El imbécil de la casa

  • Elmer Ancona Dorantes
A veces la familia tiene que soportarlo por ser el mayor de edad, aunque no el más preparado...

En las familias nunca falta el “imbécil de la casa” que la riegue en todo; comete burrada tras burrada como una forma muy natural de actuar; al principio suele provocar risa, pero al final termina hartando a la mayoría.

Por su culpa, el progreso del hogar se ve en peligro porque pone en “jaque” el capital, los recursos, el inmueble, la herencia de quienes integran esta importante célula social.

A veces la familia tiene que soportarlo por ser el mayor de edad, aunque no el más preparado; por aparentar ser el más histriónico o agradable; porque lo impuso el abuelo o el bisabuelo del clan. Por diversas razones.

Al “imbécil de la casa”, si no se le frena, lleva todo al despeñadero; si no cuida sus formas, casi siempre termina convirtiéndose en el más imbécil, el más inepto, el más cerrado y obtuso.

Por lo general, tampoco hace caso a los demás por considerar que tiene mayor inteligencia, cosa que no es cierto; siempre anda presumiendo sus raíces, sus antecedentes, su arraigo. Presume de todo lo que los demás han hecho, menos él.

El “imbécil de la casa” hace un chiste, los demás se ríen, le siguen el juego, y cree que siempre va a suceder lo mismo. Pero no. Su aparente “gracia” se convierte en estupidez, en pendejismo. Se va aislando poco a poco.

Al final termina peleándose con todos: con los hermanos, con los sobrinos, con los tíos y primos. Este personaje casi nunca tiene madre que le ponga un freno, un “tate quieto”.

Por alguna circunstancia de la vida, el “imbécil de la casa” podría trascender y alcanzar niveles inigualables; por ejemplo, podría llegar a ser un alto funcionario público, capaz de hacer sentir su poderío ya no sólo en el hogar, sino en la propia colonia, en la capital, en el estado.

Ahí es cuando todo comienza a apestar, a oler mal, porque el desastre (desmadre) que previamente estaba “focalizado”, ahora se extenderá a un círculo mucho más amplio, capaz de contagiar a los demás.

Lo peor de todo, es que un torpe, un imbécil, un estúpido, un inconsciente, un loco, es capaz de reunir a todos los de su clase y puede poner en completo riesgo no sólo a los de la casa, sino al universo completo.

En tiempos de pandemia, por ejemplo, el “imbécil de la casa” es capaz de convocar a los demás a salir de casa, a tocarse, a besarse, a tomarse de la mano, argumentando que la lo malo no se pega a los pobres, sino únicamente a los ricos, a los malditos capitalistas.

Así las cosas. Ante esto, lo más recomendable es que, en familia, todos decidan hacer a un lado al más imbécil de la casa, al más burro, al más ocioso, al más ignorante, porque de no hacerlo, a todos cargará el payaso.

Por lo menos, podemos comenzar con no hacerle caso. Y como siempre he dicho, en Puebla somos y conformamos una hermosa familia.

@elmerando

 

 

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Elmer Ancona Dorantes

Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y Maestrante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM. Catedrático. Escribe en diversos espacios de comunicación. Medios en los que ha colaborado: Reforma, Notimex, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.