Una sola vez somos el cambio

  • Alejandra Fonseca
El lunes siguiente, 24 de febrero, amanecimos con la noticia del asesinato en Huejotzingo de cuatro

Hace tres semanas entrevisté por radio a un funcionario del ayuntamiento de Huejotzingo quien invitó al público al cierre de su carnaval. Me sorprendió la ingenuidad con que nombraba los eventos y pensé en la ligereza con que los resaltaba, cuando todo mundo sabe que ese municipio tiene muchos años invivible e invisitable. Quise preguntar al aire sobre la seguridad que tendría implementado el ayuntamiento para estas festividades sobre todo en su cierre nocturno, pero me contuve en conflicto conmigo misma, ya que no es correcto tener un invitado y cuestionarlo de manera agresiva. Tan pronto cerraron los micrófonos me le fui encima. El funcionario comentó a mi parecer con gran inocencia y candor, que su municipio en carnaval se tranquiliza porque todo mundo lo que quiere es bailar y disfrutar la celebración. Le expresé mi incredulidad. Pasó.

El lunes siguiente, 24 de febrero, amanecimos con la noticia del asesinato en Huejotzingo de cuatro personas: tres estudiantes, --dos colombianos de intercambio de la Universidad Popular Autónoma de Puebla (UPAEP) y uno de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP)--, y un conductor de la plataforma UBER, además del robo de su auto. Al leer la nota me sentí muy mal, no pude dejar de pensar en la pregunta que no realicé al aire. Pasaron las horas y empecé a sentir una inconmensurable tristeza. Ese día no pude salir de casa y mis amigos me pidieron reunirnos. Hablé con ellos y caí en cuenta que estaba deprimida, me sentía culpable por haber omitido mi señalamiento al aire, al pensar en las personas que habrían ido al cierre de carnaval sin saber dónde se habían ido a meter. Descargué esa culpa que no me corresponde y un amigo más preciso me dijo, “Ale, no te sientas mal, no es tu culpa, pero le atinaste.”

Estas líneas las escribo en jueves; hoy 5 de marzo 2020 acompañé a los miles de estudiantes en la Megamarcha Estudiantil Pacífica de Puebla para exigir justicia, esclarecimiento del caso y mayor seguridad en todo el estado en los diferentes ámbitos de nuestra vida social y, sobre todo, las escuelas de nivel superior. Me sentí aliviada al hablar con ellos, de confirmar que a pesar de esta época gloriosa de internet que les toca vivir de lleno, no son apáticos: les importan las relaciones humanas de cara a cara y están comprometidos consigo mismos y con los que existimos a su alrededor. A pesar de no tener con qué comparar este presente ignominioso con el tranquilo pasado de no hace muchos años en Puebla, tienen consciencia y conocimiento de la gravedad a la que están expuestos y de que se puede vivir en paz social, disfrutando su juventud, sin más. A este estado se lo ha cargado la chingada y hay que regresarlo a una normalidad que no es ésta.

Leí un cartel de la marcha: “Una sola vez somos el cambio”; ellos lo son, para sí mismos y para todos los que estamos a su alrededor; nos han devuelto la Esperanza, así, ¡con mayúscula!

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes