Placas olvidadas en los muros poblanos

  • Sergio Andrade
Quizás la resolución a este galimatías sea que nuestra ciudad, la ciudad de los Ángeles

¿Qué tienen en común hechos tan diferentes como el comienzo de los trabajos para la fabricación de seda y las labores de introducción del agua potable en los primeros tiempos de nuestra ciudad con las pretensiones de las autoridades municipales del siglo XX para “acercar” a los diferentes actores de la vida pública del país y los esfuerzos encomiásticos de una partida de bomberos por apagar un terrible fuego, salvando las vidas de miles de personas; y todo esto, además, con recordar la memoria de un músico inglés que pregonaba “hacer el amor y no la guerra”? 

Quizás la resolución a este galimatías sea que nuestra ciudad, la ciudad de los Ángeles, desde su fundación haya sido punto primordial del acontecer americano y mundial, en la cual por suerte se hallan todavía vestigios de su fuerte presencia en hechos de raigambre histórica (no olvidar las fiestas oficiales de batallas e inicios de revoluciones), así como en aquellos donde la actuación de la población civil jugó un papel importante y que no por desconocidos son menos valiosos.

Esfuerzos fehacientes como las obras de introducción, distribución y depósito del vital líquido quedaron marcados en la placa adosada en los muros de la casa que hace esquina de las calles 5 Norte y 16 Poniente – antiguas calles de  la Caja del Agua y del Palomar -, llamada antiguamente la “Caja Colorada”. En esta inscripción, que es la más antigua de Puebla, se lee lo que sigue:

 “Reinando don Felipe IV Nuestro Señor y gobernando esta Nueva España el Excelentísimo Virrey Marqués de Cerralvo hizo esta obra la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de los Ángeles, siendo su Alcalde Mayor y Teniente de Capitán General Don Luis de Córdoba Bocanegra Caballero del Hábito de Santiago y Comisarios los Regidores Pedro de Uribe, Juan de Narváez y Juan de Carmona Tamariz Depositario General. Año de 1626”.

Asimismo, la fabricación de productos de seda – monopolizada por las ciudades de México, Oaxaca y Puebla – fue una de las actividades preponderantes en nuestra ciudad, plasmada en la organización, hacia el año de 1569, de un gremio con inspectores de terciopelos, satines y tafetanes, pero cuyos primeros pasos se dieron entre 1550 y 1555, tal y como queda demostrado en la placa de la casa ubicada en la casa número 5 de la antigua calle Primera de san José, hoy 2 Norte.

Al igual que los hechos anteriores, hay otros que aun saltando (y salvando) el tiempo y sus motivos, nos muestran el talante de los poblanos. Uno de ellos la iniciativa en el año de 1931 del  gobernador Leónides Andrew Almazán y el presidente municipal Antonio Arellano para que se implantara un día del “Acercamiento Nacional”, cuestión muy en boga durante esos años de creación de una amalgama del “alma nacional”, tendiente a la consolidación de un “ser mexicano”, es decir, de un sentimiento de una verdadera identidad nacional. A la sazón se impuso una placa donde se pretendía fincar un jardín que diera cuenta de este acontecimiento. Por desgracia, el dicho jardín nunca pudo ser una realidad, quedando simplemente la constancia de su falsa existencia en una pequeña placa ubicada en la acera oriente frente a la Portada de Loreto.

En diferentes circunstancias, la heroica acción del cuerpo de bomberos de Puebla evitó una catástrofe mayúscula al actuar valientemente durante los días 27, 28 y 29 de mayo de 1982, cuando una pipa con quince mil litros de gas se incendió, causando la alarma de miles de habitantes de las populosas colonias “Hidalgo” y “Mártires del Trabajo”. Sin descanso, por esos largos tres días los valerosos “hombres de fuego” lograron sofocar la conflagración, apoyados por los vecinos que los sustentaron mientras realizaban su heroica labor. El homenaje a tal hecho quedó plasmado en una placa ubicada en la Avenida 5 de Mayo 3410, lugar del accidente, develada el 22 de agosto de ese año, día en que se conmemora el “Día del Bombero”,  y que poca gente conoce.

Ese mismo año, pero en el mes de diciembre, un grupo de jóvenes universitarios se dieron cita en la calle 3 oriente, a un lado del edificio Carolino, para recordar a John Lennon, decidiendo en esa ocasión que ese lugar llevara el nombre del músico inglés. Sin embargo, fue hasta mediados de la primera década de este siglo que hizo oficial nombrar a dicho espacio como “Plaza Lennon” tal cual ha quedado. No es una placa en un edificio, si no a mitad de la calle, pero que rememora la trascendencia de uno de los iconos de la cultura universal de cualquier tiempo. Y Puebla, al igual que muchas ciudades en el mundo, se precia de contar con un espacio recordatorio de tan especial personaje, aunque poca gente se de cuenta del hecho a pesar del tráfago constante de sus habitantes y los turistas.

Trabajo, esfuerzo, valentía, civismo, cultura. Palabras que en los vestigios murales y epigráficos quedan para reconocimiento de un pasado notable que las nuevas generaciones deberían ponderar. Y hay tantos recordatorios en los muros poblanos…

 

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