Es acaso ¿Una amenaza más?

  • Marcela Cabezas
Nuevos casos reportados en España, Francia, Italia y, ahora en el cono sur: Brasil y Chile...

Un escenario apologético al cual se ha abonado a través de medios de comunicación e informes médicos respecto a la escalada del nuevo Coronavirus (COVID 19) es el pan de cada día hoy. Y, es que los casos de contagio reportados en diversos puntos geográficos a nivel mundial además de la China, epicentro del virus, va cada día en aumento. 

Nuevos casos reportados en España, Francia, Italia y, ahora en el cono sur: Brasil y Chile por el momento, prenden las alarmas en América Latina. Al tiempo que organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y camarilla debaten entre decretar o no una pandemia mundial.

Así crece la incertidumbre en los mal llamados países “tercermundistas” bajo el dilema: si las potencias mundiales no han logrado contenerlo y en ocasiones detectarlo a tiempo, ¿cuál será el escenario que nos espera aquí, en estas “repúblicas bananeras”?

Esto, por un lado- ¡que ya es bastante! - y, por el otro, el contexto violento característico en Latinoamérica y en específico en Colombia y México que no mengua. De hecho, ambos convergen en una especie de perpetuación de la violencia y diversificación de los medios mediante la cual ésta “muta”.

En este punto hay que considerar diversos eventos que nos catalogan como Estados hermanos por el caos político-social y el vacío de la institucionalidad gubernamental.

Hechos como el asesinato de dos estudiantes colombianos de medicina y uno mexicano junto al conductor del vehículo el pasado fin de semana en el estado de Puebla, y el alza de asesinatos relacionados con feminicidios, maltrato a menores y racismo en una especie de  “caravana de la muerte” en el país cafetero , conmina a pensar, si,  ¿la llegada del COVID 19 a estos países sería más nociva que el escenario hobbesiano hoy inmanente?

Así las cosas, y sin aun esclarecer bien las circunstancias y móviles del cuádruple homicidio en México, y, sin identificar del todo las razones de tales actos en Colombia; refleja que, de manera general, algo o mucho no marcha bien.

Frente a esto, la sucesión de marchas y reclamos por parte de la comunidad académica y los comunicados por parte de actores y entes gubernamentales convergen a una cosa cierta: el Estado brilla por su ausencia, y el germen de la violencia irracional se reproduce a diversas escalas sin distinguir tipo de población.

Entonces, mientras la China y otros países reportan cifras sobre contagios y muertes humanas a causa del coronavirus- cosa alarmante-, aquí despedimos a diario a compañeros de estudio, de trabajo, familiares, amigos (as), esposos (as), etc., que a causa de conflictos e instrumentos diversos se eliminan entre sí.

A lo sumo, el deceso de los estudiantes de intercambio académico Ximena Quintero, José Antonio Parada, y del mexicano Francisco Javier Tirado tras regresar del festival en Huejotzingo – hermoso lugar, a propósito de mi experiencia estudiantil hace unos meses-  evidencian que, no solo somos países en vía de desarrollo en situación desigual económica, política y tecnológicamente de la China y otros; sino que, y ante todo, nos circunda una “descomposición social” que cala en la imposibilidad de respetar el derecho a la vida por encima de “apetitos fatalistas”.

Máxime cuando en Colombia se debacle entre posconflicto y barbarie - a propósito del proceso de Paz- y en México se experimenta una suerte de colombianización estilo década del ochenta.

Los escenarios de violencia han sido y seguirán siendo múltiples y la población objeto (niños, estudiantes, jóvenes, mujeres, trabajadores, etc.); la del coronavirus parece concentrarse, por ahora, en las personas adultas – ancianos, sobre todo según cifras recientes- ¡Cosa que no le resta importancia por supuesto!

Por tal, en México y Colombia al tiempo que se predican controles migratorios y médicos, se debe también propagar una especie de medida contra el peligro inminente en calles, comercios, lugares de ocio, la escuela, trabajo, etc., etc.; dado que, todo parece señalar que somos nosotros también un “riesgo inminente”.

Frente a esto, cabe cuestionarse ¿estamos ante una “sociedad en riesgo” amenazada a escala mundial a causa de la eventual pandemia?, o, por si acaso ¿vivimos en un estado de constante conflicto en donde el hombre no es “más que un lobo para el hombre”? al proponerse en buena medida a saciar apetitos a costa de tomar lo que no le pertenece, además de lo material, la vida misma.

Considero que, aunque vivimos en una suerte de convivencia político-social dentro del “contrato social”, el estadio inferior de instinto natural del hombre no se ha superado. Al contrario, siendo el hombre servidor constante de aquel, las instituciones modernas se muestran obtusas frente a la perpetuación y auge de la violencia que muta de escenarios y no distingue de víctimas. Escenario apoteótico al que una posible llegada de coronavirus abonará sin ser este novísimo ni el peor de los males en cuanto a víctimas fatales.

Por tanto, ¿Qué más da si en estas repúblicas bananeras- en construcción, digo- aparece un mal más? El que tenemos no es menor de por sí, y, hay que tomar medidas inmediatas (…) Los actos protocolarios no calan la inmensidad de la problemática latente ni la sobreexposición a una harto probable.

Notas

  1. Hobbes, Thomas (2007) El Leviatán, o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil. FCE, México

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Marcela Cabezas

Magíster en Ciencias Políticas y politóloga colombiana. Catedrática y columnista en prensa independiente.