“¿Quién le avisará a mi mamá que no llegue?”

  • Alejandra Fonseca
Desde semanas antes decidí unirme a #UnDíaSinMujeres pensando que sería un día especial...

Hacía años que no sentía esa tranquilidad interior. El enfoque vino natural con la decisión de no estar para el mundo, por ningún medio, el lunes 9 de marzo: No entraría a redes sociales ni escribiría en la computadora; no escucharía ningún tipo de música por cualquier tipo de aparato o aplicación; tampoco contestaría el celular ni atendería la puerta de quien tocara el timbre. Fue un claustro voluntario que me brindó algo que no esperaba.

Desde semanas antes decidí unirme a #UnDíaSinMujeres pensando que sería un día especial pero nunca imaginé el regalo que traería a mi vida. Ese día, desde muy temprano en la penumbra, la quietud y el silencio del amanecer, el ambiente fue propicio al ser la observadora para percibir mí ausencia y el vacío. Todas las cosas a mi rededor: trastos sucios en el fregadero, ropa y zapatos a pie de cama, polvo sobre el buró, closet con ropa por colgar y zapatos mal acomodados, todo se quedaría así, como se queda todo cuando las mujeres ya no regresan a casa porque pasaron a ser un número más en las estadísticas de feminicidios en Puebla; están muertas y así es su desaparición, como ahora veo la mía.  

La aurora con aroma de rocío y eco escindido fue el momento que escenificó mi casa sin mí con la idea que yo no regresara más. Me impactó sobremanera pero de eso se trataba  #UnDíaSinMujeres; no sólo vivir un día sin mujeres en todo México para saber la falta que hacemos a la economía o para que funcionen las oficinas de gobierno y empresas, sino imaginar que yo, mujer, como cualquier otra, no regresara más a casa. ¿Quién levantaría mi ropa sucia que dejé el día anterior; qué le harían a mis libros; quién se llevaría mis mascotas que son mi familia; quién regaría mis plantas; qué le harían a la ropa que tengo acomodada por color en el closet; qué, a los zapatos y botas que arreglé? Resonó en mí la leyenda de una pancarta en la marcha feminista: “Soy foránea, ¿quién le avisará a mi mamá que no llegué?”

Al entrar poco a poco los rayos de sol a mi recámara, me di cuenta que hacía mucho tiempo no tenía espacios de silencio y tranquilidad para escucharme y sentirme a mí misma, y darle valor a lo que verdaderamente importa: crear consciencia de que lo que le pasa a una, nos pasa a todas; que si no eres capaz de sentir tu propia muerte en la muerte de otra, o su vida en tu propia vida, no estás viva, ¡y que ya no se valen distracciones!

Por más que aprecio el internet, las redes sociales y el celular ¡esa dinámica ya no la quiero para mí! Es “pinchemente” paradójico, pero ese día de lamentación y duelo por las miles de mujeres que ya no están con sus familias, me encontré a mí misma en mi totalidad, y empecé a fijarme en todo lo que he perdido por vivir en la vorágine de los medios digitales. Ese día recuperé los detalles que hacen que la vida valga la pena ser vivida y al final del día entendí que esta es la sensibilidad que quiero que permanezca en mí porque quiero que la vida de l@s demás, ¡me importe!

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes