República simulada

  • Víctor Reynoso
La base del poder impune es que tiene sus propios datos...

“¿Qué horas son?” “Las que usted diga, señor presidente.” En el antiguo régimen mexicano esta conversación ficticia era muy conocida. Ficticia pero real: “situaba al poder impune en su raíz: la definición de la realidad”, escribe Zaid en el ya comentado libro El poder corrompe.

La base del poder impune es que tiene sus propios datos, y a partir de ellos define la realidad. Así funcionó el presidencialismo mexicano del siglo XX, que empezó a fisurarse en 1982, cuando el presidente en turno, López Portillo, llevó su irrealidad a extremos, con graves consecuencias para el país.

Esta capacidad de definir la realidad está en la base de la corrupción. Zaid propone a la República simulada como un tipo de régimen, que debería ser tratado en los manuales de Ciencia Política. Régimen que al parecer nació en Latinoamérica, donde los países intentaron adoptar modelos ajenos que no encajaban con sus realidades.

El resultado fue una simulación: sistemas que formalmente eran estados de derecho pero que en la realidad eran “Estados de chueco”. Formalmente los gobernantes son representantes y servidores de la sociedad, pero en la realidad son los dueños del poder y se sirven de él al margen de la ley.

Dentro del tipo general de las Repúblicas simuladas el caso mexicano tiene su peculiaridad. El autor considera que es una solución a las situaciones anárquicas que generó la revolución mexicana (y antes las revueltas del siglo XIX, a las que puso fin el Porfiriato). Se resuelve el problema de la violencia, insostenible en una sociedad. Pero no se da lugar a una situación donde la ley predomine, sino a una donde la gente en el poder negocia.

Los que nos hemos enfrentado a agentes de tránsito por alguna falta real o inventada lo hemos vivido. De nada vale exigir la aplicación de la ley, porque ellos son los dueños de la ley, como se dice en el libro. Menos todavía tratar de recurrir a la violencia: ellos son los dueños de la violencia. La salida que nos proponen tiene algo de civilizada: “Búscame por las buenas, y verás que nos arreglamos”.

Pero tiene también sus límites. Con la modernización y la globalización esos arreglos informales se complican y se vuelven costosos. La escisión entre las normas escritas y las que realmente guían la conducta tiene algo de esquizofrénica y también tiene sus costos. Un sector de la población, moderna la llama el autor, se niega a vivir de esa manera.

El poder presidencial se descentralizó en México con el cambio de siglo. Hoy gobernadores, senadores, diputados, tienen un poder que no tenían. Es una oportunidad para la modernización. O para que se multipliquen los diálogos: “¿qué horas son? Las que usted diga, señor gobernador”.

Además de este vínculo entre la mentira institucionalizada, entre la simulación como sistema, hay otros elementos interesantes en el libro aquí comentado. Como la referencia de que la célebre frase “el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente” de Lord Acton, tiene como referencia al poder eclesiástico, concretamente, al poder de los papas.

También hay propuestas prácticas para combatir la corrupción, que comentaré en un próximo artículo.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.