Los virus también discriminan

  • Lucero Hernández
Hospitales sin insumos básicos

Lucero Hernández*

 

Las enfermedades también discriminan. La actual pandemia de coronavirus revela las distintas caras sociales con las que estamos conformados: quienes sí pueden aplicar la cuarentena o catorcena, los que viven al día y no puede detenerse, los que no pueden aplicar el trabajo en casa, quienes viven en pobreza, los que no tienen acceso a una buena atención médica, los que no viven en ciudades capitales… y la lista sigue.

El panorama enmarca la desigualdad persistente en todas partes del mundo. No es sólo económica, es un problema social. Aplicar una cuarentena o catorcena e invitar a no salir de sus casas para evitar mayores contagios del COVID-19 es un llamado que no cabe en países con desigualdad como México, donde seis personas tienen la misma cantidad de riqueza que el 50 por ciento de los más pobres en el país.

Mandar a resguardarse en su casa puede resultar adecuado para 120 mil mexicanos que representan el 1 por ciento de la población más acaudalada y que concentran el 43 por ciento de la riqueza nacional, pero no, para el gran grueso de la población (99 por ciento).

Informalidad impide el resguardo

Así es entendible ver a personas de la tercera edad aun laborando, jóvenes o adultos en sus trabajos, porque para ellos no existe otra opción que no sea el despido o la pérdida de su trabajo. En un estado donde 7 de cada 10 personas insertas en el mercado laboral se encuentran en la informalidad, sin seguridad social y menos prestaciones laborales, y donde la tasa de desocupación laboral ha venido en incremento (2.9 por ciento al cierre de 2019).

Ni qué decir del promedio de ingresos del mexicano, para quienes integran el grupo social más bajo (pobreza) el ingreso diario es de 101 pesos, pero para quienes se encuentran en la otra parte de la balanza (riqueza), el ingreso supera los mil 800 pesos al día.

Eso lo sabemos porque lo vivimos, no sólo la población mayor a los 60 años de edad es vulnerable, lo son todos los mexicanos que enfrentan de manera diaria la pobreza, la falta de acceso a servicios de salud de calidad, el deficiente mercado de trabajo que no brinda seguridad social o simplemente el vivir alejado de ciudades que concentran los hospitales y laboratorios certificados para realizar la prueba del coronavirus.

Si la cifra de casos confirmados aumentó de manera exponencial con más de 6 mil desde finales de febrero a la fecha en América Latina, ¿cómo enfrentar la propagación de la enfermedad ante los altos niveles de desigualdad persistentes? ¿proteger a una población que ha vivido por años en esta brecha?

Hospitales sin insumos básicos

Un caso, el Hospital General Zona Norte de Puebla, uno de los cinco con supuesta “capacidad” para el tratamiento de pacientes con coronavirus, en realidad no cuenta con ninguno de los insumos básicos para el tratamiento de las personas contagiadas, ni protocolo, esto motivo a manifestaciones esta semana en una exigencia por cobertura, equipo, presupuesto que cubriera la demanda necesaria para la contingencia que implica el COVID-19.

Con un tamaño de población superior a los 6 millones de habitantes, en Puebla, cuatro de los cinco hospitales destinados para atender a los pacientes de coronavirus, cuentan con apenas 183 camas. A nivel país, tenemos 15 camas por cada 10 mil personas, lo que coloca al país en un rango bajo comparado con países como Perú, Chile, Brasil, Uruguay o Argentina. Otra vez, esas diferencias en el acceso y cobertura a servicios de salud.

Regresemos al tema de edad: un señor de 60 años, empresario, que vive en riqueza con acceso a servicios de salud privado, enfrentando la pandemia en casa, frente a un joven de 25 años que viven en pobreza, empleado en la informalidad y sin acceso a servicios de salud, enfrentando la pandemia trabajando ¿quién tiene mayor riesgo de enfermarse?, ¿quién puede enfrentar el virus en hospitalización y cubrir los gastos?

Sumemos a esto la falta de acceso a la información, la población que no tiene cobertura a nuevas tecnologías, como la población indígena. La Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis) 2017 revelaba que nueve de cada 10 indígenas en México enfrentaron algún tipo de barrera de accesibilidad cuando buscaron información gubernamental.

¿Sana distancia en viviendas hacinadas?

Expliquemos a los poblanos que carecen de espacios de vivienda digna cómo es resguardarse en su casa privilegiando la sana distancia sobre quienes salen a trabajar. El Informe sobre la situación de pobreza y rezago social 2020, elaborado por la Secretaría de Planeación Evaluación y Desarrollo Regional, advierte de 527 mil 400 poblanos que no tienen habitaciones suficientes para el total de personas que viven en un hogar.

Los datos son aún mayores: 744 mil personas viven sin protección en salubridad, 170 mil viven en casas con pisos de tierra, y 527 mil en hacinamiento. Es a los mexicanos en grupos socioeconómicos bajos a los que se debe dirigir la información y prevención, quienes no pueden trabajar a distancia, no tiene seguro social, no pueden enfrentar un shock económico, viven hacinados y con carencias en servicios básicos y no pueden permanecer en casa.

El coronavirus nos muestra no solo una crisis en salud pública, también enmarca, una vez más, la desigualdad social que persiste en México.

 

*Periodista y especialista en medios digitales. Editora general de www.datamos.com.mx Contacto: @Luz_HernandezG y lc.lucero.hg@gmail.com

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