Pandemia 19-20

  • Moroni Pineda
La tragedia humana en el sillón de nuestra casa cambiaría todo.

Las más respetadas organizaciones coinciden. El COVID 19, nombre oficial del conocido Coronavirus, podría convertirse en la epidemia de este siglo. En el XX que acabamos terminar, ya vivimos una buena dosis con la influenza española y asiática, que se llevaron millones de vidas, deteniendo a su paso la vida económica de las comunidades alrededor del mundo, lanzado cambios políticos y sociales que hasta el día de hoy nos afectan para mal y para bien. A pesar de esto, la semana pasada vivimos una serie de mensajes por decir lo menos contradictorios, apuntando a una total falta de conocimiento y preparación de muchos gobiernos y sociedades ante la eventualidad de un suceso de tales magnitudes.

Marc Lipsitch, experto en epidemiología y cabeza del Centro de Salud Pública de Harvard no esconde sus temores. Calcula que al ritmo actual y bajo las circunstancias que se tienen, el COVID 19 podría infectar entre el 40 y 70 por ciento de la población mundial, dependiendo de la capacidad de las instituciones de salud de cada país, y a una tasa de casi el 3% de mortandad esto significaría la muerte de aproximadamente 50 millones de personas. Un país de medio tamaño pues. Todos los chistes y la risa que han corrido en los últimos días en México respecto a que los tacos callejeros nos han preparado con defensas naturales, y de que el Coronavirus huiría ante la violencia del narco no nos servirían de nada. Al primer enfermo en casa y con la posibilidad de verlo partir, sería un quita-risa inmediato. La tragedia humana en el sillón de nuestra casa cambiaría todo.

Pero en medio de esta marea que hoy nos amenaza vemos una sorprendente inmovilidad y casi liviandad en la reacción política y social. Dos casos para ejemplo. En nuestro país, el Presidente López Obrador ve este problema de salud pública como algo exagerado, para lo que estamos bien preparados y que no va a pasar a más. Se equivoca. El sistema de salud de México está pasando en estos momentos por cambios que lo hacen especialmente vulnerable. El INSABI no termina de asentarse y la escasez de medicamentos por las compras unificadas no marca aún un final. Puebla, hablando localmente, tiene saturados hospitales locales como la Margarita por falta de un San Alejandro que nomás no empieza a construirse, sin contar con todos los problemas que siguen siendo, firmas únicas del sistema. Vemos a un Presidente besando a todos, abrazando y dejándose tocar a cada paso que da, como canción de Flans, enviando un mensaje subyacente de que todo está bien, cuando no es así.

Guiar por ejemplo debería ser la primera señal, animando a la población a cuidarse y tomar medidas precautorias, haciendo que su bono democrático operara para proteger a los gobernados y no para sumar aduladores. Ese debería ser el camino. Hoy tendríamos que estar discutiendo medidas de contención, siguiendo las premisas chinas, aunque tal vez no en la misma dimensión. Tanto el especialista de Harvard como Bill Gates en un documento publicado la semana pasada en American Science, han sugerido que lo mejor que se puede hacer actualmente es tratar de reducir el ritmo de avance del contagio, -que se calcula hasta en 4 personas por cada contagiado en efecto multiplicador-, dando tiempo a los sistemas de salud para atender a un número controlado de enfermos en lugar de estar saturados por brotes repentinos. Esto sugeriría por lo menos una idea, que tal vez las vacaciones de semana santa podrían ser adelantadas de manera programada para tener a todos en casa en la segunda semana de marzo, fecha en la que probablemente se verá acelerada la tasa de contagios. Otra acción que debería estar sucediendo es la difusión en todos los medios de comunicación de medidas para proteger y prevenir el contagio. Han corrido algunas, pero poco organizadas y muy mal fondeadas, y sobra decir que se paga más para tener boots contra-restando tuits enemigos, que la inversión hasta ahora vista en estas publicaciones de emergencia de salud pública. Solo nos falta que algún funcionario público de alto nivel salga con la ocurrencia de ponerle a los enfermos #CoronaFakers.  

Si algo se les ha reconocido a los chinos en esta crisis ha sido precisamente la atención fulminante y expedita ante la propagación de la enfermedad. La consistencia con la que se han tomado la chamba. No solamente la construcción de hospitales en un mes, pero sobre todo la seriedad con la que han asumido su papel. Sería bueno voltear a ver a esta experiencia para tratar de tomar lección y nota. Y más allá de todo esto que ya en si representa la posibilidad de una tragedia humana en una escala mayor, hay que agregarle los problemas económicos. México, debemos de reconocerlo ya, decrecerá este año a -1 por ciento, víctima de las decisiones económicas agravadas por la epidemia, sino es que nos va peor, lanzando al desempleo a 1 millón de mexicanos más, que sumados a los casi 800 mil del año pasado, son cientos de miles de familias que tendrían que buscar otra manera de rascarse pero no podrán con sus uñas, poniendo una presión adicional a los sistemas públicos de salud, pero, sobre todo, recortando el brazo económico para atenderlos. En fin, una tras otra.

México no es la excepción. Nuestros amigos en Estados Unidos también la están viendo fea. La reacción inicial del Presidente al nombrar al Vice Pence encargado de la fuerza de tarea para enfrentar al COVID 19 que parecía ir en un sentido correcto, terminó por desviarse en el momento en que empezaron las acusaciones entre republicanos y demócratas del uso político de la enfermedad. En medio de esto, que simplemente no ayuda, se encuentra la realidad de que los presupuestos para la atención de este tipo de emergencias fueron reducidos para este año. Por sorprendente que parezca, fue más necesario construir un muro que no sirve para nada, que tener los sistemas preparados para afrontar una emergencia. La realidad, el Coronavirus dañará mucho más la economía y estilo de vida estadounidense que los migrantes trabajadores que llegan cada año. Así pasa cuando tienes las prioridades al revés.

Compras de pánico no, seriedad sí. La planeación y educación de la población ante un evento de esta magnitud es la clave. Aquí es cuando descubrimos que la solidaridad y trabajo global valen la pena como con la OMS y la ONU. Los nacionalismos no solamente lastiman esta colaboración, sino que colocan a los países en una posición vulnerable que daña a quienes deberían proteger, sus ciudadanos.

 La Pandemia de nuestro siglo tiene un nombre y ese es liviandad. Más sencillo no se puede.  

 

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Moroni Pineda

Activista permanente. Participa en Consejos de educación estatales y municipales, Fundación Paisano, La iniciativa bilateral México-Estados Unidos, UNETE, Mexicanos Primero, Presidente del Consejo de Participación Social