La escuela, la inseguridad y la pequeña Fátima

  • María Teresa Galicia Cordero
Necesario que se investigue la cadena de negligencias.

María Teresa Galicia Cordero

Alrededor del caso de la pequeña Fátima y el tema de los feminicidios se han puesto en el centro del debate la manera en que enfrentan las instituciones sociales este tipo de delitos.

Mención especial merece el relacionado con la escuela y los maestros, específicamente en cuanto al cómo en las escuelas primarias, se entrega a los niños al salir de las escuelas y el cuidado que se tiene con ellos especialmente por la inseguridad.

En los medios de comunicación y las redes sociales uno de los temas que no se dejaba de repetir fue el relacionado con la existencia de un protocolo escolar y si se cumple o no con ese protocolo para la entrega de los alumnos. Hasta ahora lo que ha trascendido es que se entregó a la niña a una persona conocida.

De manera general y a partir mi experiencia como maestra de primaria, generalmente en la junta inicial del ciclo escolar, a los padres, madres de familia y tutores en los planteles se les informa que deberán respetar el horario de entrega con el horario del servicio educativo y  en caso de  no presentarse al término de la jornada escolar a  recoger al alumno,  se prevé una   tolerancia 20 minutos, a partir de la cual el Director de la escuela busca a los padres de familia correspondientes, pero  nunca se le deja solo.

Sin intentar justificar la posible actuación negligente del personal de ese plantel, es importante destacar que en la escuela se complejiza cada vez más la manera en la que los maestros lidian tanto con la inseguridad como con la violencia.

Desconozco como es el contexto alrededor de la escuela a la que asistía Fátima, lo poco que investigué es que, a la alcaldía de Xochimilco, lugar donde vivía, le denominan el triángulo de inseguridad, donde el mayor punto rojo se encuentra entre Tláhuac, Milpa Alta y el estado de México.  El punto mayor de venta de droga se encuentra en Tulyehualco, lugar donde se encontró el cadáver de la pequeña.

El contexto familiar en el que vivía muestra dos denuncias por malos tratos:  en el 2015 un problema en el círculo familiar por descuido y maltrato familiar para Fátima, su hermano y hermana y, en el 2017, descuido y negligencia generado por la progenitora y el padrastro.

Lo que quiero destacar en esta reflexión, es que tanto el entorno familiar como el de la comunidad en la que vivía era sumamente complejo, muy similar al de sus presuntos asesinos.   

¿Se han preguntado en algún momento que tipo de situaciones tienen que enfrentar los maestros en los diversos contextos en los que laboran? Muchos de ellos de manera cotidiana, enfrentan situaciones de inseguridad y riesgo, lo que plantea actualmente retos inéditos para el trabajo de los docentes y para su vida personal, porque sus márgenes de acción son sumamente limitados, lo que se acentúa por la ausencia de apoyos institucionales relevantes (Treviño, 2017).

Actualmente la violencia y la inseguridad se vincula con la corrupción y la impunidad; por eso consideró necesario que se investigue la cadena de negligencias presentada, porque ese tipo de situaciones están marcado a toda una generación. Si bien la educación tiene una función estratégica que cumplir, los maestros y las escuelas no pueden contribuir en la reconversión de la sociedad sin apoyo porque es una tarea colectiva, de ahí la importancia de las comunidades de aprendizaje y el aprendizaje situado a los que me referí en artículos pasados.

No puedo dejar de lado tampoco que los retos que tienen que enfrentar los maestros al interior de las escuelas con la inseguridad, también tiene que ver con sus alumnos adolescente y jóvenes por situaciones de acoso, el desafío a la autoridad, agresiones personales o a sus bienes, así como cuestionamientos al momento de aplicar la disciplina y las normas que marca la institución entre los principales.

En algunas investigaciones se ha logrado recuperar la forma en que los docentes de escuelas públicas y privadas experimentaron la inseguridad y la violencia física y verbal en su contra, así como distintas actitudes y acciones.   Los docentes señalaron que las agresiones han aumentado considerablemente en los últimos años; la violencia más frecuente es de tipo verbal —aunque también se han mencionado casos de violencia física y cada vez se presentan más actos delictivos en su contra (Gómez, 2014).

Lo anterior no solo les provoca inseguridad, también genera malestar cotidiano en su trabajo, problemas para ejercer su práctica y mantener el control en el aula, dificultades para comprender las actitudes de los adolescentes, no saber cómo manejar los conflictos y carecer de estrategias, así como de recursos pedagógicos y de apoyo institucional para poder afrontar esta situación.

Ante este panorama, dudo mucho que a raíz de lo que sucedió con la pequeña Fátima, se intente endurecer la normativa para los docentes, se promuevan sanciones o se hagan decálogos específicos, porque desde mi punto de vista, lo que es fundamental es el total apoyo institucional a su tarea, así como recursos y estrategias pedagógicas para enfrentar esta realidad de inseguridad.

Sin duda, la muerte de esta pequeña es una gran tragedia, pero que su muerte nos permita

Intentar construir una realidad diferente para nuestros niños, adolescentes y jóvenes.

Referencia:

Gómez N.A. (2014) “La violencia de alumnos hacia maestros en escuelas secundarias de Colima”, Pensamiento Educativo, Revista de Investigación Educacional Latinoamérica, México.

Treviño Ronzón, Ernesto. (2017). “Atravesar el riesgo. Los docentes frente a la violencia en Veracruz”. Perfiles educativos, 39(158), 20-37

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María Teresa Galicia Cordero

Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.