8 de marzo: Ignorancia y falta de voluntad para cambiar las cosas

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara
El patriarcado: En este sistema las mujeres son las grandes perdedoras.

Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara*

 

En el marco del “día internacional de la mujer” se ha desatado una nueva división que demuestra por un lado nuestra ignorancia como sociedad y por otro lado la falta de voluntad para hacer comunidad.

En primer lugar, ignorancia porque ya nadie recuerda de qué va el día de la mujer y sobre todo que no es una festividad si no un recordatorio de que las mujeres prácticamente a lo largo y ancho del mundo viven en desventaja respecto a los hombres. Las luchas sindicales y la exigencia de derechos que se inició a mediados del siglo XIX y que hoy garantiza al menos que los derechos ante la ley sean iguales para todos nos deben de servir de faro para iluminar un camino que es evidente muy pocos hombres y no todas las mujeres quieren recorrer.

Y es que la lucha no es de hombres contra mujeres. Es de todos contra el patriarcado que en pocas palabras es el sistema de organización social que genera las ideas que tenemos respecto a lo que significa ser hombre y mujer y cómo deben ser las relaciones entre nosotros. En este sistema las mujeres son las grandes perdedoras y tienen que seguir unos cuantos roles que las obligan a limitar su conducta e incluso emociones para encajar: madres, esposas, amantes, hijas… siempre en forma pasiva; siempre respecto a un hombre: “la madre de…”, “la esposa de…”, “la amante de…”

En este sistema injusto las instituciones masculinas han prosperado haciéndose espacio a través de la violencia que es por antonomasia la virtud de los verdaderos hombres. Hombres que también han sufrido al tener que ajustarse a roles de cuidado, protección, dominio, superioridad y que fácilmente podemos identificar. ¿Cuántas mujeres gobernadoras conoce?, ¿cuántas presidentas ya no de México sino de cualquier lugar?, ¿cuántas directoras de instituciones? Y si las hay han tenido en muchas ocasiones que aprender a jugar con las reglas de la violencia para llegar a competir con los violentos.

Ni hombres ni mujeres deberíamos querer mantener este sistema, pero lo increíble es que son muchos y muchas las que quieren seguir con esta forma de vida. En el peor de los extremos se encuentra el feminicidio que es matar a una mujer por el hecho de que no hace lo que un hombre le dijo que hiciera (porque no lo ama, porque lo dejó, porque no lo obedeció, porque no quiso tener relaciones sexuales, porque no le cocinó bien la cena, porque lo desairó, etc.) pero en los primeros niveles de violencia existen sutiles formas de relacionarnos que van “educando” a unos y otras sobre cómo deben ser las relaciones y que si no cambiamos conscientemente seguirán apareciendo pues son los modos en que nos programaron desde niños. Esto se llama micromachismos y todos los hemos hecho abonando a la violencia a través de la imposición de un rol que obliga a la mujer a ser un actor secundario de nuestras vidas y de su propia existencia: “tu cocina porque te sale mejor la comida”, “¿te ayudo en algo de la casa?”, “¿vas a querer que te lleve al mercado?”, “¿me planchas la camisa? Es que yo no se hacerlo bien”, “ya se hizo el bebé, hay que cambiarle el pañal”, “mira te traje del día de la mujer -o de la madre- una olla nueva”.

Hasta aquí la ignorancia y la segunda triste realidad es la falta de voluntad para hacer comunidad. Por un lado, los hombres totalmente ajenos al proceso y pensando que son “cosas de mujeres”. Después las mujeres preguntando a los hombres qué tienen que hacer y cómo deben hacerlo. Unas descalificando a otras de feminazis y aquellas diciendo que estas son unas mochas. Se tuvo una buena idea sobre un paro nacional y la reacción de muchas fue pedir permiso para hacerlo, muchos hombres se adelantaron a darles o negarles permiso y algunas más prefirieron reaccionar con miedo y no haciendo nada.

Ninguna duda de porqué la violencia sigue creciendo y seguirá creciendo. Un mal manejo de la información, un morbo creciente ante la crueldad humana y poca reflexión. Nunca ningún grupo social ha logrado sentarse a dialogar con los que ostentan el estatus para mejorar su situación. Debemos hacernos conscientes de que la opción no es la violencia, pero también la inacción es violencia y tiene consecuencias. ¿hasta cuándo vamos a esperar para sumarnos? ¿qué estamos defendiendo con nuestra indiferencia? Mientras no entendamos que una mujer muerta es cercana a nosotros, lo mismo que si fuera nuestra madre, hermana, esposa o hija, no seremos capaces de cambiar. Lo demás son ideas que claramente y a la luz de como van las cosas no sirven.

 

*El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Sus comentarios son bienvenidos

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social