotógrafo profesional.