Sin duda alguna soy un fiel convencido en que a pesar de lo complejo que resulta hacer las cosas, materializarlas, sobre todo porque depende de una voluntad propia de los individuos y no sólo de las instituciones o de otros, independientemente cuáles sean y las facultades que tengan, la esfera pública la construimos todos porque a la vez en algún momento, nos afectará  hayamos decidido hacer algo o no, por ello considero, que en un ejercicio de autorreflexión en una especie de check list, podríamos analizar qué estamos haciendo en nuestra vida diaria para ejercer una ciudadanía activa en pro del bien público o del bien común, claro esto depende de diversos factores interés, voluntad, conocimiento, valores y todo aquello que cada quien considere necesario puede contribuir a su desarrollo como ciudadano en el plano individual y después como parte de un todo, es decir, de una ciudadanía.

Puede ser un tema debatible y de hecho de eso se trata, que no obstante la diversidad de posturas, tengamos la capacidad de llegar a un consenso para el bien de todos, ¿pero qué necesitamos para llegar a un consenso a través del conflicto y la diversidad?

En una postura mesurada, en respuesta a este cuestionamiento que formulo,  considero que uno de los primeros y esenciales elementos que podríamos necesitar es construir ciudadanía, es decir, requerimos de la formación y existencia de ciudadanos con las habilidades de conocimiento, valores, actitudes afectivas y prácticas para que entendamos y de manera consciente podamos ejercer derechos, y asumir responsabilidades para el ejercicio de éstos, en calidad de miembros de una determinada comunidad política (González, 2010), ser ciudadanos implica participar y ser corresponsables en lo que decimos y hacemos.

En términos conceptuales aún se ha explorado relativamente poco de lo que se entiende ser un ciudadano en el sentido de tener claridad respecto de los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que se debe poseer un ciudadano.

Hurgando en la literatura, encontré el concepto de competencias ciudadanas, el cual se refiere al “conjunto de capacidades y habilidades cognitivas, emocionales y comunicativas integradas, relacionadas con conocimientos básicos (contenidos, procedimientos, mecanismos) que orientan moral y políticamente nuestra acción ciudadana” (Ruíz & Chaux, 2005, p.32).

Otro concepto indica que las competencias ciudadanas refiere a la “experiencia de la relación de los individuos con las instituciones y no sólo de un conocimiento general abstracto (por lo que) se orienta a la relación institucional entre el gobierno y la sociedad” (Durand, 2004, p. 192).

Sin duda alguna, considero que a pesar de la trascendencia que tiene el desarrollo de competencias ciudadanas para la construcción de ciudadanía y fortalecimiento de la democracia, significa un reto, pues existe por diferentes razones la desconfianza, apatía hacia las instituciones, hacia otros ciudadanos o bien se piensa que ser un ciudadano es sólo un derecho jurídico o bien es una tarea o responsabilidad de pocos, de expertos y la verdad es que no, ser consciente de que somos ciudadanos y que tenemos derechos y obligaciones es una responsabilidad de todos.

En una primera conclusión es que las competencias ciudadanas no se hacen solas, sino que estas derivan de la interacción entre ciudadanos y de estos con las instituciones, por tanto la construcción de la vida pública aún con sus claroscuros, es un asunto de público y/o común.

Formemos competencias ciudadanas y ciudadanía, desde nuestros espacios donde convivimos y nos comunicamos con los otros, los diferentes, para que mediante el dialogo y el respeto a la pluralidad permita acuerdos para la unidad en la acción.

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