La manifestación y lo que viene

  • Xavier Gutiérrez
Hemos visto marchas y mítines que son producto genuino del acarreo.

La juventud es la parte de la sociedad más sensible. Eso hace que los muchachos tengan respuestas cargadas de nobleza, emoción, entusiasmo y fraternidad.

Puro corazón.

Eso explica la maravillosa manifestación del pasado día 5. Por la   cantidad y la calidad de los asistentes no existe antecedente alguno en la historia de Puebla.

Auténticamente, hicieron historia.

Ha habido otras movilizaciones, pero producto de la manipulación o con una carga de fanatismo ultraderechista una de ellas.

El valor de esta es su sentido y peso cívico. La organización y el respeto a la gente, los inmuebles y el transporte. El acompasamiento de sus consignas.

Todo esto es lo que da calidad a una movilización.

Hemos visto marchas y mítines que son producto genuino del acarreo o la manipulación y resultan huecas.

Un día vi que seguidores del PRI casi llenaron el estadio Cuauhtémoc, en un cierre de campaña, cerca de 30 mil almas. Antes de concluir el acto masivo, uno de los estrategas electorales tricolor salió con tres o cuatro  de sus cercanos y les dijo: “vámonos a trabajar, el setenta por ciento de los que están aquí no van a votar por el PRI..”

Converse con varios burócratas presentes y me dijeron “nos trajeron a fuerza y pasaron lista”.

Las palabras del responsable electoral fueron ciertas. La derrota fue rotunda.

La presencia voluntaria y espontanea en un acto de masas es la clave para medir su efecto, su calidad.

Ahí esta la esencia de la marcha estudiantil.

Incluso pasaron por encima de sus autoridades, de rectores y directores.

Dato este altamente significante en el caso de la BUAP, cuyos rectores de los últimos tiempos (y hasta hace  cuatro o cinco meses) han encorsetado al estudiantado. Lo han mantenido “libre de contaminación social”, en una burbuja ajena  a las causas que han afectado a la sociedad.

Marginada por el control de los rectores sucesivos, incluso se ha visto rezagada y superada por las universidades privadas, que han sido más sensibles a las causas populares y a los momentos políticos que vive el país.

Y ahí justamente está el meollo del asunto de esta memorable y ejemplar movilización estudiantil.

Sin duda están en un momento de replantearse y discutir qué modelo tiene que guiar la existencia y la dirección de las universidades y de los centros de educación superior en general.

La marcha, como reacción juvenil ante la inseguridad, la injusticia o la corrupción está muy bien, pero…

Pero ¿qué sigue..?  ¿Sólo queda ahí en la calle el grito, la rabia, la protesta y el reclamo?

¿Ahí se queda la para el recuerdo, la anécdota o la historia?

Me parece que ese maravilloso brote de conciencia social debe ser el inicio de ocupaciones y quehaceres mayores, superiores.

Estudiantes, maestros y sus autoridades tienen en sus manos una materia prima extraordinaria.

Puede ser, debe ser,  el embrión de algo que trascienda su momento. De algo que vaya mucho más allá de sus demandas circunstanciales.

Reducir las peticiones a la seguridad de los planteles es un techo muy pequeño. Por una razón de sentido común: el delito, el riesgo, el problema, no sólo es en torno a los centros escolares, sino donde viven, en sus colonias, fraccionamientos o pueblos.

Es en toda la ciudad, en todo el país.

Obligados están todo estos aguerridos y sensibles protagonistas de este acto histórico, a abrir debates en las universidades, en todos los centros de educación superior.

 Los maestros brindar su experiencia  a los jóvenes, para facilitarles observar con perspectiva, mucho más allá del horizonte y del momento.

Planteles parados, cerrados, sin clases, poco aportan. Apagan el ánimo inclusive.

Ver esta lucha como un momento sería un error. Sería una conclusión miope.

Esto es parte de un proceso.

Eso sucedió con el movimiento del 68. Los muchachos de entonces, si uno lee o recuerda sus peticiones, concluye que tuvieron una visión de corto plazo. Muy modesta para la fuerza que alcanzó el movimiento.

Si bien su mérito fue otro: forzar a la sociedad, a golpes de rebeldía urbana, a abrir  los ojos ante una antidemocracia brutal. El tiempo les dio la razón, ahí estuvo el germen de la democracia que vino después. Nada fácil, nada gratis. Otra vez, un proceso.

Las instituciones de educación superior, y las universidades en particular, tienen un papel extraordinario en la vida pública del estado y del país.

Deben  ser conciencia, ariete, laboratorio y vanguardia de la sociedad.

Son la parte del cuerpo social más preparada, más sensible, más lúcida, con mayor ramificación en la vida urbana y, por todo ello,  un contrapeso natural de la sociedad.

Frente a este movimiento, visto está que los partidos son estructuras artificiales, circunstanciales y convenencieras.

Los estudiantes tendrán que abrir, necesariamente, el debate sobre el diálogo y los acuerdos con el gobierno.

Primero las discusiones, propuestas y análisis inter universitarios. Sin burocracia ni acartonamiento porque sería dar muerte a la frescura que los anima.

Una fiscalía para estudiantes y dos mil policías más suena a una solución parcial, policial y sólo represiva.

¿Y la parte preventiva..?, ¿Y el papel de la educación?, y ¿la parte de la salud social?, ¿y los programas y métodos de supervisión para que un aparato policiaco funcione?

Otros años, otros tiempos, aquí  y en otras latitudes, hemos observado  la multiplicación y modernización de policías, vehículos y recursos. Y los índices de delincuencia se han visto intactos.

Las primeras semanas se ven rondines de patrullas, puestos temporales de vigilancia, parches a la mexicana para taparle el ojo al macho.

La oportunidad esta pintada para pensar, articular y echar a andar un programa realmente integral, multifactorial.

Algo verdaderamente  pensado con hondura y largueza de miras.

Y, ¿por qué no, algo que aspirara a ser un modelo nacional de seguridad?

Pensar en algo menor, la verdad, sería un enfoque mediocre.

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.